El salón se encontraba lleno de música, personas elegantes e hipocresía, mucha hipocresía. Mi pesadilla hecha realidad. Los invitados eran de diferentes países y al parecer, esperaban cerrar muchos acuerdos de negocios.
Los hombres más deseados de todo México estaban allí vestidos de saco y corbata, así que todas las mujeres se habían vestido para la ocasión, deseosas de impresionar. Habría deseado ser la excepción, pero como de costumbre mi madre tuvo que meter su mano en el asunto para escoger mi atuendo. Si fuera por mí habría escogido cualquier harapo con tal de avergonzar a mi padre, sin embargo terminé usando un vestido negro ceñido al cuerpo que me llegaba hasta arriba de las rodillas y dejaba mi hombro derecho al descubierto. Como de costumbre, la elección de mi madre fue del agrado de todos menos del mío. Yo hubiese preferido algo más sencillo y cómodo, pero si me hubieran dado a elegir no estaría allí en primer lugar.
Por suerte Mateo y Valery también llegaron y me hacían compañía, no sabría qué hacer si no estuvieran ellos.
Por cuarta vez un hombre se acercó a mí e intentó hacerme plática mientras los chicos estaban distraídos, así que tuve que hacer uso de la poca paciencia que me quedaba para lidiar con él. Era un hombre mucho mayor que yo, de estatura baja, y para el colmo con calvicie. Empezó a hacerme muchas preguntas como si nos conociéramos de toda la vida y yo me mostré indiferente, aunque al parecer no lo suficiente porque no entendió el mensaje.
‒Eres una chica muy hermosa. ¿Te gustaría ir de vacaciones conmigo? ‒preguntó con acento extranjero.
No pude evitar fruncir el ceño. ¿De verdad creía que iba a responder afirmativamente?
‒¿Y por qué habría de hacer tal cosa? ‒Mi voz ya no sonaba tan tranquila. Lo enviaría al infierno si no hubiera tanta gente.
‒Si vienes conmigo lo descubrirás.
Él se puso a reír y yo solo pude sentir repulsión. Era otro millonario egocéntrico acostumbrado a tener muchas mujeres a su disposición, más de lo mismo. ¿Por qué tenía que venir a fastidiarme a mí habiendo tantas mujeres en el salón?
‒¿Se puede saber por qué está molestando a mi hermana? ‒Mateo al fin intervino con voz firme.
Aquel hombre no respondió y se limitó a observarlo. Mateo era un hombre muy imponente y al pararse junto a él lo hacía parecer una cucaracha. Gracias al cielo estaba allí para cuidarme, aunque no contaba siempre con esa suerte.
‒Te informo que es una menor de edad y puedes pagar muy caro tu insolencia ‒agregó Mateo metiendo las manos en sus bolsillos. Era un excelente mentiroso, nadie dudaría de sus palabras, pero en realidad yo no era menor de edad y tampoco éramos hermanos.
‒No lo sabía, mis disculpas a la señorita ‒diciendo eso me dedicó una última sonrisa antes de desaparecer entre la multitud.
‒¿Qué sucede con estos tipos? ¿No pueden ver hacia otro lado? ‒preguntó él con una sonrisa.
Rodé los ojos y Valery y él comenzaron a reírse. Para ellos era una situación divertida, mientras que para mí era de lo más incómodo. Uno de los meseros se acercó a nosotros y agarramos otra ronda de bebidas. Estábamos parados en una esquina lejos de la pista de baile para evitar el peligro y aun así llegaban personas a fastidiarnos. La situación se me estaba haciendo insoportable.
‒No entiendo por qué tengo que estar aquí. No estoy interesada en ningún acuerdo ‒expresé llena de ira. Estaba apretando mi copa con una fuerza innecesaria porque era lo único que podía hacer.
‒El concepto es simple Spencer. Debemos ser un adorno, eso es todo ‒respondió Valery con tranquilidad antes de darle un trago a su bebida. Al menos su padre no la trataba como el mío.
‒¿Cuándo regresas a la universidad? ‒pregunté llena de envidia.
‒Dentro de unas semanas. Quisiera estar más tiempo aquí en México, pero el deber llama.
Volteé a ver a Mateo.
‒Y supongo que tú desaparecerás mágicamente al mismo tiempo.
Él se compuso la corbata mientras vigilaba que no hubiera moros en la costa.
‒Por supuesto. No importa cuánto me esté vigilando el señor Martínez, no tendrá la remota idea de a donde me fui ‒diciendo eso me guiñó un ojo.
‒No puedo creer que aun no sé haya dado cuenta. Ustedes lo manejan muy bien ‒afirmé viendo de lejos a los padres de Valery. Ambos estaban bailando una canción lenta en la pista de baile y se veían muy enamorados, todo lo contrario a mis padres que siempre solían estar separados. Mi madre se encontraba cerca de la pista de baile hablando tranquilamente con sus amigas mientras que Octavio no aparecía por ningún lado. Seguramente estaba hablando de negocios en alguna parte.
‒Mira quien habla, la persona que ha tenido escondida a Camilo por más de dos años ‒dijo Valery.
‒Quisiera que estuviera aquí conmigo ‒susurré casi para mí misma, aunque sabía perfectamente que no era posible.
‒Ya viene siendo hora de que empieces a pensar en tu propia felicidad. Yo llevo años planificando el paso que quiero dar, solo estoy fingiendo que hago lo que mi padre quiere, pero en cuanto termine la universidad le demostraré mis verdaderas intenciones y tú deberías hacer lo mismo ‒comentó Valery decidida.
Editado: 19.07.2021