Los rayos del sol iluminaron toda mi habitación de forma tentadora así que me obligué a mí misma a salir de la cama y agarré un libro de mi estantería. No tenía cabeza para nada, pero tampoco había solucionado nada preocupándome. No podía darme el lujo de perder la cordura.
Abandoné mi habitación y empecé a caminar por el pasillo. Rubí solía encerrarse en su habitación al igual que yo y Sandra pasaba todo el día fuera de casa, así que no solía toparme mucho con ellas. No nos llevamos bien y ni siquiera éramos cordiales entre nosotras.
Exploré un poco la mansión y odié el tamaño exagerado y la decoración sobria. Ni siquiera usaban todas las habitaciones. Típico derroche de dinero. Había pinturas antiguas colgadas en las paredes y todo era muy gris y plano. Igual que su dueño.
Ya había pasado una semana desde que Liam se fue de viaje y todavía no se dignaba a regresar. No tuve noticias suyas de ningún tipo así que concluí que el infeliz seguía vivo. Si estuviera muerto ya lo sabría.
Bajé las escaleras para abrir la puerta principal y fui recibida por una ráfaga de viento que revolvió mi cabello. Había guardaespaldas alrededor de la mansión y todos estaban fuertemente armados. Vestían uniformes negros y gafas oscuras. Me recordaban mucho a los hombres de mi padre, pero no podía jugar con ellos. Mi navaja pequeña no les haría ni cosquillas.
Me dirigí a una esquina del jardín y me senté en el lujoso sofá crema que estaba allí. A pesar de estar rodeada de flores y rosas seguía teniendo una buena vista del portón principal. Desde allí podía ver quien entraba y quien salía, aunque en realidad el único movimiento era por parte de los guardias.
Abrí mi libro y empecé a leer. Se sentía muy bien estar afuera, casi hasta lograba olvidar mi desgracia.
En solo una semana había descubierto que Sandra Forrester era una mujer despiadada y arrogante. No quería discutir con nadie, pero me la encontré por accidente en varias ocasiones y aprovechó cada oportunidad para humillarme. Hice frente a todas sus acusaciones y mantuve mi inocencia, aunque no sirviera de nada. A partir de entonces me volví más cuidadosa y comencé a hacer todo lo posible por evitarla.
Aparentaba ser fuerte, pero por dentro estaba deprimida y lloraba todas las noches. Me sentía harta de todo y no estaba dispuesta a tolerar más calumnias. Mi mayor deseo era aclarar las cosas con Rubí y obtener su perdón, sin embargo parecía un sueño inalcanzable.
Las únicas veces en las que pude verla fue desde mi ventana cuando ella hacía ejercicio en el jardín. Salvo a esas ocasiones no parecíamos vivir bajo el mismo techo. Me dolía mucho saber que me odiaba, pero debía acostumbrarme a la idea.
De repente, vi la reja abrirse y un auto negro de último modelo se estacionó frente a la mansión. No necesitaba verlo, porque ya sabía que era él. Liam salió del auto confirmando mis sospechas y yo me limité a observarlo de lejos. No me había visto y actuaba con naturalidad. Estaba vestido de saco y corbata y traía gafas oscuras. Lo odiaba con la pasión de mil soles, pero tenía que aceptar que era un hombre muy atractivo.
Rubí llegó corriendo y lo abrazó sumamente emocionada. Estaba muy lejos de la escena, pero aun así podía ver la cara de felicidad de ambos. Una parte de mí deseaba que no volviera jamás, pero por otro lado, no soportaba estar ni un minuto más allí así que era algo positivo para mí.
Ambos entraron a la casa y desaparecieron de mi vista así que continué con mi lectura como si nada hubiera pasado y veinte minutos después Liam volvió a salir. Había dejado las gafas de sol y traía una camiseta azul muy sexy con unos jeans nada formales. Su cabello húmedo me permitía intuir que ya se había tomado una ducha. ¿Cómo podía verse tan bien con cualquier cosa que se pusiera?
Pensé que saldría de nuevo y le resté importancia, pero mi corazón empezó a latir muy rápido al notar que se aproximaba hacia mí. ¿Cómo sabía en dónde encontrarme? No me molesté en levantar la mirada y decidí que iba a ignorarlo. Estaba muy molesta con él.
Liam se sentó frente a mí y cruzó las piernas con total despreocupación, pensé que diría algo, pero no dijo nada y se limitó a observarme. Cuando me levanté esa mañana jamás pensé que lo vería y me había puesto un vestido negro muy corto que dejaba ver mis piernas. Me sentí muy cómoda durante todo el día, pero de repente mi elección se sentía como una terrible equivocación. No quería que lo viera como una invitación.
El silencio parecía prolongarse por la eternidad mientras él me veía. De repente me olvidé de cómo respirar y tragar saliva se convirtió en una tarea imposible. Me sentía inesperadamente nerviosa, sin embargo era muy buena ocultando mis emociones y fingí que su presencia no me afectaba en absoluto. ¿Qué venía a hacer?
‒¿Cómo has estado querida? –preguntó con falsa dulzura.
Obviamente pretendía molestarme así que pasé la página de mi libro y preferí no contestarle.
‒¿Ahora no quieres hablarme?
Lo volví a ignorar.
–Vaya, vaya, mi caprichosa esposa no quiere darme una adecuada bienvenida. Yo también te extrañé mucho Spencer.
No pude seguir soportando su cinismo así que cerré mi libro de golpe y lo miré directamente a los ojos. Sus ojos se veían aún más azules durante el día.
Editado: 19.07.2021