Desperté con una jaqueca terrible y lo primero que vi fue un brazo rodeando mi cintura. Estuve a punto de gritar hasta que recordé los terribles acontecimientos del día anterior. Enterré mi rostro en la almohada y me sentí como una estúpida.
Liam me había ofrecido una especie de trato y terminé aceptando implícitamente con tal de no sufrir demasiado. Me sentía demasiado nerviosa porque él suponía que yo no era virgen, pero al final no fue tan malo conmigo y llegó a comportarse de forma gentil y cariñosa.
‒Buenos días ‒susurró contra mi cabello.
¿Por qué creí que se levantaría tarde? Quise levantarme en el acto, pero él me retuvo con su brazo y envolvió su pierna en la mía.
‒No te levantes, quiero disfrutar este momento.
Liam me dio un beso en el hombro y mi cuerpo se estremeció internamente. Los recuerdos de la noche anterior invadían mi cerebro.
Él se apoyó sobre un codo y no pude evitar verlo por encima de mi hombro, tenía el cabello revuelto y algunos mechones caían con rebeldía sobre su frente. Él se pasó la mano sobre ellos en un gesto inútil por devolverlos a su sitio y lo único que pude pensar era en lo guapo que se veía.
‒¿Te hice daño? ‒preguntó genuinamente preocupado. Tal vez había comenzado a arrepentirse.
Me cubrí con una sábana y me senté.
‒No.
‒¿No me lo dirías ni aunque lo hubiera hecho verdad?
‒Probablemente.
–Me mentiste. Dijiste que no eras virgen y yo te creí. Debí suponer que solo lo decías para detenerme.
Guardé silencio. No tenía nada que decir.
‒Espero no haberte lastimado, siempre toma un tiempo acostumbrarse al inicio –dijo mientras besaba una de mis manos –¿Por qué no lo habíamos hecho antes? No sé cómo pude sobrevivir tanto tiempo sin tocarte.
Definitivamente no estaba arrepentido.
‒No debimos cruzar esa línea –susurré.
‒Estamos casados.
‒Pero no nos llevamos bien.
‒Yo pienso que nos entendemos de maravilla, aunque tú no quieras admitirlo.
Él tenía razón, la verdad era que podíamos llegar a ser una buena pareja por mucho que yo insistiera en negarlo.
–Olvidé usar protección –meditó él.
–¿Hasta ahora te das cuenta? –me burlé.
–Yo no tendría problemas en tener un hijo contigo. Es más, creo que necesitamos uno para no matarnos el uno al otro.
–Antes no pensabas así.
–No tenemos por qué discutirlo ahora. Te conseguiré una píldora de emergencia.
De todas formas iba a buscarla por mis propios medios.
Guardé silencio y él intuyó que no tenía ganas de hablar de eso, así que se dejó caer de espaldas sobre la cama. A través del espejo pude ver que miraba el techo como si allí estuvieran las respuestas a los enigmas del universo.
‒¿Te puedo preguntar algo?
No respondí.
¿En qué estabas pensando cuando besaste a Mateo frente a todos? ‒preguntó en un tono pasivo. Era obvio que no pretendía olvidar lo ocurrido.
Ni siquiera yo sabía la respuesta a esa pregunta.
‒Creí que funcionaría ‒acepté con sinceridad.
‒Sí y mira que bien funcionó ‒dijo con sarcasmo.
Un silencio incómodo empezó a crecer entre ambos y deseé la muerte en ese preciso momento. Debí saltar por la ventana cuando tuve oportunidad, fui una cobarde por no hacerlo. Jamás podría verlo a los ojos de nuevo sin recordar lo que había pasado.
‒No quiero que vuelvas a hablar con él ‒ordenó como si no estuviera claro.
No contesté sabiendo que mi indiferencia lo enfurecía.
–Y en cuanto a Mateo, más vale que no aparezca de nuevo en mi camino porque no tendrá tanta suerte como anoche.
No quería seguirlo escuchando así que me encerré en el baño y me metí en la bañera. Tenía ganas de llorar, pero me mordí los labios y cerré los ojos para no hacerlo. No podía mostrarme débil.
El agua tibia me ayudó a tranquilizarme y eso me permitió reunir fuerzas para ver mis heridas de guerra. No había mucho que ver en realidad porque mi piel estaba intacta y tampoco había ningún rastro de sangre. No parecía tener mucha evidencia para demandarlo. Maldita sea.
No quería volver a ver a Liam en mi vida así que tenía que ingeniar algo pronto para poder salir de aquella casa.
Abrí la puerta del baño envuelta en una toalla y me sorprendí al ver que Liam seguía en donde lo había dejado. Estaba hablando por teléfono, así que lo ignoré y me acerqué a mi armario. Me sentí aliviada cuando se encerró en el baño porque no quería verlo.
Me puse un vestido floreado y fui al jardín para intentar relajarme. Me sentía confundida besar a Mateo ciertamente no fue la mejor decisión, pero ya no sabía lo que sentía por Liam.
Mi teléfono empezó a zumbar dentro del bolso de mi vestido, pero no contesté porque vi a Liam aproximándose. ¿Y ahora qué quería? Él se sentó junto a mí y empezó a apreciar el jardín. ¿No había suficiente espacio en la casa?
Editado: 19.07.2021