Matrimonio Arreglado

Gato por liebre

Draco tardaba mucho en el baño. Todos se empezaban a preguntar cuál sería el motivo de su tardanza. ¿Se había arrepentido de pedir la mano de Kenia? ¿Habìa huido como acto de cobardía temiéndole al compromiso? Cada vez se hacía más incómoda la espera. Karol era la única que parecía entender lo que sucedía en aquella misteriosa velada dónde aún no ocurría lo que todos esperaban con ansias. El duque Franco Velariza también comenzaba a verse un poco preocupado. Quizás también empezaba a dudar un poco acerca de la valentía de su hijo, aunque ya ellos habrían hablado sobre el tema, aunque ya el flacucho duque menor, Draco Velariza se habría comprometido con su padre a pedir la mano de Kenia en sagrado matrimonio. El popular duque del vino no parecía estar del todo convencido. Karol no dejaba pasar una oportunidad para atacar a su hermana con sutiles burlas disfrazadas entre comentarios espontáneos que solamente entendían entre ellas. Provocando una pequeña contienda de amor odio entre las dos hermanas.

— Quizás se le cerró la puerta del baño, pero sus refinadas manos son muy frágiles para girar la manilla — Karol bromeaba haciendo reír a sus tíos, y primo mientras ella degustaba una jugosa pierna de pavo al mejor estilo de una tribu caníbal en alguna isla prohibida.

— Ja ja, muy gracioso. Ríe ahora, Karol. Pronto seré la heredera de nuestro padre, y entonces deberás suplicarme para que te dé algo de dinero. Lo primero que haré será congelar todas tus cuentas. Solamente espera a que Draco pida mi mano, y tu mundo se vendrá abajo como un castillo de naipes — expresa Kenia con una actitud de arpía revelando su maléfico plan para hacer la vida de Karol un verdadero infierno cuando ella finalmente sea la heredera universal de las empresas Thorme.

— Te deseo mucha suerte hermanita. Hoy perderás a un marido, pero podrías ganar a una muy buena amiga — Karol continuaba riéndose de las ganas desesperadas que Kenia tenía de desposar al hombre equivocado. Todo esto mientras seguían esperando por el duque menor Draco Velariza, y esa tan anhelada propuesta de matrimonio.

Por mi parte me encontraba en el aeropuerto de la ciudad buscando trabajo. Por alguna razón que desconozco, las personas odiaban trabajar allí. Muchos advertían de no aceptar el trabajo de limpiador de turbinas ya que era demasiado riesgoso. Sin embargo acababa de ser rechazado por Karol Thorme en esa extraordinaria propuesta que pudo haber cambiado nuestras vidas. No me quedaba otra opción que conseguir un empleo a como diera lugar. No importaba si era esos empleos que nadie quería hacer. Necesitaba urgentemente conseguir algo de ingresos para ayudar a mis padres económicamente debido al inclemente azote que dejaba la crisis que enfrentaba mi país. Mientras que Karol disfrutaba de todos los lujos de aquella gigantesca mansión, yo entraba por la puerta de atrás en el aeropuerto como si fuera un vulgar ladrón. El encargado de esta zona era Jack. Un anciano de mucho vello facial en bigote y barba. Todo ese pelaje en él era de un color gris ceniza que lo hacían lucir como si tuviera unos ochocientos años. Siempre usaba una gorra de béisbol, y un uniforme de mecánico todo cubierto de grasa. Tenía un ojo de vidrio, y creo que también le faltaban varios tornillos en la cabeza. Uno puede notar rápidamente cuando una persona no es normal. Aún así debía aceptar el trabajo puesto que no tenía otra opción, aunque no dejaba de preguntarme ¿Qué tan bajo había caído? Este tipo de trabajos eran siempre rechazados por las personas, y ahora yo suplicaba por tenerlo. Esos son la clase de momentos que te hacen reflexionar acerca de como estás manejando tu vida, qué diablos estás haciendo con ella, y qué puedes hacer para mejorar. Aquellos aviones eran realmente gigantescos. Las turbinas eran extraordinariamente enormes. Jamás había visto un avión desde cerca, y estaba completamente asombrado por toda esa majestuosidad. Allí no me daban ningún tipo de uniforme, formación, o preparación. Únicamente una cubeta con jabón, y una esponja. El trabajo era sencillo. Debía limpiar las elipses de las turbinas metiéndome dentro de ellas.

— ¿Sabes como gritar muy fuerte? — preguntó el anciano Jack dejándome totalmente extrañado.

— Supongo que sí ¿Porqué? — la expresión de extrañeza en mi rostro reflejaba lo confundido que estaba en aquel momento.

— Porque a veces las turbinas se activan atómicamente. Debes gritar rápidamente con mucha fuerza para que yo te pueda oír, y de esa manera poder mandar a apagarlas justo a tiempo antes de que te hagan puré. Éstas turbinas tienen el tamaño, y la potencia para licuar a un ser humano en cuestión de segundos hasta hacerlo polvo. Es muy importante que puedas gritar fuertemente. Yo estaré cerca muy al pendiente de tus gritos — aseguró el anciano Jack comenzando a asustarme.

— ¿Y usted tiene buen oído? — pregunté para estar un poco más tranquilo.

— No. Aún no he comido, hijo. Gracias por preocuparte — respondió aquel senil sujeto haciendo que sintiera pánico — tú solo debes preocuparte porque las elipses queden perfectamente limpias. Tengo mucha esperanza puesta en tí, muchacho. Espero que seas tú quién finalmente pueda darse haciendo el trabajo. Muchos otros se retiran automáticamente escuchan la turbina encenderse. Ni siquiera se despiden esos malagradecidos. Solamente se van, y nadie más vuelve a verlos jamás.

— ¿Me está diciendo que estas cosas pueden literalmente desaparecer a un humano? — pregunté entendiendo inmediatamente lo que había realmente pasado con los trabajadores anteriores.

— ¡Si! Eso fue exactamente lo que dije ¿Porqué? — dijo el anciano Jack respondiendo mi pregunta.

En cuestión de segundos me encontraba corriendo para huir de ese lugar. No sabía como iba a hacer para ayudar a mis padres, pero estaba totalmente seguro que limpiando turbinas no sería. Ese día corrí muchísimo desapareciendo por completo en el horizonte, mientras que el anciano Jack me miraba desde la distancia.




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