Matrimonio Infernal

Capítulo 6

Los días pasaban y pasaban sin que yo me diera cuenta, Octavio había duplicado mi número de guardaespaldas, sin embargo ellos pasaban todo el día sentados en el jardín porque yo nunca salía de mi habitación. Me sentía demasiado deprimida y batallaba todo el tiempo con la idea de suicidarme.

La vida ya no tenía sentido para mí, mis amigos me llamaban varias veces al día para levantarme el ánimo y asegurarme que todo iba a estar bien, pero en realidad nada iba a estar bien, Octavio se veía muy confiado últimamente así que presentía que ya me había vendido como cualquier mercancía.

Si tan solo pudiera saber cómo estaba Camilo… estaba dispuesta a sacrificarme con tal de que él estuviera libre, pero ni siquiera podía negociar eso y era muy probable que estuviera encerrado entre cuatro paredes con dos guardias.

Mateo y Valery habían intentado visitarme varias veces, pero Octavio les había prohibido la entrada a la mansión para castigarme. ¿En qué estuvo pensado mi madre cuando se casó con él? Ah, sí. Fue un matrimonio arreglado, pero el problema es que ella si se enamoró de él. ¿Qué habrá visto en Octavio aparte de arrogancia y maldad pura? No era como si tratara bien a las mujeres. Nos veía como objetos en una jugada de ajedrez.

Me obligué a mí misma a salir de mi cama y me senté junto a la ventana para intentar leer un libro, no era de romance así que le di una oportunidad esperando que pudiera distraerme, no obstante, leía párrafos y párrafos sin entender nada. Tiré el libro a un lado y miré el paisaje de afuera.

Las flores del jardín se veían hermosas y elegantes, me recordaban a nuestra última jardinera: Rubí. Ella era una chica de 18 años con pecas muy lindas y cabello rizado que había sido contratada temporalmente por nuestro mayordomo. Trabajó para nosotros durante menos de un mes y me pareció una chica muy dulce y divertida, nos hicimos amigas desde el primer día en que nos conocimos y solía ayudarla a regar las flores por las mañanas. Me había encariñado mucho con ella hasta que un día regresé de ver a Camilo y descubrí que se había marchado sin dejar rastro, ni siquiera se despidió de mí. Octavio era el único que se encontraba en casa y siempre creí que tuvo algo que ver con su renuncia.

Dejé de ver el jardín y vi más allá. Había guardias y más guardias. Arruinaban por completo la vista y le otorgaban un aire angustiante a toda la mansión. Los guardaespaldas se turnaban para estar de pie alrededor de la casa, lo cual me parecía una estupidez porque no tenía forma de escapar.

De repente alguien tocó a mi puerta y me sacó de mis pensamientos, no solía recibir a nadie que no fueran las chicas de servicio así que esperaba que se tratara de ellas. Abrí la puerta con recelo y me empezó a faltar el aire cuando vi que era Octavio. Él no esperó a que lo invitara a pasar e invadió mi espacio con las manos en los bolsillos. Se veía tranquilo, pero era capaz de golpear a alguien con la misma tranquilidad.

‒Si sigues encerrada en estas cuatro paredes te hará daño exponerte al sol cuando salgas –se burló.

‒No pienso salir.

‒Tendrás que hacerlo ‒diciendo eso volteó a verme. Sus ojos negros tenían la misma frialdad de siempre‒ Te conseguí al esposo perfecto y está ansioso por conocerte.

Traté de actuar con normalidad, pero sentía que el aire no llegaba a mis pulmones.

‒Si es perfecto para ti… significa que es un monstruo ‒medité en voz baja.

Octavio se puso a reír por demasiado tiempo y empecé a cuestionar como era capaz de mantener la calma frente a él.

‒Te sorprendería descubrir que allá afuera hay gente más cruel y perversa que yo ‒dijo mientras acortaba el espacio entre nosotros.

‒¿Por qué me haces esto? ¿No te parece que ya ha sido suficiente?

‒Deberías ver el lado positivo de esto, ya no estarás a mi cargo.

‒Pero seguirás chantajeándome con matar a Camilo si me divorcio de él.

‒Pero no tienes que vivir una vida miserable solo por eso. La mayoría de los matrimonios de la clase social alta no son más que un espejismo. Solo tendrás que ponerte vestidos bonitos, asistir a reuniones sociales, ser imagen de eventos caritativos y sonreír de vez en cuando. Eso es lo único que los hombres de dinero suelen pedirle a sus esposas. Fuera de eso puedes hacer lo que tú quieras.

‒Claro, como mamá.

Octavio guardó silencio porque sabía perfectamente que Aurora no era más que una cara bonita. No salía de casa, no sé iba de viaje, no tenía pasatiempos, no le permitió trabajar ni hacer nada en realidad. No me imaginaba viviendo de esa forma.

‒Puede ser que las cosas sean diferentes con tu marido. Claro, si no lo sacas de sus casillas…

‒¿Cuándo es la boda? ‒me apresuré a interrumpirlo.

‒En tres meses.

Mi corazón cayó al suelo y deseé morirme.

‒Es muy precipitado, levantará sospechas…

‒No importa –me interrumpió.

‒¿Quién es? ‒Seguramente un viejo sin escrúpulos.

‒Lo conocerás esta tarde, quiere hablar contigo antes de la boda. Vine a avisarte con tiempo para que te quites esos harapos y te pongas algo decente, no dirás nada estúpido y tomaras en serio tu papel de prometida perfecta. No te conviene hacerme enojar.




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