La noche terminó llegando inexorable sobre la gigantesca mansión Thorme. Parecía ser una gran celebración la que se llevaría a cabo esa vez. El padre de Karol estaba completamente entusiasmado por la mentira que Kenia, su hija mayor, le había dicho. Ella lo convenció acerca de la inmensa posibilidad que había para que Draco Velariza pidiera su mano en esa cena que se programó. Kenia comentaba a su padre estar totalmente convencida del amor que el refinado chico sentía por ella. Cosa que obviamente llenaba de felicidad al señor Thorme quién anhelaba con presura ser abuelo. Su mayor deseo era obtener su primer nieto cuanto antes, pero para que eso sucediera, primero alguien debía desposar a una de sus dos hijas. Por eso es que aquella oportunidad resultaba ser única para el multimillonario dueño de la empresa transnacional que llevaba como su nombre su apellido. Se ordenó decorar festivamente toda la inmensa mansión para recibir al futuro yerno del señor Thorme. Todos los empleados domésticos se disponían a dejar la propiedad convertida en un verdadero palacios de los sueños para dar la bienvenida a esos dos hombres que se dedicaban al sublime negocio de los vinos. Su apellido, el apellido Velariza, era la marca más reconocida en todo el país a la hora del buen gusto por degustar un buen vino de uva. Poseían las bodegas más grandes de esta exquisita bebida, como a su vez una tradición tricentenaria. Incluso muchos se atrevían a llamarlos "Los duques del vino" por su supuesta clase, y buen gusto. Draco Velariza era un jóven de aproximadamente unos veinticinco a veintinueve, quizás hasta treinta años de edad. Realmente su edad era todo un misterio para todo el mundo. Un flacucho, y escuálido sujeto de piel muy blanca que le encantaba usar todo tipo de maquillaje. Según él, eso le ayudaba a mantener su piel protegida de los inclementes rayos del sol. Su padre era el duque del vino, Franco Velariza. Él también se mostraba muy alegre por esta cena en casa de los Thorme, y de que finalmente su hijo pudiera pedir la mano de una señorita en sagrado matrimonio puesto que jamás se le había conocido una novia, amante, pretendiente, ni siquiera una mejor amiga que pudiera vincularlo alguna vez en su vida cerca de una persona del sexo opuesto. Siempre se mantuvo distante del género femenino. Según su padre, esto se debía al hecho de estar siempre esperando por la chica ideal. Una mujer elegante, de buen apellido, y con gustos tan refinados como los de su hijo. Por eso guardaba especial esperanza en que esa fémina pudiera ser Kenia Thorme. Mientras que Karol simplemente quedaba en segundo plano totalmente opacada ya que todos los reflectores estaban sobre su hermana esa noche.
En la mansión Thorme residían seis personas. Además de las hermanas Thorme, Kenia, y Karol, y el señor Thorme. También habitaban allí la señora Thania Bellami quién era la única hermana del poderoso empresario. Ella era una persona muy serena. De ese tipo de mujeres que siempre llevan una sonrisa en su rostro ante todo. Llevaba el apellido de su esposo, Gustavo Bellami, él era el quinto residente de la mansión. Finalmente llegamos a Edrian Bellami. El hijo de Thania, y Gustavo. Primero de Kenia y Karol tenía aproximadamente la edad de ambas. Esto lo hacía ser contemporáneo con ellas. Estas seis personas eran los felices habitantes de la mansión Thorme. Quiénes tendrían el maravilloso privilegio de recibir a los distinguidos dioses del vino. En este mundo era normal ver este tipo de hipocresía cuando el dinero estaba de por medio. Tanto el señor Thorme, como el duque Franco Velariza, sabían lo importante que podría ser esta unión entre ambas familias. Especialmente en el ámbito económico que al final del día era lo que más interesaba para estos dos hombres de negocios. Luego venían los intereses personales de cada uno, ya que ambos deseaban ser abuelos. Sin embargo por como pintaban las cosas eso no sucedería con la brevedad que ellos lo esperaban. Eso hacía que con el pasar de los años ese anhelo se volvía más, y más grande.
Todos en la mansión fueron obligados a vestir elegantemente. Incluso la moderna Karol no tuvo más remedio que usar un extravagante vestido. Ella jamás pudo acostumbrarse a usar este tipo de vestimenta de ninguna manera. Eso lo hacía muy incómodo para la menor de las hermanas Thorme mientras que Kenia lucía un extraordinario vestido color borgoña que casi complementaba su falta de belleza, y ausencia de carisma. La gracia femenina no era el fuerte de esa chica que soñaba con recibir una importante propuesta esa noche. Los empleados cumplieron con lo solicitado por el señor Thorme. La mansión quedó especular. Todo un palacio de los sueños digno para albergar una cita de tal calibre. Una verdadera maravilla que llenaba de luz los ojos de todos los presentes, incluso los de Karol a pesar que estaba teniendo una muy mala noche esa vez. Un mensajero improvisado avisaba con entusiasmo la tan esperada llegada de los caballeros Velariza. Un elegante carruaje con estilo medieval ingresaba atravesando todo el hermoso camino de piedras decorativas que iba desde la entrada de la mansión hasta dar una vuelta entera a esa divina fuente de agua con temática de la mitología griega. El excéntrico carruaje era tirado por dos caballos blancos que seguían las órdenes de un conductor que yacía sentado sobre el mismo carruaje. La mítica carrera se detenía justo en frente de los integrantes de la familia Thorme que esperaban con mucho afán parados frente a la fuente de agua.
— Solamente espero que salgan Blanca nieves, y los siente enanos de esa carreta. ¡Eso sí que sería un truco de magia bárbaro! — bromeó Karol en baja voz provocando la risa de su primo Edrian, y su tío político, Gustavo.
— !Karol! ¿Qué modales son esos? Aprende a respetar a nuestros distinguidos visitantes — exclamó el padre de Karol muy molesto mientras que su hermana también la veía con malos ojos.
— ¿Qué se puede esperar de una "india" como ella? — expresó Kenia de forma despectiva virando sus ojos con mucha malicia.