Mientras estaba en las alturas, me quede pensando. ¿Cómo era posible que Christian me haya hecho esto? De Lucia lo creía totalmente, pero de el no. Me aferré mas a la ventana y deje que las lágrimas hicieran su recorrido.
-¿Se encuentra bien, señorita?- un joven que estaba sentado a lado mío pregunto.
Yo solo lo miré y asentí tratando de sonreírle.
El viaje no era tan largo y sinceramente yo ya quería llegar a mi casa. Quería despertar y saber que todo esto era una simple broma. Que mas podía esperar, esto era un matrimonio por conveniencia.
Después de estar tres horas en un avión, llegué a mi destino y fui directamente a donde se entregaban los equipajes. Quería largarme de aquí, quería soltarme a llorar sin que nadie me viera.
-¿Quieres que te ayude?- pregunto aquél joven con el que llevaba viajando horas.
Tome la maleta en mis manos y lo miré. Era atractivo y por supuesto era un poco mayor que yo. Sus ojos verde me llamaron mucho la atención.-No, gracias. Que amable.- le sonreí para no verme tan grosera.
-Bien, espero que la pases bien aquí.-yo asentí y ya estaba lista para darme la vuelta, cuando su mano me detuvo. Lo miré ya un poco cansada, no es que el tipo me cayera mal, si no que no estaba de humor para lidiar con esto.-¿Me puedes dar tu número?- quería reírme en este momento. Ni siquiera sabía su nombre y era algo que por ahora no me interesaba.
-Soy casada.- levante mi mano izquierda, mostrando asi mis anillos.
-Wow, una mujer tan joven y y casada.- se paso las manos por el cabello nervioso. Sin duda no esperaba eso.
-Si, si me disculpas tengo que irme ya.-me di vuelta y solo escuché su grito a mis espaldas.
-Espero que coincidamos pronto.- yo solo levante la mano en señal de adiós y tome mi camino hacia la parada de taxis.
La brisa de aquí ya era un poco peor que la playa, se sentía mucho mas caliente y yo solo con mi mejor cara le pedí al señor que si me podía ayudar con mi equipaje. Él muy amable me ayudo y pusimos rumbo hacia la casa de mis padres. Aún no sabía como era que iban a reaccionar, pero tampoco me importaba.
Llegué a casa de mis padres y solo estar aquí ya me hacía sentir sola. El señor bajo mis maletas en la entrada y me quede de pie en la entrada. Toqué el timbre y segundos después Abby, mi nana, abrió la puerta.
Me miro confusa.-¿Qué haces aquí, mi niña?- dijo mientras dejaba la puerta abierta.