Liam se levantó muy temprano por la mañana y ya no estaba a mi lado cuando abrí los ojos, gracias al cielo. Al parecer se había encerrado en su oficina y no quiso desayunar con nosotras.
Olivia me había conseguido un par de semillas así que me emocioné mucho y me instalé en el jardín para sembrarlas. Liam no me había autorizado a alterar su impecable y sobrio jardín, pero no me importaba.
‒Por lo visto te gustan mucho las flores.
Desvié mi mirada y vi a Rubí sentada con las piernas cruzadas sobre el sofá del jardín. Se veía muy arreglada a pesar de que no traía maquillaje.
‒Así es, de pequeña amaba estar llena de tierra ‒respondí mientras me quitaba los guantes.
‒Lo haces mejor que yo, no sé cómo pude fingir que era jardinera. No tengo ningún conocimiento en la materia.
‒Debí dudar de ti, pero me caíste tan bien que no lo hice.
Me senté junto a ella y recordé las cosas que me había contado Liam.
‒Nunca te lo he dicho, pero… siento mucho que tu plan de ser independiente haya fracasado por mi culpa. Sé lo que se siente ser una prisionera y no es divertido, lamento que te hayas topado con nosotros.
–No digas eso. Me alegra haberte conocido.
Rubí suspiró y apartó un mechón de cabello de su rostro.
‒Además, nunca fui una prisionera me sentía como una desde que murió mi padre, pero después de oír tu historia y saber todo lo que tuviste que pasar me doy cuenta de que no era así. Liam siempre me ha apoyado en todo y yo le fallé. No debí haberme ido de esa forma –agregó con tristeza.
‒¿Iras a la universidad el año que viene? ‒pregunté con curiosidad.
‒Esa es la idea, mi hermano me permitirá escoger un apartamento cuando llegue el momento.
‒O cuando se le pase la rabia.
Rubí se puso a reír y me contagió su risa. Ella era un sol cuando estaba de buen humor.
‒Aparte de mí eres la única mujer capaz de sacarlo de sus casillas, ¿Lo sabes verdad?
‒No creo que sea algo bueno.
‒Si lo es porque siempre estás presente en sus pensamientos.
–¿Qué tratas de decir?
–Deberías dejar de verlo como tu enemigo.
Oh, no. Hasta Rubí estaba cambiando de opinión.
‒Tenemos un trato Rubí ‒le recordé.
‒Y te sigo apoyando, solo quiero que valores todas las posibilidades.
Asentí con la cabeza y miré el paisaje.
‒¿Te sientes cómoda en tu nuevo cuarto? –inquirió ella.
‒Por supuesto que no.
‒Me sorprendió mucho que Liam hiciera eso.
‒Lo hizo para castigarme.
‒Se puso como loco el día que desapareciste, estaba seguro de que habías huido.
‒Lo consideré, pero no podía hacerlo. No era buena idea.
‒He notado algo raro en él ‒admitió en voz baja– Actúa como si estuviera enamorado de ti.
Miré sus ojos cafés y supe que estaba siendo sincera.
Meneé la cabeza sin pensar demasiado en eso.
‒No creo que sea cierto, no soy su tipo –me limité a responder.
‒¿Lo dices por Alexa?
‒¿Terminaron por mí?
‒Para nada, él ya la había dejado. Se dio cuenta de que no eran el uno para el otro.
Por el rabillo del ojo pude ver que Olivia se acercaba a nosotras.
‒Pero siguen viéndose ‒afirmé.
‒Solo por asuntos de negocios.
Asentí con la cabeza, pero si fueran amantes ella no podría hacerlo.
‒Señorita Montenegro, hay un hombre llamado Mateo que vino a verla ¿Lo dejo pasar? ‒me preguntó Olivia.
Mi corazón dio un salto de felicidad.
‒¡Claro! ‒afirmé emocionada‒ Que linda sorpresa.
‒Los dejaré solos ‒diciendo eso Rubí entró a la mansión.
Distinguí a Mateo desde que bajó de su auto. Sus gafas de sol eran infaltables aunque sorpresivamente vestía un traje muy formal. Eso no se veía todos los días. Corrí hacia él y lo abracé muy fuerte sin darle tiempo siquiera de reaccionar, era muy bueno verlo especialmente porque sentía que había perdido el rumbo.
‒Vaya, amanecimos de buenas ‒afirmó él cuando me aparté.
‒¿Y ese milagro que te acordaste de tu amiga la prisionera?
‒No sabía si era buena idea venir o no.
Ni yo lo sabía.
‒Tonterías, ven a sentarte conmigo.
Ambos nos dirigimos al jardín y nos pusimos cómodos en el sofá.
‒Me gusta mucho tu traje ‒afirmé mientras apartaba una pelusa invisible de su saco.
Él estiró sus piernas largas.
Editado: 19.07.2021