Matrimonio Infernal

Capítulo 28

Pude oír varias exclamaciones de los presentes. Los invitados no podían creer lo que habían visto. No iban a tardar en juzgarnos y destrozarnos y eso era justo lo que queríamos, el escándalo.

 Mateo y yo nos vimos fijamente por un rato más y después asentimos con la cabeza. Era hora de enfrentar lo que habíamos hecho. Examiné las expresiones de los presentes. Toda la atención estaba puesta en nosotros. Rubí estaba en shock y no salía de su asombro. Alexa recuperó la compostura y se apresuró a abandonar la sala junto a su amiga, pero Liam, él era otro caso. Había perdido la compostura por un segundo y dejó entrever lo furioso que estaba, pero se recuperó rápidamente y volvió a ponerse su máscara impasible como si nada hubiera pasado. Lo único que seguía delatándolo era la fuerza con la que agarraba su copa de vino.

Los músicos ignoraban por completo la gravedad del asunto y comenzaron a tocar una nueva melodía.

Mateo y yo nos habíamos agarrado fuertemente de las manos y eso me daba una falsa sensación de seguridad. En mi interior sabía que nos iban a separar y que me tocaría enfrentarme al infierno sola.

Liam le pasó su bebida a Rubí y ella apenas logró agarrar la copa a tiempo cuando él ya se dirigía hacia nosotros. La mirada que me dirigió hubiera congelado al mismo infierno.

‒Creo que tu marido está ansioso por tenerte de regreso ‒dijo Mateo sin ningún atisbo de miedo.

Mateo me entregó de regreso con una tranquilidad envidiable. Liam me ignoró por completo y vio a Mateo como si quisiera torturarlo y cortarlo en pedacitos. Mateo le correspondió con una dura mirada y luego prosiguió a alejarse y perderse entre la multitud.

Liam aprisionó mi brazo y me sacó de la pista de baile sin decir ni una palabra. Su brusquedad no me sorprendía, pero se dirigía hacia la salida.

‒Nos vamos ‒anunció Liam cuando pasamos junto a Rubí.

Ella comprendió que no era una petición sino una orden y de inmediato comenzó a seguirnos. Las personas se hicieron a un lado para dejarnos salir y toda la sala tuvo su atención puesta en nosotros mientras nos marchabamos. La fiesta había acabado para nosotros.

Liam me estaba haciendo daño en el brazo así que lo empujé cuando ya estábamos fuera de la mansión.

–¡No me toques! –grité.

Él volvió a atraparme y me obligó a encararlo.

‒¿Qué demonios fue eso? ‒gritó lleno de ira.

‒Eso fue una declaración de guerra.

Él apretó aún más mi brazo y yo solté un gemido de dolor.

‒¿Te das cuenta de lo que hiciste? –preguntó furioso.

‒Tú te lo buscaste.

Liam no me respondió y me obligó a entrar a la limusina. Rubí entró con nosotros sin decir nada y el chofer arrancó de inmediato al ver lo exaltado que estaba su jefe. El ambiente camino a casa fue muy tenso, nadie dijo nada. Ni siquiera una palabra.

Liam estaba sentado junto a la ventana mirando hacia afuera y apretaba peligrosamente los puños. ¿Qué iba a hacer? ¿Golpearme? ¿Torturarme? ¿Matarme?

Sandra se había quedado en la fiesta y a nadie parecía importarle. Ella iba a enloquecer cuando supiera lo que había pasado.

Miré a Rubí en busca de algo de ayuda y ella negó con la cabeza. Seguramente lo apoyaba a él. Estaba sola en esto. Traté de inhalar y exhalar, pero no sirvió de nada porque mi corazón seguía latiendo como loco. Antes de que me diera cuenta ya estábamos de regreso en la mansión así que entré en pánico y abrí la puerta de la limusina para salir corriendo. No quería que él me atrapara.

‒¡Spencer! ‒la voz furiosa de Liam sonaba muy cerca de mí.

 No tenía muchas alternativas así que corrí escaleras arriba y me encerré en mi habitación. Sentía un nudo en el estómago y mi respiración era agitada. Me quité los tacones y de inmediato escuché un golpe en la puerta.

‒¡Abre la puerta ahora mismo! ‒gritó él mientras trataba de forzar la entrada.

‒¡No, no te voy a abrir!

Miré a mi alrededor y vi que mi única salida era la ventana, pero la caída implicaba suicidio y aún no me sentía preparada para eso. 

Mientras meditaba en seguir con mi vida o no la puerta se abrió con brusquedad. Cubrí mi boca con mis manos y vi que el pomo de acero había caído al suelo producto del golpe. Liam ya estaba dentro de la habitación y la expresión de su rostro me aterraba por completo. Lo único que pude pensar en ese momento fue que todo había terminado para mí.

Liam cerró la puerta con brusquedad y me acorraló contra la pared. Su enojo era muy evidente, ya no era el hombre frío y calculador que había conocido antes. Él apretó los puños y pude ver que sus nudillos se veían blancos. Seguramente me iba a masacrar a golpes, tal y como haría Octavio.

‒¿Te pareció divertido? ¿Te sientes realizada después de verme la cara de tonto? ‒su tono de voz no era para nada elevado y aun así me llenaba de pánico.

‒No ‒alcancé a decir.

–¿Qué querías lograr? ¿Qué demonios querías?

Intenté correr, pero él no me lo permitió y aprisionó mis muñecas de un modo tan fuerte que solté un gemido de dolor.




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