Los días pasaron, y la mudanza ya era todo un hecho que se presentaba como una bofetada directamente en el rostro. Al parecer Karol era la única entusiasmada con dejar de vivir en la mansión más lujosa del mundo solamente por cumplir una especie de meta extraña que se había trazado desde niña. Según ella quería ser independiente de su padre para demostrarle que existe todo un mundo fuera de la comodidad de su lujosa propiedad. Lamentablemente debía acompañarla quisiera, o no. De eso se trataba el pacto que habíamos hecho, y yo estaba obligado a vivir junto a ella en esa casa ordinaria en el centro de la ciudad. Realmente no estábamos tan lejos de la mansión Thorme. Solamente nos separaban algunas calles, eso quería decir que si Karol llegaba a arrepentirse, podríamos llegar incluso hasta caminando. El señor Thorme había colocado como condición, que vivieran de manera independiente. Sin embargo jamás mencionó nada de que sus hijas debían salir de su casa. Eso fue un pequeño punto que la terca de Karol utilizó a su favor para aprovecharse de la situación, y enseñarle una valiosa lección al hombre que le propinó la vida. Mientras tanto yo seguía lamentando ese año que debía pasar fingiendo este matrimonio arreglado. La única cosa que me animaba, era pensar en todos esos millones que tendría cuando esta locura finalizara. Eso hacía que todo valiera la pena, todo mi sacrificio sería muy bien recompensado. Únicamente debía mantener la cordura, y no permitir que Karol me volviera loco. La casa era toda una belleza siendo sincero, pero comparada con la extravagante mansión Thorme, quedaba como un simple agujero de ratas. Cada vez más lamentaba haber salido de la gigantesca propiedad de mi suegro a medida que examinábamos el interior de esa vivienda. Los vecinos parecían ser muy amables. De hecho entre ellos había una hermosa chica que resaltaba con unas curvas voluptuosas. Por un momento pensé que tal vez no estaría tan malo vivir en ese lugar después de todo.
— ¿Entonces? ¿Qué te parece? — preguntaba Karol una vez que habíamos terminado el recorrido justo antes de que los empleados del señor Thorme comenzaran a descargar la mudanza desde esos gigantescos camiones.
— ¿Es en serio? Sabes que te voy a responder Karol. Tú eres la única persona en todo el mundo que preferiría vivir en esta choza pudiendo vivir en la elegante mansión de tu padre. ¿De verdad crees que lograras enseñarle una lección a tu padre? A estad alturas tu papá la única lección que estará deseando aprender será una clase de baile dictada por Manuela completamente desnuda — dije muy molesto por esa tonta decisión de Karol.
— ¡Por favor Ander! Tampoco es tan malo vivir acá, seguramente vivirás mejor que como vivías en tu país. Además solamente es un tiempo muy corto, ya verás que todo pasará tan rápido que ni siquiera lo vas a notar.... Y acerca de mi padre, sabes que ya hablamos con él. Personalmente nos prometió que no tendría nada con esa vulgar striper, incluso nos aseguró que ya ni volvería a buscarla nunca más. Grscias eso es que pude mudarme tranquila sabiendo que esa caza fortuna no pondrá nunca más un pies sobre la mansión de mi padre — comentó Karol provocando mi sonrisa sarcástica. Era muy obvio que Karol no tenía la menor idea de que tan mentiroso puede ser un hombre enamorado tratando de evitar que se metan en su relación, y que mientras más lo prohibieran, más rápido él querría estar con Manuela.
A las elegantes puertas de la mansión Thorme llegaba una mujer muy sensual vestida con ropa totalmente vulgar y llamativa. Todos los empleados volteaban impactados para mirarla pasar. Desde los escoltas hasta los jardineros. Todos se peleaban para ver pasar a la señorita que hermosos senos que dejaba muy poco a la imaginación. Sin que nadie pudiera detenerla, caminó hasta llegar a la entrada principal de la propiedad, y allí tocó en varias oportunidades hasta que finalmente alguien le abrió la puerta. Se trataba de la sirvienta personal de el señor Thorme, quién rápidamente la observó de pies a cabeza preguntándose internamente como habría hecho una mujer tan vulgar para burlar la seguridad del portón para conseguir llegar hasta allí, pero ya ni modo. Sea cuál sea la estrategia hubiera usado para entrar, no avanzaría más de allí. Ni loca la dejaría entrar en la mansión.
— ¡Buenas tardes! Lo siento, pero en esta propiedad no aceptamos ningún tipo de vendedor ambulante, ni tampoco se requieren los servicios que una mujer como usted tiene para ofrecer. Así que debo pedirle amablemente que desaloje el área, y regrese por dónde vino — decía la sirvienta de manera muy directa.
— No, lo siento. Usted es la que no ha entendido. Yo estoy buscando al señor Thorme — indicó la chica sin ninguna intención de marcharse.
— Es una pena, pero el señor Thorme no se encuentra en estos momento, pero puede irse tranquilamente. Le aseguro que le diré con mucho gusto que usted vino — insistía la sirvienta deseando que ella se fuera.
— ¡Qué extraño! Porque él mismo me acaba de mandar a buscar para que viniera hasta acá — informó muy extrañada.
— !Ella dice la verdad! Yo la mandé llamar — dijo el señor Thorme repentinamente sorprendiendo a la señora de servicio — a partir de hoy ella es perfectamente bienvenida en esta mansión cuando quiera. Corre la voz con todos los empleados, porque quiero que desde este momento todos se dirijan a ella con mucho respeto como la señorita Manuela. ¿Está claro?
— ¡Pero señor Thorme — exclamó la señora de servicio completamente extraña e impactada.
— ¿Pero qué Gertrudis? ¿Acaso no fuí lo suficientemente claro? — gritó el señor Thorme con mucha autoridad.
— Si, señor Thorme. Con permiso. Buenas tardes señorita Manuela. Sea usted bienvenida — expresó la señora de servicio inclinándose un poco para hacer una reverencia. Incluso ella entendía la locura que estaba cometiendo el señor Thorme. Y que eso traería muchos problemas entre él y sus hijas. Una nube gris se avecinaba justo sobre el elegante jardín de los Thorme.