El día de la boda me desperté temprano a regañadientes y me puse una bata negra y un calzado cómodo de conejito. Un grupo de estilistas llegaron con todas sus maletas para maquillarme y peinarme, pero todo era un caos porque no habíamos hecho ningún tipo de prueba con anterioridad. Al menos podía decidir cómo quería verme así que escogí un maquillaje natural y decidí llevar el cabello suelto. La chica encargada de mi peinado solo pronunció más mis ondulaciones y con eso mi cabello ya estaba listo.
Me negué a usar un velo por pura rebeldía. Solo deseaba hacer enojar a Octavio y de ser posible también a Liam.
Mi mamá no sé molestó en entrar a mi habitación mientras me arreglaba porque sabía perfectamente que no la quería ver, no sabía si algún iba a poder perdonarla.
Justo cuando faltaba una hora para la boda sacaron mi vestido y me vi obligada a verlo. Era una cosa horrorosa. Era muy blanco, la falda era muy amplia y estaba lleno de pedrería en el corsé. Fue cuidadosamente escogido para concordar con aquel “cuento de hadas".
–Tiene que ser broma, no voy a ponerme eso –dije mientras veía el vestido con los brazos cruzados.
La organizadora de la boda dejó de sonreír y palideció mientras revisaba el vestido. Obviamente tenía miedo de que algo saliera mal porque quería quedar bien con Octavio.
–¿Qué ocurre? ¿Qué tiene?
–Es un vestido de princesa –expliqué de mala gana.
Lo odiaba. Lo odiaba demasiado.
–No hay ningún error señorita Montenegro, este es el vestido.
–Como sea, no puedo salir en ropa interior ¿O sí?
Sonaba como una buena idea, solo que Octavio me iba a entregar.
La chica rubia sonrió nerviosamente sin saber si hablaba en serio o no.
–Es broma. Solo hagámoslo.
Me quité mi bata negra y las chicas me ayudaron a vestirme. Observé mi reflejo y para mi sorpresa me veía como una verdadera princesa. El escote en forma de corazón era muy bonito y mi cintura se veía muy pequeña. Tenía que admitir que no me desagradaba del todo el resultado.
–Te ves hermosa –aseguró ella.
Se suponía que debía ser un día feliz para mí y no lo era.
Alguien tocó la puerta sin darme oportunidad de responder y acto seguido mi mamá entró. Tenía un vestido color verde, tacones altos y un moño elegante muy bien hecho.
–Es hora –anunció sin emoción alguna.
Mi estómago se revolvió y estuve a punto de vomitar allí mismo. La organizadora me extendió el ramo y me tomé un momento para apreciarlo. Era un hermoso arreglo de rosas blancas, no obstante, dadas las circunstancias deseaba tirarlas al suelo y destruirlas.
Empecé a caminar y pasé junto a mi madre sin verla. Un grupo de guardaespaldas me acompañó hasta donde se encontraba Octavio y me obligué a mí misma a encararlo. Estaba listo para la farsa. Él me dio un rápido vistazo y se dio cuenta de inmediato de lo obvio.
–¿Y tu velo? –cuestionó con seriedad.
Esa era la expresión que quería ver.
–Se lo llevó el viento –expliqué con una sonrisa.
–Spencer…
–¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a golpear justo ahora?
–Claro que no –recuperó la compostura– De ahora en adelante Liam lo hará por mí.
Mi sonrisa se desvaneció y apreté el ramo con más fuerza de la necesaria. Jamás iba a permitir que ese maldito me golpeara.
La música empezó a sonar y me transmitió una oleada de pánico. Aun estaba a punto de huir. Miré hacia atrás y vi a todos los guardias. En realidad no era posible. Octavio me ofreció su brazo y no tuve más remedio que agarrarlo.
–No hagas nada estúpido o te arrepentirás.
Guardé silencio y traté de fingir que todo estaba bien. La tela se separó revelando el gran salón y el largo pasillo. Todos los invitados estaban de pie y tenían toda su atención puesta en mí. No era un buen momento para gritar y llorar.
Octavio y yo empezamos a caminar y mientras lo hacía solo podía pensar en mil maneras diferentes de escapar. Se sentía como el peor error de mi vida.
No quería ver a Liam, pero era imposible no hacerlo. Se veía alto, e imponente. Su traje negro era impecable y realzaba aun más el tamaño de sus hombros, cada hebra de su cabello negro estaba en su lugar y no podía negar que era un hombre muy guapo. Liam me veía fijamente, sin embargo su rostro era indescifrable, ¿Qué estaría pensando? ¿Cómo podía mantenerse tan sereno?
Mi madre estaba en primera fila y alcancé a reconocer a algunos socios de Octavio. Mi padre invitó a sus amigos y prohibió la entrada de los míos. Mateo lo había amenazado con impedir la boda y Valery juró que le prendería fuego a todo, así que él no permitió que estuvieran presentes. Tenerlos a mi lado hubiera sido de mucha ayuda, pero no contaba con ellos. Era muy deprimente. Se notaba de lejos que era el día especial de Octavio y no el mío, se debía sentir muy feliz ante su gran logro.
Octavio me entregó frente a todos y unos fotógrafos capturaron el momento. Liam y yo miramos hacia el frente y el abogado comenzó a hablar. Por lo menos no era una boda eclesiástica. Miré a Liam de reojo, se veía muy tranquilo como si casarse fuera una cosa de todos los días. El abogado se veía como una minúscula hormiga al lado suyo.
Editado: 19.07.2021