No, esto no podía ser posible. Sabía que me tenía que casar, pero jamás imagine que sería tan pronto. Los dos tenían una sonrisa se oreja a oreja y nos miraban esperando alguna reacción.
-No, mamá. ¿Están locos o que se fumaron?- ambos me miraban con cara de sorpresa.- Yo no me pienso casar tan rápido. Esto lleva tiempo.- Miré a Christian esperando alguna reacción de su parte.
El solo se limitaba a asentir y a mirarlos con una sonrisa. No me estaba ayudando en nada y sabía que esto era venganza de lo que yo le había hecho pasar.
-Por mi esta bien.- dijo encogiéndose de hombros y yo me puse de pie al instante. Negaba con la cabeza sin poderlo creer.- Nos vemos mañana, preciosa.- me dio un beso en la mejilla y salió por aquella puerta.
No replicó, no se negó y eso era lo que me estaba frustrando. No debía jugar con el, lo que acababa de hacerme era venganza.
-Lo siento cariño, ya esta todo listo.- mi madre se acerco y beso mi frente.
Yo le dirigí una mirada de odio a mi padre, mientras el me sonreía como si esto fuera tan normal.
-Eres el peor padre que pude tener. Te odiaré por arruinar mi juventud casándome a temprana edad y para colmo ¡Con un idiota!- grite fuera de mi, vi como apretaba los puños y la mandíbula.
-A mi no me hablas asi, ya te lo he dicho.- golpeó la mesa de entrada haciendo que yo diera un brinco del susto.
-Pero hija....- mi madre estaba haciendo todo lo posible para que no hiciéramos ninguna pelea.
-No mamá, no lo justifiques ni me digas nada.- seguía mirando a mi padre con rencor acumulado en mi.- No merece que lo defiendas, es un hombre despreciable.- mi padre se acerco a mi apunto de propiciarme un golpe.- Todo lo que venga de la boca de este señor, no me importará.
Yo lo enfrentaba sin miedo, queriendo ver hasta donde era capaz el de llegar. Mi madre se interpuso entre nosotros y yo me fui de ahí. Entre a mi habitación azotando la puerta.
Estaba harta de que siempre mis padres quisieran manejar mi vida a su antojo. Frustrada me acosté en mi cama y solté todo el aire contenido en mis pulmones. Estaba pensando cuando Abby, mi nana,, entro con una bandeja con comida.
-Ten mi niña, no quiero que te quedes sin comer.- me miro con tristeza mientras depositaba la bandeja en mi mesita.
-Muchas gracias nana.- le sonreí con cariño.
Salió de la puerta dejándome a mi sola y con mis pensamientos vagando. Coloqué la comida en mi cama y me dedique a relajarme un poco, prendí la televisión y puse una serie en lo que comía.
Unos minutos después sonó mi celular indicándome que alguien me estaba llamando. Miré la pantalla y fruncí el ceño mientras veía el nombre.
-Hola.- respondí un tanto desconcertada.
-Amiga adorada.- hablo aquella voz que hace tiempo no escuchaba.
-¿Lucía?- fue mas una pregunta para mi que para ella.
-Paso por ti en media hora.- ella hablaba muy alegre.
Rode los ojos, no me apetecía salir.- No quiero salir.
-No seas agua fiestas, anda un rato.- suplico en el teléfono.
Suspiré cansada.- Esta bien.- acepte sin remedio alguno.
Colgué y me levante de la cama con pesadez. Opte por cambiarme y colocarme algo mas sencillo. Me retoqué lo mas ligero el maquillaje y me puse un poco de mi perfume favorito. Agarre mi bolso y metí lo necesario.
Baje despacio las escaleras y ubique a mis padre en la sala leyendo. Los ignoré y estando por abrir la puerta, ser libre. La voz mi padre me sobresalto.
-¿A dónde crees que vas?- me pregunto mientras se ponía de pie.
-Donde no te importa.- no lo miré y salí dando un portazo.
Aquella pregunta me había alterado de nuevo, era una frustración lo que en mi vida pasaba. Vi el auto de mi amiga y fui hasta ahí. Ella me miro frunciendo el ceño.
-¿Qué?- pregunte por como me estaba mirando.
-¿Qué te pasa?- sabía que ella no tenía la culpa de nada.
-Discutí con mis padres.- mire hacia la ventana y trate de tranquilizarme.
Narra Christian.
-Lucía, ya se que me odias porque no me case contigo cuando tus padres me dijeron. Pero a ella no le puedes hacer la vida imposible. Eres una mujer que a mi simplemente no me atrae.- estaba harto de toda la letanía que me acababa de dar.
Me miro queriéndome matar.
-Si te casa con ella no sabes de lo que soy capaz.- me amenazó.- Asi que por el bien de los dos será mejor que dejes las cosas como están.- esa mujer creía que me daba miedo, lo único que me daba es risa.