Matrimonio Infernal

Capítulo 21

No deseaba verlo en el desayuno, sin embargo no tenía de otra. Lo único que me animaba era la portada de mi revista. Quería ver la reacción de aquellos estirados.

Llegué al comedor muy temprano y me senté en mi asiento favorito, era el día de la verdad. Tenía que parecer muy fuerte y soberbia sin importar cuanto me atacaran. Rubí fue la primera en llegar y al verme allí volteó a ver a todos lados para asegurarse de que estuviéramos solas.

‒Veo que no tienes límites ‒afirmó con una sonrisa mientras se sentaba a mi izquierda.

‒Lo hiciste muy bien ‒agregó para mi sorpresa.

No tuve tiempo para responderle porque Sandra llegó al comedor y ambas preferimos quedarnos calladas.

‒¿Se puede saber quién es ese tal Mateo con el que te están vinculando? –indagó ella.

‒Es solo un amigo.

Sandra sonrió sin ganas.

‒¿Lo hiciste solo para molestarnos no es así?

‒No sé a qué se refiere.

‒A tu sesión de fotos, por supuesto ‒preferí ignorarla, pero ella no sé dio por vencida‒ Solo una mujer indecente se dejaría fotografiar en ropa interior ¿No sientes vergüenza al saber que tu foto ha recorrido todo el país? ¿No te parece una violación a tu intimidad?

Le sostuve la mirada y no pude ver nada más que frialdad. ¿Cómo la soportó el señor Forrester? Tal vez su frialdad lo mató, yo también hubiera escogido la muerte si fuera su esposo.

‒Ser modelo es mi profesión, usted ya lo sabía.

‒Por supuesto, ¿Qué se podría esperar de alguien que nunca pisó una universidad?

Cerré mi mano derecha con fuerza y me mordí la lengua para no responderle. No todo en la vida era blanco o negro, yo deseaba ir a la universidad, pero nunca pude hacerlo porque siempre había alguien más decidiendo por mí. Y esa situación no había cambiado.

‒Ya basta mamá ‒intervino Rubí.

‒Tú cállate. Eres la culpable de que Spencer concibiera esa idea en primer lugar.

Luego de esa pausa volvió a dirigirse a mí.

‒Sigo sin entender que es lo que buscas en esta familia, pensé que era el reconocimiento, pero enviaste todo eso al demonio, así que…

‒Se lo dije cuando llegué aquí, pero no me creyó.

‒Octavio no ha salido muy beneficiado con este circo, no me parece que tenga mucho sentido.

‒No estoy mintiendo, algún día se dará cuenta de eso.

Empecé a escuchar unos pasos cerca del comedor y mi corazón empezó a latir a mil por segundo. Vi por el rabillo del ojo que Liam se acercaba, sin embargo no fue a su asiento habitual, sino que se acercó a mí y tiró una revista sobre la mesa. Lo observé y vi mi foto en ropa interior en la portada.

‒¿Cómo pudiste hacer esto? Embarraste el nombre de la familia ‒dijo él lleno de ira.

‒Ya estaba embarrado ‒dije con serenidad.

‒Nos disculpan ‒dijo Liam viendo a su madre y a Rubí.

Ambas se levantaron en silencio y nos dejaron solos y las odié por hacerlo. Liam apartó una silla junto a mí y se sentó fingiendo serenidad. De alguna forma estaba conociendo cómo era él realmente y comenzaba a identificar sus cambios de humor.

‒Con que eso era lo que estabas haciendo ¿Qué querías conseguir?

‒Tú ya lo sabes.

‒Claro, por supuesto. Tu libertad. ¿No sé te ha ocurrido pensar que ya eres libre?

‒No es cierto ‒afirmé resentida.

‒Te he ofrecido varias tarjetas de crédito, pero eres muy orgullosa para aceptarlas. ¿No te puedes dejar de lado tu altivez para administrar tu dinero y comprar las cosas que necesitas?

–No quiero nada que venga de ti. Ni siquiera quiero vivir en esta casa. Vas a aceptar mi acuerdo quieras o no.

‒¿Te parece divertido todo esto?

Preferí no responderle. Ambos nos vimos con absoluta seriedad.

‒Espero que disfrutes mucho el acoso de la prensa y los señalamientos que te harán. Tú te perjudicaste a ti misma así que tendrás que enfrentar lo que hiciste, mientras tanto yo solo veré de lejos toda la controversia que armaste.

Él se puso de pie y pretendía irse, pero se detuvo un momento.

–Ah, y por cierto. Dile adiós a tu habitación porque te mudaras a la mía. 

‒¿Qué? ‒exclamé asombrada, pero no obtuve respuesta alguna porque Liam ya estaba alejándose.

Lo seguí hasta su oficina y descubrí que ya había abierto su computadora y se disponía a trabajar como que si nada hubiera pasado.

‒Debes estar loco si piensas que…

‒Es evidente que eres incapaz de cuidarte a ti misma así que tendré que hacerlo por ti, no me lo agradezcas.

‒No puedes invadir mi espacio de esa manera, prefiero dormir en el pasillo.

‒No te daré esa opción cariño. Los empleados hablarían a mis espaldas.

‒Eres un maldito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.