Matrimonio Infernal

Capítulo 22

Después de hablar con Valery me metí en la ducha para no perder la cabeza y me quede allí hasta que el agua se llevó todo rastro de mis lágrimas. Logré tranquilizarme poco a poco, sin embargo, las lágrimas fueron sustituidas por un fuerte dolor de cabeza.

Me envolví en una toalla y salí del baño, pero me asusté al ver a Liam frente al armario. Ni siquiera lo escuché entrar. Él volteó a verme y me recorrió descaradamente de pies a cabeza.

‒Hola, cariño ¿Todo en orden?

Guardé silencio. Solo podía pensar en que quería volver al cuarto de huéspedes. Incluso prefería dormir con Rubí.

Él se acercó a mí y quiso acariciar mis mejillas, pero no lo permití.

‒¿Estabas llorando? –cuestionó frunciendo el entrecejo.

‒Claro que no ‒mi voz no sonó tan fuerte y segura como debería; aunque después de todo su opinión no debería de importarme. Para él solo era una manipuladora.

‒Quiero que estés cómoda a mi lado. No lo hago para molestarte, tenlo por seguro.

‒Desde luego que lo haces para molestarme me quedó bastante claro.

–Simplemente voy a cuidar de ti a como dije.

Liam se alejó de nuevo y abrió el armario para comenzar a ordenar mis prendas. Lo miré atónita. Que cínico era.

‒¿Se te perdió algo entre mis cosas?

‒Solo las estoy ordenando cariño.

Se veía muy tranquilo, demasiado.

‒Quiero cambiarme…

‒Excelente ‒me interrumpió‒ Esperaba este momento.

‒No seas ridículo y sal de aquí.

‒No me puedes correr Spencer, este también es mi cuarto.

Lo fulminé con la mirada, pero él ni siquiera se dio cuenta. ¿Cómo iba a sobrevivir? Era demasiado para mí. Me armé de valor y me acerqué a él para agarrar un vestido y luego procedí a encerrarme de nuevo en el baño. No me sentía segura al saber que él estaba cerca, tenía ganas de salir corriendo. Me cambié lo más rápido que pude y comencé a cepillarme frenéticamente el cabello frente al espejo del baño.

‒Solicité que nos subieran la cena querida ‒dijo él desde la habitación. Pude ver su sombra moviéndose debajo de la puerta.

‒¿No vamos a bajar? ‒pregunté de forma innecesaria.

‒Esta vez no porque nos sentimos indispuestos.

Cerré los ojos sin poder creerlo. Estaba ansiando que llegara el momento de bajar a cenar y ahora ya no podría hacerlo. Olivia no tardó en llegar con nuestra bandeja, así que decidí abandonar la seguridad del baño cuando oí su voz. Ella había servido la cena cerca de la ventana y el olor exquisito de la comida había llenado toda la habitación. No había comido en todo el día y ahora moría de hambre.

‒¿Qué trajiste? ‒pregunté acercándome a ella e ignorando a Liam.

Olivia me sonrió y destapó un riquísimo bistec con puré de papas y tajadas. ¿Cómo lo supo?

‒No puede ser, es justo lo que quería comer ‒admití.

‒Lo sabía ‒respondió ella‒ Buen provecho‒ diciendo eso se fue y cerró la puerta tras sí. Podría jurar que había una expresión de diversión en su rostro.

Liam apartó un asiento para mí y no tuve otra opción más que ocuparlo. Solo había dos asientos y la mesa era pequeña. Tal vez lo hacía para molestarme. Los dos comenzamos a comer en silencio. Era muy intimidante estar a solas con él. Nunca creí que me llegaría a hacer falta la presencia de Sandra a mi lado, ella era como una pared que se interponía entre nosotros y ahora mi adorada pared ya no estaba.

‒¿Por qué eres tan obstinada? ‒preguntó de la nada.

Él tenía una sonrisa en su rostro, toda esa situación parecía estarlo entreteniendo demasiado.

‒¿No te cansas de ser rebelde? ‒continuó.

‒¿Y tú qué crees?

Mi carácter fuerte no era más que un escudo protector así que no me hacía muy feliz hablar del tema.

‒¿Y dónde estaba todo ese carácter cuando ibas caminando hacia el altar? Pudiste salir corriendo y no te habría culpado.

Dejé caer el tenedor escandalosamente y me puse de pie lista para marcharme, pero él se apresuró a atrapar mi mano con suma delicadeza.

‒Lo siento, no debí decir eso. Tú solo fuiste una víctima de toda esta situación. Discúlpame.

Me senté de nuevo, pero no precisamente en son de paz.

–Al menos yo sí tengo carácter. Tú eres un hijito de mami por voluntad propia. ¿Qué clase de hombre sigue viviendo con su mamá a los 27 años?

Tiré a matar. Quería herir su ego.

Liam se mantuvo sereno y me observó en silencio. Lo ignoré y comencé a cortar mi bistec con el cuchillo porque creí que su respuesta nunca llegaría.

‒¿No sabes nada de mí, verdad? –dijo al fin.

“Al menos sé que tienes una amante y lo usaré en tu contra cuando pueda”

Me llevé un bocado a la boca como si él no existiera, pero era un hombre difícil de ignorar.




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