Unos golpes en la puerta me despertaron de mi profundo sueño y me tomó un momento separar lo que era real y lo que no. Liam me llamaba insistentemente desde el otro lado y yo no entendía por qué. Volteé a ver el reloj y comprobé que eran las siete de la mañana. ¿Por qué venía a molestarme a esta hora? Me quité la cobija de encima y me froté los ojos para tratar de despertarme.
‒Spencer si no abres la puerta conseguiré la llave y tendrás que verme quieras o no.
Me arrastré hacia la puerta y la abrí de mala gana. Me sentía tan molesta que ni siquiera medité en lo horrible que debía ser mi aspecto, las ondas de mi cabello estaban revueltas y me había puesto un horrible camisón grande para dormir, pero nada de eso me importó porque lo único que quería era enviarlo al infierno.
‒¿Se puede saber qué te pasa? ‒grité molesta.
Liam me sonrió y eso solo elevó mi ira aún más. Al parecer le encantaba verme enojada.
‒Buenos días querida, ya salió el sol ‒dijo sarcásticamente con voz seductora.
‒Eso no me importa y la próxima vez que me despiertes a gritos no respondo por mis actos ‒diciendo eso quise cerrar la puerta, pero él metió su pie y aunque empujé con todas mis fuerzas no logré hacerlo. Me hice a un lado molesta y Liam entró sin ser invitado.
‒¿Esa es la forma de tratar a tu marido?
‒Cierra la boca y lárgate ‒exclamé señalando la puerta.
Él recorrió mi cuerpo con una rápida mirada que no me pasó desapercibida, si esperaba verme en ropa interior debía estar muy decepcionado porque el camisón gris que tenía era holgado y me llegaba hasta arriba de las rodillas. Para él no era más que una ofrecida, sin embargo se iba a llevar una gran sorpresa cuando entendiera mi nivel de indiferencia.
‒Te pido disculpas si no moderé el tono de mi voz, no fue mi intención gritarte. Solo vine a informarte que es hora de desayunar.
Por un instante creí haber escuchado mal. ¿Era broma?
‒Es tu hora de desayunar no la mía.
‒Son las reglas de la casa y debes seguirlas.
Me acerqué a la puerta y la abrí más para él.
‒Tú no puedes decirme qué hacer.
Liam se acercó en silencio y clavó sus ojos en mí.
‒Te daré diez minutos para que te alistes y luego vendré por ti para llevarte al comedor.
‒Yo no pienso…
‒Te llevaré estés lista o no ‒le dio un golpecito a su reloj‒ El tiempo corre ‒afirmando eso se retiró sin darme tiempo de contestarle.
Cerré la puerta con seguro y me quedé quieta porque no sabía qué hacer. Ya no quería acostarme de nuevo así que decidí bañarme y cambiarme de ropa. Liam me había dejado muy claro que le molestaba mi presencia así que no entendía por qué estaba actuando así, en mi opinión lo mejor que podíamos hacer era ignorarnos mutuamente. Me senté frente al espejo con el cabello húmedo y comencé a cepillármelo con suavidad mientras tarareaba una canción. Justo cuando comenzaba a relajarme la puerta se abrió de golpe y Liam irrumpió en mi cuarto. Mi mano sé quedó inmóvil con el cepillo a medio camino y me tomó un tiempo reaccionar y dejarlo a un lado.
‒Ya es hora ‒anunció como si nada mientras jugaba con la llave en sus manos.
‒¿Cómo se te ocurre entrar así? No puedes invadir mi espacio de esa forma.
‒No lo haré si aprendes a ser puntual.
Me levanté indignada y apreté los puños para resistir el impulso de golpearlo.
‒No me importan tus estúpidas reglas. No soy una esposa tradicional por si no lo habías notado.
‒Sí, ya lo noté ‒de repente acortó la distancia entre nosotros y me agarró del brazo para comenzar a arrastrarme hacia el pasillo. Intenté quitarme sus manos de encima, pero no pude hacerlo.
‒¡Suéltame! ‒grité enfadada.
Él ignoró mis deseos por completo y me obligó a bajar las escaleras junto a él. Ni siquiera Octavio se atrevió a tanto, yo siempre comía lejos de él y nunca me dijo nada. Ambos llegamos al comedor de la misma forma y me encontré con las miradas de asombro de Rubí y de Sandra, ambas ya se encontraban sentadas sobre la mesa, pero la comida aún no estaba servida. No fue hasta entonces que Liam se dignó a soltar mi brazo y movió hacia atrás una silla para mí. Lo fulminé con la mirada, pero me tragué todo lo que quería decirle. Su asiento estaba junto al mío y de ninguna manera iba a tolerar su cercanía así que le di la espalda y fui a sentarme al lado de Rubí, aquella era la ubicación perfecta pues me había asegurado de no tener cerca a Sandra, ni siquiera quería verla. Rubí me vio con asombro, sin embargo no dijo nada, nadie dijo nada. El silencio reinó por un incómodo momento hasta que Liam habló.
‒Olivia me informó que Rubí y Spencer no sé presentaron al comedor en mi ausencia, pero sus vacaciones se acabaron porque ya estoy de regreso ‒afirmó él desde su asiento. Odié profundamente la forma en que dijo eso, se creía el dueño de nuestras vidas.
Rubí rodó los ojos, pero no dijo nada. Me sorprendió mucho oír que ella tampoco se presentaba a comer, ¿Lo hizo porque no quería verme? Liam les hizo una seña a los empleados y de inmediato comenzaron a servir toda clase de frutas y platillos. Solo tenía que comer y retirarme de una buena vez. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Agarré mi tenedor de mala gana y quise probar un bocado, pero me detuve en seco al oír la voz de Sandra.
Editado: 19.07.2021