Para mí se estaba haciendo rutina dormir en los muebles. Desde que me casé con Karol, esas habían sido mis mejores camas mientras ella abarcaba la cama matrimonial para ella sola. Esa mañana me encontraba disfrutando cómodamente del mejor sueño del mundo. Me veía allí en una piscina privada junto a cinco mujeres que me atendían como a su dios. Me daban uvas en la boca, abrían mi cerveza para darmela directamente, y que no fuera necesario que usara mis hermosas manos. Esa es el tipo de vida que siempre me había merecido, esa clase de sueño de los que no quieres despertar jamás. Sin embargo aunque mi matrimonio era falso, las discusiones y las peleas eran completamente reales. Karol me despertaba al igual que una mujer casada despertaría a su marido cuando está molesta. Vertía un poco de agua en mi cara, yo suponía en el sueño que me estaba ahogando dentro de la piscina cuando en realidad se trataba de la señora Blanco divirtiéndose al verme como me levantaba desesperado buscando oxígeno para respirar, y no terminar con los pulmones repletos Dent agua. Al abrir los ojos, lo primero que ví fue su rostro mirándome con esa tradicional pose de las mujeres cuando están molestas. Brazos cruzados, cadera ligeramente recargada a un lado en específico, y esa expresión en sus rostros que es simplemente inconfundible.
— ¿Qué diablos te sucede? ¿Te has vuelto completamente loca? ¿Porqué me has empapado de esa manera? — grité fuertemente son poder entender los motivos que la habían llevado a hacer algo así.
— Te he dicho un millón de veces que debes levantar la tapa del inodoro cuando vayas a orinar en el retrete. No tienes idea de lo desagradable que es sentarse allí y sentir los la humedad de tu orina. Es algo tan repugnante que incluso que se me ha quitado el apetito — Karol hablaba con mucha molestia mientras seguía gestualizando con las manos para describir las cosas que habían ocurrido en su baño.
— ¡Eres una demente! ¿En serio me despertaste con agua helado en el rostro, solamente para decirme eso? — Por más que lo pensaba no hallaba manera de entender el comportamiento histérico de Karol, como si se estuviera tomándose ese papel muy enserio, lo que podía llegar a ser aterrador en algunos puntos.
— ¡Entonces deja vivir como animal, y comienza a vivir como un ser humano! — indicaba Karol en ese tono regañón que tanto odiaba.
— ¿Como ser humano dices? Pues déjame informarte que los seres humanos duermen en camas cómodas, y no en viejos muebles rústicos que le estropean la espalda. Sinceramente no sé a que le temes que duerma contigo, si no tengo la más mínima intención de intentar nada contigo. Conmigo estaría totalmente a salvo. Es como si durmieras con tu mejor amigo gay, que sabes rotundamente no tiene ninguna ganas de tocarte, nada, ni siquiera de verte desnuda. Conmigo estás completamente fuera de peligro. Te lo aseguro — exploté sincerándome finalmente luego de un par de semanas de este matrimonio falso que no tenía ningún tipo de sentido. Únicamente nos unía ese amor que ambos sentíamos al dinero, y la extravagante vida que este nos daría cuando toda esta locura acabara.
El timbre de la casa comenzó a sonar. Alguien llamaba incesantemente una y otra vez para que le abriéramos la puerta. Obviamente tuve que ir yo para hacer el trabajo que Karol odiaba. Ella no soportaba las visitas, mientras que yo guardaba la esperanza de que fuera la candente vecina solicitando un poco de azúcar. Mis ojos casi se derriten cuando al abrir la puerta lo primero que miré fue el horrendo rostro de Kenia esperando allí parada. Sin duda fue es susto de mi vida. Aunque también me causó mucho asombro de ver a mi cuñada en esa casa, no solamente por el hecho de que haya jurado que jamás nos visitaría, si no también tomando en cuenta que nos odiaba con todo su corazón. Como quiera que fuera era impactante verla en el umbral de la puerta sosteniendo una maleta.
— ¿Kenia? Pero no estoy entiendo absolutamente nada. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Porqué traes una maleta? ¿Qué ha pasado en la mansión? — Karol preguntaba muy preocupada. Era bastante obvio que la única manera de que Kenia hubiera ida a parar sus pies hasta nuestra humilde casa, se debía a que algo muy grave habría pasado en la casa de su padre, el multimillonario y respetado magnate conocido como el señor Thorme.
— ¡Oh hermana! Todo ha sido tan horrible. Se trata de nuestro padre. El muy ingenuo está totalmente empecinado en casarse con la vulgar stripper que nuestro primo Edrian llevó a la boda de ustedes. Esa arpía claramente le ha lavado el cerebro. Ahora ya no razona, dice cosas sin sentidos, y toma decisiones que simplemente favorecen a esa bailarina de quinta. Lo peor de todo es que se ha llevado a vivir dentro de la mansión. Yo tomé mis cosas y decidí venir a vivir contigo. Me niego rotundamente a poner un pie en las mansión Thorme mientras esa mujerzuela continúe allí. Es por ello que vengo a solicitar tu ayuda, Karol. A pesar de nuestras diferencias, es nuestro deber unirnos para liberar el apellido Thorme de esa horrenda nube negra que se ha posado sobre nosotros — Kenia hablaba firmemente diciendo las cosas que habían venido pasando en la mansión Thorme. Era increíble que finalmente Manuela hubiera logrado meterse en el patrimonio familiar de Karol. Sin embargo había algo que no me gustaba de todo esto, y era el hecho de que Kenia se viniera a vivir con nosotros. Sin duda eso nos complicaría mucho el plan que teníamos. Ahora debíamos disimular mucho más una aparente vida de esposos que eran felices juntos. De lo contrario ella podría sospechar de la gran farsa que habíamos creado con este matrimonio arreglado.
Karol se quedaba allí petrificada sin saber que hacer o decir. Todo estaba pasando muy rápido. No había manera humana en la que ella pudiera negarle asilo a su propia hermana, pero por otro lado también estaba pensando exactamente lo mismo que yo. Ahora todo se complicaba mucho más. Debíamos empezar a vivir como un verdadero matrimonio quisiéramos o no.