Karol intentó por todos los medios posibles, hacer que su padre entrara en razón y desistiera de casarse con Manuela. Sin embargo el insistió hasta el final diciendo que era una decisión definitiva, la cuál había tomado luego de mucha meditación. Eso quería decir que era irrevocable, y que no había nadie en todo el planeta que pudiera hacerlo cambiar de parecer. Ellos estuvieron hablando durante una hora en el despacho del señor Thorme dónde él a su vez le reclamaba por lo mal que había tratado a Kenia, su hermana. Mientras todo esto sucedía, yo me encontraba sentando junto a la entrada del despacho que yacía a puestas cerradas. Aún así podía escuchar claramente cada una de las palabras que se emitían en esa discusión entre padre e hija. Finalmente la puerta se abría para que Karol saliera muy molesta caminando con una actitud decidida, y atrás de ella salía el señor Thorme como si estuviera siguiéndola.
— ¡Ander, nos vamos inmediatamente de esta mansión! — gritó Karol realmente enfadada.
— ¿Estás segura? — pregunté con mucho pesar debido a la tristeza que me causaba el hecho de volver a irme de la mansión.
— Si. Ya me escuchaste. Nos vamos ahora mismo de regreso a casa. No pienso ser parte de esta farsa, ni tampoco quiero ver cómo esa vulgar cabaretera se queda con toda la mansión, solamente porque mi padre no es capaz de tener un poco de amor propio — aseguró Karol quién seguía histérica para en la puerta de aquel despacho.
— ¿En serio no puedes dejar tus prejuicios a un lado para acompañarme en un día tan especial para mí? ¿Es el día de mi boda con la mujer que más he amado en esta vida? ¿Y no podré contar con la compañía de ninguna de mi dos hijas? — el señor Thorme lucía bastante afectado por las palabras de Karol y la ausencia de Kenia. No debe ser fácil tener el odio de las personas que amas solamente por pensar en tu felicidad.
— Quizás eso te haga pensar un poco en el error que estás cometiendo, y el ridículo tan grande que estás haciendo delante de todas esas personas. Y tienes razón papá. Quizás si es la mujer que más amado en tu vida. Así no nunca amaste a mi madre, o la mamá de Kenia. El problema es que existe una pequeña diferencia, ellas si te amaron a tí. Algo que Manuela nunca va a poder lograr, porque el único amor que ella conoce, es el amor por el dinero. Dinero que casualmente tú tienes en grandes cantidades. Hoy en la tarde cuando estés por firmar ese papel, quiero que pienses al menos un minuto si de verdad vale la pena perder el respeto y la admiración de tus hijas solamente para casarte con una mujer que ha pasado toda su vida bailando, desnudándose, y vendiendo su cuerpo por dinero. Te quiero mucho papá, y espero la pases maravilloso en tu boda — exclamó Karol comenzando a caminar para salir de la mansión.
— ¡Karol! ¡Karol por favor espera! — gritaba el señor Thorme. Sin embargo Karol continuaba su rumbo totalmente decidida a no volver.
— ¡Incómodo! — dije en un tono muy agudo al quedar en medio de aquella escena de drama familiar entre un padre y su hija.
— ¡Ander! Tú eres su esposo. Por favor trata de hablar con ella. Debes convencerla de volver. Yo necesito que mis hijas estén presentes en el día más importante de mi vida — suplicó mi suegro quizás mirándome como la última esperanza que le quedaba para lograr hacer cambiar a Karol de opinión.
— ¡Querido señor Thorme! ... Mejor dicho, querido suegro — dije mientras colocaba mi mano sobre su hombro — No consigo lograr que Karol me haga el desayuno por las mañanas, ¿Y usted cree que voy a arreglar sus conflictos familiares? ¡Ja! — reí de formar burlista al mismo tiempo en el que salía de ese lugar caminando también lentamente.
— ¡Ander! ¡Apresúrate! — gritó Karol muy molesta en forma de regaño haciendo estremecer toda la mansión.
— ¡Ya voy cariñito! — respondí sumisamente apurando el paso para llegar hasta dónde estaba ella.
Afuera nos esperaba un taxi que nos llevaría de regreso a casa. Fue entonces cuando finalmente reaccioné recordando que nuestro matrimonio era arreglado, y que realmente ella no era mi esposa.
— Un momento. Yo no tengo porqué volver contigo. No eres mi esposa, yo no te debo respeto porque no soy tu esposo, y no es necesario que regrese a casa porque no estamos casados realmente — comenté repentinamente analizando la situación.
— ¿A qué quieres llegar con esto? — preguntó Karol sin lograr entender nada.
— ¡Karol! Tú siempre serás la hija de un poderoso multimillonario. Siempre serás bienvenida en la mansión, y estarás invitada a este tipo de celebraciones solamente por llevar el apellido Thorme. En cambio yo no soy nadie en este mundo, Karol. De hecho esta podría ser la última vez que tenga la oportunidad de asistir a una fiesta de alto prestigio como esta, y es que si de verdad el señor Thorme decide hacer herdera a Manuela, yo volveré a ser un don nadie — comencé a expresar la verdad de mi vida estando un poco melancólico por todo lo que podría pasar.
— ¿Entonces te quieres quedar? ¿Prefieres estar en una fiesta sin sentido que volver conmigo a casa? — preguntó Karol un poco triste y con los ojos completamente húmedos.
— ¡Deja de hablar como si fuéramos esposos! Porque no lo somos. Todo esto es un simple arreglo. Arreglo que por cierto está en peligro por la boda tu padre. Si todo esto se va a ir al demonio, al menos voy a disfrutar todo lo que pueda.. — grité muy molesto por la actitud controladora de Karol.
— Tienes razón. Eres totalmente ibre de hacer lo que quieras. Espero disfrutes mucho boda de mi padre — Karol abordaba ese taxi sin mí, y ordenaba al conductor a dónde debía llevarla.
Nunca entendí porque me sentí tan solo cuando ese automóvil amarillo comenzó a alejarse de mí llevándose a Karol. Solamente sé que me quedé allí mirándolos andar hasta perderse en el horizonte. En ese momento no lo sabía, pero en algún lugar, en algún hotel cercano. Kenia había alquilado una habitación dónde se encontraba de la misma manera mirando a través de la ventana extrañando a su padre y hermana. El señor Thorme no era la excepción. Él miraba también a través de la ventana de su despacho en dirección de los jardines. Pensando en lo que estaba haciendo, y en lo solitario que se sentía sin la compañía de sus hijas, a pesar de que la mansión se encontrara repleta de personas invitadas a la boda. Es justo en este tipo de momentos cuándo entendemos la consecuencia de nuestros actos. El orgullo es una bestia capaz devorar las esperanzas de que las cosas bonitas vividas entre personas que se aman, vuelvan a repetirse.