Matrimonio Infernal

Capítulo 11

Octavio siempre controló mi vida y me mantuvo encerrada en una jaula de oro que odiaba profundamente, pero a pesar de los gritos, los golpes y las humillaciones siempre pensé que podía escapar.

Él quería que me convirtiera en la esposa sumisa de algún multimillonario y me preparó toda mi vida para ello, sin embargo, yo imaginaba un futuro muy diferente para mi vida. Deseaba estudiar ingeniería ambiental, rentar un apartamento lejos de él, conseguir un trabajo, pagar mis cuentas, pasearme sin guardaespaldas y ser yo misma, pero que ingenua fui. Terminé haciendo justamente lo que él quería. ¿Por qué pensé que podía escapar de mi destino?

‒Hogar, dulce hogar.

La voz irónica de Liam me sacó de mis pensamientos. Ya habíamos llegado a nuestro destino y en mi miseria no me había dado cuenta.

Una enorme reja se abrió para darnos lugar y la limusina se detuvo junto a la entrada principal. Era la mansión más grande que había visto en mi vida, no existía punto de comparación con la casa de Octavio. Estaba pintada todo de blanco y tenía un terreno muy amplio.

 Bajé del auto sin esperar a Liam y me tomé un momento para tranquilizarme, tenía un nudo en la garganta y muchas ganas de llorar, pero no podía hacerlo. No frente a él.

Liam me guio hacia el interior de la mansión sin decir nada y yo solo pude pensar que era el mismo infierno con diferente demonio.

Ambos nos detuvimos en una amplia sala y fuimos recibidos por una mujer del servicio. Había una escalera enorme junto a nosotros y pude apreciar algunos muebles lujosos. Todo estaba muy silencioso, lo único que oía eran los latidos de mi corazón.

‒Bienvenidos, me alegra mucho recibirlos ‒dijo ella con una enorme sonrisa. Era una señora mayor de cincuenta años y parecía sincera.

‒Muchas gracias Olivia. Te presento a mi esposa Spencer, Spencer te presento a nuestra ama de llaves.

‒Mucho gusto ‒estreché su mano mientras forzaba una sonrisa y ella me transmitió mucha ternura.

‒El gusto es mío. Me alegra que forme parte de la familia. Haré lo posible para que se sienta como en casa.

‒Te lo agradezco mucho Olivia, eres muy amable.

‒Quiero que suban las cosas de Spencer a la habitación de huéspedes. Que las chicas la ayuden a instalarse.

Quise saltar de felicidad al oírlo, sin embargo guardé la compostura frente a Olivia. No esperaba menos, bajo ninguna circunstancia iba a compartir la cama con él, antes prefería matarlo y él parecía saberlo. Al menos respetaba mi espacio y se mostraba medianamente caballeroso.

Olivia frunció el ceño y creyó escuchar mal.

‒¿A la habitación de…?

‒Así es. Infórmame cuando todo esté listo.

Liam subió las escaleras sin dirigirme la palabra y desapareció en el piso de arriba, pero no le di importancia alguna. Olivia parecía sorprendida por su actitud y me sonrió nerviosamente sin saber qué hacer.

‒¿Me enseñarías mi cuarto? ‒pregunté con una sonrisa.

Me emocionaba demasiado la idea de tener mi propio espacio. Ni siquiera tuve que pelear para obtenerlo.

‒Por supuesto señora.

Ambas empezamos a subir las escaleras.

–No me gusta que me digan señora, dime Spencer por favor.

–Spencer, muy bien. No sé qué le pasa al señor Forrester, es un buen hombre. Te lo aseguro.

‒Yo no estaría tan segura.

Me tomó un momento recordar que no estaba en México y que no era mi ama de llaves.

Ella abrió mucho los ojos y entonces lo entendí. Ella pensaba que nuestro matrimonio era real.

‒No me hagas caso, es una broma –diciendo eso empecé a reír y ella también.

Caminamos por un largo pasillo y entramos al cuarto de huéspedes. Estaba preparada para encontrarme con lo peor, sin embargo era incluso más espaciosa que mi habitación en México. Todos los muebles eran finos y tenían un color crema muy encantador. Las ventanas daban al jardín y la vista era hermosa. Si no estuviera deprimida incluso me podría llegar a parecer acogedora. ¿Esto era lo peor que tenía? Liam seguramente esperaba que me sintiera ofendida, pero no me conocía.

Las chicas abrieron mis maletas y pusieron todas mis cosas en su lugar así que no me quedaba nada más que hacer cuando se fueron. El silencio de aquella habitación me transmitía mucha calma así que me acosté sobre la cama y empecé a revisar mi teléfono. Valery me había llamado un millón de veces y estaba muy preocupada por mí. La llamé y le hice saber que me encontraba bien, pero que me tendría que quedar unos días con Liam.

Colgué la llamada y miré fijamente al techo. ¿Qué estaría pasando con Camilo? ¿Estaría encerrado en una habitación sin conocer mi destino? ¿O mi padre le hizo saber que me estaba casando con otro para torturarlo? No tenía ni idea.

¿Lo torturaban todos los días o simplemente lo vigilaban? ¿Sus heridas habían sanado? ¿Pudo ir a un hospital? Una lágrima rodó por mi mejilla y tuve que calmarme para no romper en llanto. Lo más difícil de todo era la incertidumbre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.