Agarré todo el dinero en efectivo que tenía y todas mis joyas y las puse dentro de mi bolso. Mis joyas valían una pequeña fortuna y eso nos permitiría a Camilo y a mí vivir bien por un tiempo. Era obvio que nuestros ahorros se iban a acabar un día y que comenzaríamos a tener problemas económicos, pero eso no me preocupaba en absoluto. Lo había pensado por demasiado tiempo y estaba lista para enfrentarlo.
El recuerdo del día en que conocí a Camilo seguía muy presente en mi mente. Octavio estaba gritándole a mi madre ese día y no pude soportarlo más y terminé diciéndole que era un monstruo y que lo odiaba, él me golpeó por contestarle y yo terminé huyendo de casa para no verlo. Mis guardaespaldas me siguieron, no obstante, me adentré en una marcha que había en el centro y no pudieron seguirme el rastro.
Quería estar sola aunque fuera solo por un momento así que entré a un supermercado y fingí que iba a comprar algo, solo para poder quedarme en el pasillo. Mi nariz goteaba sangre y me dolía demasiado, pero no tenía ni siquiera un miserable pañuelo a mi alcance. Me hervía la sangre y estaba tan molesta que comencé a llorar y no pude detener mis lágrimas.
Fue entonces cuando alguien me tocó el hombro y lo vi… Era un hombre moreno de ojos cafés y de barbilla pequeña, tenía un cabello oscuro muy lindo y era de altura promedio y contextura delgada. Llevaba puesto el uniforme del supermercado, pero no me di cuenta en ese momento. Nunca nos habíamos encontrado antes.
Él se mostró muy preocupado por mí y me extendió un pañuelo, estaba sufriendo una crisis nerviosa y no fui capaz de hablar así que me llevó a la bodega del supermercado y usó el botiquín de primeros auxilíos para limpiar mi herida. Ni siquiera me conocía, pero fue muy amable conmigo.
Al principio me hizo varias preguntas, sin embargo al ver que guardaba silencio cambió el tema para distraerme un poco. No le expliqué nada en ese momento, pero él ya intuía que yo sufría violencia intrafamiliar. Las horas pasaron y yo seguía reacia a moverme de mi lugar, así que sus compañeros de trabajo lo cubrieron y él se quedó a mi lado conversando conmigo. Octavio tenía muchos enemigos así que era raro para mí conocer a un hombre sincero que no tuviera intenciones de hacerme daño o vengarse de él.
Cuando el reloj dio las doce de la noche supe que no podía retrasar más mi regreso a la mansión. Odiaba la idea con cada vibra de mi ser, pero no me sentía capaz de poder huir del país sola. Grave error de mi parte. Camilo me acompañó hasta la salida y me pidió mi número, fue una sorpresa para mí, sin embargo acepté y escribí mi número en su antebrazo.
Nunca olvidaré la reacción de Octavio cuando regresé a la mansión esa noche, sabía que un ejército de guardaespaldas me había buscado por horas y estaba lista para recibir sus golpes. De hecho, había llorado tanto que me daba igual que me matara, sin embargo cuando lo encontré en la sala me intrigó verlo tranquilo y relajado. Ni siquiera se veía molesto. Me quedé inmóvil mientras se acercaba a mí y todo lo que hizo fue acariciar mi cabeza y decir: “Sabía que volverías”
Camilo y yo empezamos a escribirnos desde ese día y fui muy cuidadosa para que nadie se diera cuenta. Ni siquiera se lo dije a mi madre porque aquel incidente había marcado un antes y un después en mi relación con ella, no tenía por qué defenderla ella podía hacerlo sola si quisiera. Camilo era muy simpático y atento y no era capaz de tratarme de otra forma que no fuera con dulzura. Me encantaba que fuera una persona humilde, porque estaba harta de conocer a hombres arrogantes y machistas. Me sentía como una persona normal cuando estaba junto a él, por eso no tardó mucho en ganarse mi confianza y terminé contándole mi historia. A partir de ese día empezó a compartir mi odio hacia Octavio y comenzó a ser muy protector conmigo.
Mientras me preparaba para escapar veía hacia atrás y solo podía culparme por mi debilidad. Debí haberlo hecho ese día, debí haberme ido sin voltear atrás. Mateo y Valery siempre me decían que no me preocupaba por mí misma y tenían razón, pero ya todo había terminado. Me iba a cambiar el apellido en cuanto pudiera.
El reloj marcaba las nueve de la mañana y mi corazón latía descontroladamente así que me tuve que recordar a mí misma que Octavio se encontraba ocupado en su oficina fuera de casa y que no regresaría hasta la noche. Para esa hora ya estaría muy lejos.
Miré toda mi ropa y mis zapatos, no necesitaba nada de eso. Abrí uno de mis cajones y agarré una foto de mis padres, la había conservado para la ocasión, mi madre salía sonriendo a la cámara mientras que Octavio estaba de espaldas distraído con su teléfono. Rompí la foto por la mitad con mucho cuidado y puse la foto de mi madre dentro de mi mochila. Me partía el corazón irme sin despedirme de ella, pero no podía ser de otro modo. Tenía que ser fuerte. Una lágrima se escapó de mis ojos y tuve que secármela rápidamente. La única razón por la que no había huido antes fue por ella, no quería dejarla sola con ese monstruo, pero ella estaba allí voluntariamente así que era hora de pensar en mí y en mi felicidad. Abrí la puerta de mi cuarto y no vi a nadie en el pasillo así que bajé las escaleras sigilosamente y cuando puse mi mano sobre la manija de la puerta principal oí su voz.
‒¿A dónde vas? ‒preguntó mi mamá.
Cerré los ojos y traté de tranquilizarme antes de voltear a verla. Ella estaba en el piso de arriba junto a las escaleras, vestía ropa cómoda y se veía cansada. Nunca pude mentirle de forma exitosa así que me ponía nerviosa la idea de meter la pata.
Editado: 19.07.2021