La música estaba a un nivel de volumen bastante elevado. El ritmo hacía que todos quisieran entrar en la pista de baile para sacudir sus cuerpo un rato mientras la vibración de los potentes bajos hacía estremecer todo el lugar. El señor Thorme no esperaba este tipo de festejo en su mansión. Él siempre estuvo acostumbrado a las tradicionales celebraciones de las personas distinguidas, y con prestigio. Esa clase de fiestas dónde únicamente se escuchan orquestas de música clásica tocando en compases que muy ordenados que van suavemente al oído del oyente en un volumen perfectamente adecuado para el deleite de tan exquisita música. Obviamente para el señor Thorme, aquella celebración era vulgar, y no tenía nada de respetable. No podía disimular esa expresión de disgusto en su rostro. Consideraba una verdadera vergüenza la manera burda en las personas movían sus cuerpos solamente buscando libertinaje. Debo ser sincero que también esperaba una aburrida fiesta de personas adineradas dónde lucharía por no aburrirme, ni quedarme dormido. Había olvidado por completo que Karol nació, y se crió en el mismo barrio que yo. El primo de Karol, Edrian, también disfrutaba del buen ambiente en en que entró la mansión bailando libremente como cualquier persona normal. Muy distinto a Kenia, ella solamente estaba parada en un rincón de brazos cruzados exhibiendo esa cara de pocos amigos. Era tan aburrida. Casi podía sentir lástima por ella. En cuánto a espíritu, Karol le llevaba una ventaja bastante notable. Edrian nos había preparado una sorpres que sería la gran atracción de la noche. Karol y yo desconocíamos por completo este presente que el primo de mi esposa nos ofrecía.
— ¿Están preparados para algo fuera de serie? — preguntaba Edrian tomando el micrófono, y subiéndose a la pequeña tarima que había en el salón de festejos. Se podía notar fácilmente que el primo Edrian había tomado de más, y que su comportamiento comenzaba a salirse un poco de control.
Todos los invitados se encontraban en la misma sintonía que Edrian. Todos deseaban continuar con la enérgica fiesta. Muchos de ellos eran niños de padres muy adinerados que jamás habían tenido la oportunidad de experimental este tipo de emociones salvajes. Ahora con todo ese licor ingerido corriendo frenéticamente a través de sus sistemas, solamente podían pensar en descontrolarse. Acababan de probar el "perreo intenso", y les fascinaba.
— ¡Siii! ¡Vamos primo Edrian! — gritaba al junto a los demás invitados que también disfrutaban de aquella fiesta salvaje.
— Este es mi humilde regalo de boda para mi amada prima Karol, y su esposo, Ander. Quise traer este tipo de regalo porque sé que Karol lo va a disfrutar muchísimo, y seguramente Ander también, pero sobretodo, porque sé que a mi tío no le agradan para nada esta clase de espectáculo, y a mí en lo personal me encanta llevarle la contraria al señor Thorme — Edrian hablaba de manera insolente, quizás estando inspirado levemente por el primitivo espíritu del alcohol mientras que el señor Thorme suspiraba profundamente tragándose toda la rabia que seguramente sentía en ese momento. No puedo explicar con exactitud lo que estaba pasando, pero si les puedo asegura que lo disfruté al máximo. Ver el rostro de ese señor como se retorcía de la ira por la insolencia de su sobrino, pero que aún así no pudiera decir nada porque debía mantener su compostura ante cualquier situación como el caballero que su estatus le exigía ser, era todo un espectáculo por adelantado. Podía quedarme con muchos millones gracias al convenio que hice con Karol, podía vivir en la mansión más lujosa del mundo, incluso podía aprender algunas de sus costumbres, pero jamás podría entender la extraña manera de actuar que tenían los millonarios. Esa personalidad extrovertida, aquella manera de odiarse a pesar de ser familia muy cercana. Son cosas que no podía siquiera imaginar entrando en mi cabeza en forma de idea.
— ¡Menos parloteo, y más acción! — gritaba Karol llevándose las manos a los lados de su boca para darle más potencia y dirección a su grito. Por mi parte me sorprendía al verla actuar de esa manera tan salvaje. No conocía ese lado fiestero de ella, pero creo que al menos en eso teníamos algo en común.
— Bueno ahora sin más preámbulo, les presento a ¡Manuel y Manuela! — gritaba Edrian señalando el fondo del escenario de donde salían dos personas.
Se trataba de un hombre fornido con músculos increíblemente marcados. Era como ese tipo de sujeto que solamente ves en las películas de acción. Junto a él estaba una mujer con un cuerpo simplemente sublime. Su figura iba describiendo curvas perfectas. Sus nalgas y senos eran del tamaño ideal para hacerla lucir exquisitamente bien. El sueño de todo hombre materializado en una persona. Ambos usaban disfraces muy sexis con temática de mayordomos. Él tenía puesto un sombrero, usaba un pequeño corbatín en su cuello, y llevaba en sus manos una charola de plata. Mientras que ella usaba un vestido muy corto con medias pantis de color negro que exhibían encajes realmente provocativos. En su mano levaba un plumero de colores, el escote de su traje dejaba muy poco a la imaginación.
Manuel automáticamente salió con mucha seguridad del escenario caminando con autoridad a través del centro del público mientras que los invitados gritaban locos de la emoción. Se dirigió directamente hasta Karol, y la tomó de la mano para llevársela hasta la tarima. Esto seguramente era una simple parte de su acto, yo estaba feliz porque ella finalmente experimentara este tipo de cosas. Todos los invitados me miraban indiscretamente. Quizás ellos esperaban expectantes si me daría algo de celos al ser su nuevo esposo. Este tipo de escenarios siempre se muestran en toda relación. El clásico novio tóxico que le prohíbe cualquier forma de diversión a su pareja por miedo a ser remplazado por alguien mejor. Tal vez hubiera funcionado en una pareja real de enamorados, pero a mí en lo personal me daba completamente igual lo que Karol pudiera hacer, o no. Yo solamente aplaudía muy dichoso demostrando que me agradaba la sorpresa que los había obsequiado Edrian. Mi extraña manera tan liberal de tomar las cosas, claramente le sorprendía a los invitados. Seguramente más de uno se puso a sacar conclusiones apresuradas de mi misteriosa mente abierta.