Luego de ir al baño con la única intención de disfrazar mis verdaderas intenciones. Traje un poco de agua amablemente a mi cuñada Kenia quién sonreía gratamente al recibirla. Después de eso fuí directamente a la habitación que compartía con Karol para continuar aterrorizandonos con ese extraño comportamiento de su hermana. Ella todavía no podía creer que fuera Kenia la mente maestra detrás de aquel plan malvado para que el señor Thorme se casara con Manuela solamente por un simple capricho suyo. Resultaba perturbador pensar que pudiera ser más importante hacernos la guerra a nosotros, que la felicidad de su propio padre. Rápidamente cerramos la puerta dejándola justo en dónde se hallaba sentada sentada leyendo aquel libro tranquilamente.
— ¿Ahora si me crees? — pregunté susurrando en baja voz apenas se cerró la puerta.
— Lo siento por dudar de tí, Ander. Pero, ¿Y ahora que haremos? Necesitamos ideal algún plan hacerle creer de una vez por todas que si nos amamos como el matrimonio feliz que supuestamente somos — respondió Karol muy preocupada.
— No me gusta decir “te lo dije", pero literalmente te lo dije Karol — fue tan satisfactorio poder restregar mi triunfo en el rostro de mi esposa. Aunque eso no era lo más importante en ese momento, si que se sintió bien.
— Luego tendrás tiempo para regocijarse con la victoria, Ander. Por ahora necesitamos pensar en algo que pueda callarle la boca a esa arpía malintencionada — sugirió Karol.
— ¡Ya sé! Súbete a la cama — indiqué teniendo una idea que podía ayudarnos a salir de esa situación.
— ¿Qué? ¿A la cama? ¿Y eso para qué? ¿Te volviste loco? — renegó ella escandalizandose un poco.
— ¿Sabes como gemir? ¿Alguna vez lo has intentado? — necesitaba la mayor colaboración de Karol para que mi plan saliera bien. De lo contrario no tendríamos éxito — Vamos a fingir que tenemos sexo.
— ¿Gemir? ¿Así como en las películas par adultos? ¿Crees que podremos convencerla fingiendo tener sexo? — Karol duda rotundamente de mi idea, seguramente para una persona virgen eso sería la mayor locura que habría escuchado en su vida.
— ¿Tienes un mejor plan? — pregunté siendo muy rotundo. Necesitaba hacerla entender que no estaba bromeando.
— ¿En serio crees que podamos engañarla? — cuestionó.
— Debemos al menos intentarlo. Solamente sube a la cama y comienza a brincar fuertemente. Necesitamos que los resortes hagan mucho ruido para que se escuche mucho más creíble — indiqué — ¿Sabes gemir o no?
— Si, bueno. Puedes ser que en algún momento, quizás haya visto alguna película para adultos por simple curiosidad. Sé cómo gimen las actrices de esas cintas, pero no puedes esperar que yo vaya a hacer algo así — exclamó Karol negándose una vez más.
— ¿Quieres o no quieres heredar las compañías, y todos los millones de tu padre? — expresé terminando de convencerla.
— Está bien, está bien. Lo haré, pero solamente por esos millones de dólares, y pobre de tí si algún día mencionas un sola palabra acerca de este momento — amenazó Karol ferozmente.
Karol subió a la cama junto a mí, y juntos comenzamos a saltar en la cama lo más alto que podíamos. Le indicaba con mis ojos que debía empezar con su sensual recital de gemidos. Éramos como dos niños jugando a las peleas de almohadas. Ella daba su mejor demostración de entonación orgásmica gritando de manera sutil al ritmo de los brutales rechinidos de los resortes accionados el peso de nuestros cuerpos cayendo sobre ellos una y otra vez. Kenia se sorprendía al escuchar eso de forma repentina estando tan cerca de la habitación. Sus ojos casi salían de sus cuencas debido al enorme asombro.
— ¡Oh sí! ¡Ander, lo haces muy bien! — gritaba Karol muy metida en su papel.
— ¿Te gusta? ¿Continúo así? — colocaba mis manos alrededor de mi boca en forma de megáfono para amplificar mi voz, y lograr que se escuchara mucho más fuerte en las afueras de la habitación.
— ¡Si por favor! No te detengas... ¡Lo haces muy rico! — Karol me seguía la corriente en aquella disparatada ocurrencia. Por suerte para nosotros estaba resultando de excelente manera. Kenia se estaba creyendo el nuestra actuación por completo.
— ¡Me encantas demasiado! — grité golpeando un glúteo de Karol repentinamente.
— ¡Oye! ¿Qué te pasa? Porqué me nalgueas? — reclamó en baja voz mirándome muy molesta.
— ¡Lo siento! Creo que me dejé llevar — dije muy apenado — Lo estás haciendo excelemente bien, continúa — sugerí temiendo a ser golpeado.
Karol me obedeció, y continúo con esos cánticos naturales con los que estábamos convencido a Kenia de que nuestro matrimonio no solamente era real, sino que también nuestros encuentros nocturnos eran realmente potentes. La muy beata no sabía qué hacer, qué decir, o simplemente como reaccionar. Aparentemente no esperaba escucharnos “teniendo relaciones sexuales", puesto que ella estaba convencida que nos había descubierto infragantis en la mentira, pero ahora debía correr avergonzada hasta su cuarto anotando fuertemente la puerta de su habitación. Eso nos hizo saber que había funcionado. Ahora estábamos listo para dar el gran final.
— ¿Estás lista para terminar? — pregunté acercándome a ella mientras que ambos brincamos al mismo tiempo sobre la cama.
— ¡Ooooh! ¡Oh Dios mío! ¡Me vengo! ¡Me vengoooooo! ¡Si te detienes te mato, Ander! — gritaba Karol fuertemente estremeciendo toda la casa. Seguramente se merecía una estatuilla de la academia por su actuación de esa noche — ¡Ooooohh! — gritó agudamente fingiendo un orgasmo, haciendo a su vez que Kenia colocara la almohada sobre su rostro para dejar de escuchar aquel bochornoso escándalo.
— ¡Ahora es mi turno! — también gritaba acercando mi boca a la pared que separaba nuestra habitación de la habitación dónde dormía Kenia para hacerlo mucho más incómodo para ella — ¡Aaaaahhhhh! — Liberé una gran cantidad de aire de mi cuerpo con la intención de similar esa expresión de relajación que nos produce el placer de un buen orgasmos.