Matrimonio Infernal

Capítulo 25

Me cansé de vigilar la puerta alrededor de las doce de la noche y me quedé profundamente dormida. En mis sueños Camilo venía a mi rescate y ambos nos reencontrábamos, pero las cosas no tardaron en torcerse y mi lindo sueño se convirtió en una auténtica pesadilla. Octavio nos encontró y nos encerró en una habitación tenebrosa únicamente alumbrada por una lámpara pequeña. Me ató a una silla  y empezó a torturar a Camilo frente a mí. Tenía una mesa llena de herramientas de tortura y estaba acompañado de 5 personas. Los  gritos de Camilo dañaban mis oídos y toda la habitación se manchó con su sangre. Intentaba liberarme, pero no podía hacerlo. Sus guardaespaldas me rodearon y me dijeron que era mi turno de estar en la silla del dolor. Empecé a gritar y ellos solo se rieron de mí.

Me levanté gritando y pataleando y me di cuenta de que Liam me había despertado con una sacudida y que había encendido mi lámpara de mesa.

‒Tranquila, cálmate… ‒su voz era apenas un susurro.

‒¿Qué te pasa? ¡Suéltame! ‒grité llena de miedo.

Él hizo lo que le pedí y se alejó un poco, pero no dejaba de verme con el ceño fruncido. Me senté sobre la cama y traté de recuperar el aliento, mi pesadilla se sintió demasiado real. Me tomó un momento darme cuenta de que él no tenía camisa, sus poderosos abdominales estaban a la vista. Nunca había tenido una vista tan clara de su cuerpo.

‒Estabas teniendo una pesadilla ‒explicó.

Apoyé mi espalda sobre el respaldo de la cama y me cubrí hasta el cuello con una sábana. Liam se apoyó sobre uno de sus codos y me observó en silencio.

‒¿No quieres contarme de que se trataba? ‒insistió.

‒No fue nada.

‒Siempre dices eso.

Apagué mi lámpara de mesa y volví a acostarme dándole la espalda.

‒¿Y eso es todo? ¿Me ignoras sin más?

–Buenas noches.

‒He cometido muchos errores contigo, pero sigo sin entender por qué me odias tanto.

Una rápida ojeada al reloj me indicó que eran las tres de la madrugada. ¿A qué hora había entrado?

‒Es muy tarde para hablar de esto, será mejor que descanses.

‒Nunca quieres hablar, ni de esto ni de nada. Ni siquiera has insistido sobre el divorcio y eso me preocupa mucho. Empiezo a creer que tramas algo.

“Y no estás equivocado”

‒Me molesta mucho tu silencio, preferiría que me gritaras ‒afirmó él sorpresivamente. ¿Era masoquista?

Liam me puso un dedo encima y empezó a moverlo en círculos justo sobre mi cintura. Mi ropa estaba de por medio y aun así sentía que me quemaba la piel.

‒¿No piensas dormir? ‒indagué.

‒No has respondido a mi pregunta.

‒Soñé con un unicornio, eso es todo.

‒Pero estabas gritando.

‒Era un unicornio feo.

‒Mentirosa ‒su dedo índice empezó a bajar por mis caderas‒ ¿Nunca sueñas conmigo?

‒No, al igual que tú tampoco sueñas conmigo.

‒¿Y por qué estás tan segura? Pienso en ti a cada instante y no logro sacarte de mi mente ni despierto ni dormido.

‒Cualquiera diría que es cierto.

‒Spencer…

‒Juraste hacer de mi vida un infierno ¿Lo olvidas? Supongo que estos juegos psicológicos están incluidos en el paquete de la venganza.

‒Te equivocas. Hace mucho que cambié de opinión respecto a ti y me haría muy feliz que tú hicieras lo mismo.

‒¿Podrías dormir? ‒insistí.

‒No tengo sueño, ¿Cómo podría dormir teniéndote a mi lado?

Él se inclinó para hundir su nariz en mi cabello y enredó sus manos en mis ondas castañas, me quedé absolutamente inmóvil y los pelos de mi nuca se erizaron. ¿Debería salir corriendo?

‒Respeta mi espacio ‒demandé en voz baja.

‒Eso he hecho querida, pero la situación me sobrepasa.

‒Entonces déjame volver a mi habitación.

‒¿Para qué escapes por la ventana? No, gracias.

‒Saltar por la ventana sería un suicidio.

‒Como sea, no me arriesgaré ‒diciendo eso dejó caer su peso sobre la cama, pegó su cuerpo al mío y rodeó mi cintura con su brazo. Podía sentir su aliento sobre mi cuello. ¿Se iba a dormir, finalmente se iba a dormir?

‒Será mejor que descanses, mañana será un día muy largo ‒susurró contra mi cabello.

Cerré los ojos con fuerza y fingí dormirme aunque en realidad estaba decidida a esperar que él lo hiciera primero. Los minutos pasaban y pasaban y él no sé alejaba de mí, era difícil saber si estaba dormido o no. Agarré su mano con suavidad y quise apartarla, pero él seguía despierto y apretó mi cintura con más fuerza. Me resigné a su cercanía y no tardé en conciliar el sueño de nuevo. Comenzaba a acostumbrarme a estar junto a él y eso era peligroso.

 




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