Matrimonio Infernal

Capítulo 30

Extrañaba a Liam y me sentía como una estúpida por hacerlo. Solo había estado afuera un par de horas no era para tanto. Podía volver en cualquier momento y me sentía ansiosa por eso.

 Empecé a divagar por la casa cerca del atardecer, los pasillos eran muy blancos y todos los cuadros que veía me parecían tristes y melancólicos. En otras circunstancias me habría gustado hacer varios cambios en la decoración, pero no era el caso.

Entré a una oficina que casi nadie usaba para intentar concentrarme en una lectura, pero me detuve al ver a Sandra detrás del escritorio. Leía un libro con sus lentes puestos y tenía una taza de té al lado. Lo menos que deseaba en esos momentos era encontrarme con ella. Me di la vuelta para marcharme y oí su voz.

‒No te vayas querida quédate a hablar conmigo un rato.

¿Y ver su reacción después de avergonzar a la familia? Ni hablar.

‒No creo que tengamos nada de que hablar.

‒Te sorprenderías, ambas queremos lo mismo ¿No es así? ‒preguntó sin verme mientras pasaba la página de su libro.

‒Es lo que dije desde el primer día y usted no me quiso oír.

‒Toma asiento querida. Hablaremos como dos personas civilizadas.

Dudé un momento, pero terminé sentándome frente a ella.

‒No sé si te hayas dado cuenta, pero yo soy la única aliada que tienes en esta casa. Rubí ahora te tiene cariño y Liam no piensa mover ni un dedo para solucionar las cosas.

‒Intenté solucionar las cosas desde el primer día en que llegué, pero usted me llamó mujerzuela arrastrada y no quiso oírme así que ustedes se lo buscaron.

Sandra agarró la tetera y se sirvió más té.

‒He cambiado de opinión. Decidí creer en tu palabra porque has demostrado que no te interesa el dinero ni la fama. Tiraste todo eso a la basura así que me quedó bastante claro.

‒¿Cuál es tu plan? ‒pregunté curiosa.

‒Seguir con el tuyo.

‒Perdón, pero yo no…

‒Dijiste que solo necesitábamos encontrar a tu ser querido y que todo estaría bien.

‒Pero no consideramos a Rubí, es decir, habrá un escándalo cuando su caso salga a la luz. Octavio puede publicar sus fotos.

‒Lo afrontaré. No hay nada que podamos hacer para evitarlo ella se lo buscó al huir.

Jugué nerviosamente con mis dedos.

‒Hay una posibilidad de que mi padre pueda probar su culpabilidad.

‒Eso déjamelo a mí –Sandra se veía muy segura de sí misma.

–De acuerdo. Acepto el trato.

Sandra abrió uno de los cajones y sacó un fajo de billetes.

‒¿Cuánto dinero quieres?

‒No quiero su dinero, solo quiero que lo encuentre y lo ponga a salvo.

‒¿Y eso es todo? ‒preguntó como si fuera la cosa más fácil del mundo.

‒Si no encuentra a mi amigo no hay trato, así de sencillo.

‒¿Algo más?

–Eso es todo. En cuanto sepa que está a salvo, tomaré mis maletas y me iré.

‒¿Estás segura de que no quieres el dinero? Podrías necesitarlo y estás en todo el derecho de pedirlo.

‒No tengo ningún derecho de pedir nada soy una molestia para ustedes así como ustedes lo son para mí. Cuando me vaya todos seremos felices. Fin de la historia.

‒No tan rápido querida tendrás que firmar el divorcio, no me arriesgaré a que regreses e intentes sacar provecho de Liam.

No pude ocultar mi molestia ante sus ideas tan absurdas.

‒Puede estar segura de que firmaré el divorcio. No tengo ningún interés de formar parte de esta familia.

‒Muy inteligente de tu parte, ¿Conociste a Alexa no es así?

Asentí con la cabeza. Ya intuía a lo que quería llegar, más humillaciones y comparaciones.

‒Estoy segura de que Liam retomará su relación con ella y la convertirá en la esposa digna y refinada que siempre debió tener…

‒Ya basta ‒la interrumpí‒ Le recuerdo que estamos haciendo un trato así que no pienso soportar más burlas y humillaciones ¿quedó claro?

Sandra no me respondió y se limitó a verme con arrogancia.

‒¿Quedó claro? ‒volví a preguntar.

‒Me quedó perfectamente claro ‒dijo con una falsa voz aterciopelada.

‒Casi lo olvido, quiero estar al tanto de toda la investigación.

‒Así será. No olvides que Liam no puede enterarse de nada de esto.

‒Tendré mucho cuidado.

‒No hace falta ‒la voz de Liam inundó toda la oficina.

Ambas lo vimos con asombro, estaba parado junto a la puerta y nos veía lleno de ira. Sandra y yo intercambiamos una mirada.

–Porque ya lo sé todo –agregó él.

Esto era lo peor que pudo haber pasado. ¿Y ahora qué seguía? Sandra mantenía la calma que a mí me faltaba.




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