Matrimonio Infernal

Capítulo 18

Revolví mi ropero tratando de hallar una mudada adecuada y terminé dándole el visto bueno a un vestido rojo que dejaba ver mi figura. Completé el conjunto poniéndome unos tacones negros que me hacían sentir como una mujer empoderada. Se sentía raro arreglarme tanto porque ya me había acostumbrado a vestirme con  cualquier cosa. En parte lo había hecho para molestar a los estirados de aquella mansión, pero lo que ocultaba aquel descuido en realidad era la profunda depresión en la que estaba sumergida.

Había adelgazado demasiado desde que perdí a Camilo y aún más desde mi desgraciada boda, así que me veía pálida y desaliñada. Ningún fotógrafo me escogería en su sano juicio, pero no tenía tiempo para estarme lamentando porque me estaba agarrando la tarde.

Me senté frente al espejo y comencé a maquillarme por primera vez desde que llegué a Estados Unidos, solía maquillarme todos los días en casa, pero dejé de hacerlo por lo triste que me sentía. Después de estar sumida en una profunda depresión se sentía bien hacer algo por mí misma. Me sentía muy emocionada porque Mateo y Valery estaban libres y habíamos hecho una cita para vernos, lo que me recordaba a los viejos tiempos. Los chicos eran lo único que me daba fuerzas para seguir adelante. Cada día que pasaba Sandra se hacía más y más insoportable así que me urgía largarme de aquella casa.

Dejé mi cabello suelto y tomé mi bolso antes de salir de mi habitación. Había oído a Olivia decir que Liam estaba en casa lo cual era inusual, ya que era un viernes por la mañana, aun así estaba muy segura de que no me lo encontraría. Me di cuenta de mi error cuando lo vi junto a las escaleras de abajo, estaba distraído con su teléfono así que caminé junto a él fingiendo que no existía y me dirigí a la puerta principal.

‒¿A dónde vas? ‒preguntó él.

‒No es asunto tuyo.

‒Soy tu esposo y merezco un poco más de respeto ¿No crees? ‒gruñó mientras me seguía. Rodé los ojos.

‒Solo eres mi esposo de nombre, nada más.

Liam me agarró del brazo y me obligó a encararlo contra mi voluntad. ¿Siempre tenía que ser tan brusco e insensible conmigo?

‒¿Amaneciste de mal humor cielo? ‒preguntó él sarcásticamente.

‒Suéltame ‒dije lo más tranquila que pude.

‒No has salido mucho desde que llegaste así que me parece un poco extraño que quieras salir tan temprano ‒sus ojos me escudriñaban mientras permanecía inexpresivo‒ Lo preguntaré una última vez, ¿A dónde vas?

‒A caminar ‒respondí sin pensar y me arrepentí al instante. Liam bajó la mirada y miró mi vestido con todo el descaro del mundo, era obvio que me veía demasiado elegante para ir a caminar.

‒¿Sola?

‒No necesito la compañía de nadie.

‒¿Y en tacones?

‒Así es.

‒¿Me tomas el pelo querida?

Odiaba en el alma sus apelativos cariñosos. Solo eran una cortina de humo.

‒No soy tu prisionera y si intentas mantenerme encerrada llamaré a la policía.

Mi amenaza ni siquiera lo inmutó.

‒Si descubro que tienes un amante lo lamentarás y mucho, no estoy dispuesto a permitir que difames mi  nombre.

‒Tu nombre ha sido difamado desde el día en que nos casamos y no puede empeorar más ‒Pero si podía y mucho.

‒No puedes salir sin tus guardaespaldas y debes estar aquí antes de la hora del almuerzo ‒diciendo eso me soltó y se alejó.

Deseé gritarle que no podía darme órdenes, pero preferí no contestarle porque era importante salir de la mansión aunque fuera con guardaespaldas.

* * * * *

Tuve que montarme en un range power lleno de hombres que ni conocía y me sentí muy estresada por llegar al edificio con quince minutos de tardanza. Cuando el chofer se estacionó pude ver a Mateo esperándome a la orilla de la carretera y eso me hizo sentir mucho mejor. Tenía gafas de sol, una camisa celeste y un pantalón negro, nada muy formal, ya que el fotógrafo que nos iba a recibir era uno de sus mejores amigos. El chofer de Liam me abrió la puerta y al salir del vehículo el flash de una cámara me cegó los ojos. Volteé a ver sorprendida y me encontré rodeada de inmediato por un grupo de paparazzi. ¿De dónde demonios habían salido y cómo supieron dónde iba a estar? Mis guardaespaldas crearon una barrera protectora y nos permitieron a Mateo y a mí entrar al edificio sin mayores inconvenientes. Ellos no podían entrar allí, pero tampoco parecían tener planes de irse.

Abracé a Mateo ignorando todo lo demás y él me dio un beso en la frente al tiempo que me rodeaba con sus poderosos brazos.

‒¿Cómo ha estado mi princesita? ‒Siempre tratándome como su hermanita menor.

‒Pues no muy bien, pero me alegra mucho verte ¿Dónde está Valery? ‒pregunté mirando a mí alrededor.

‒No era seguro para ella que nos fotografiaran juntos así que se reunirá con nosotros más tarde.

‒¿Tú los llamaste? ‒pregunté señalando afuera. 

‒Para nada, están siguiéndote a ti no a mí ‒se burló mientras entrabamos al ascensor‒ Te siguieron desde tu casa, van a quedarse sin trabajo por tu culpa. Casi no sales de tu encierro y por eso no les das la oportunidad de escribir un artículo nuevo. Han estado hurgando en tu pasado y en tu familia a más no poder.




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