Matrimonio Infernal

Capítulo 32

El avión aterrizó en Italia y me vi obligada a abandonar la seguridad del baño. Dije cosas que no debí decir y me sentía arrepentida por eso. Liam era un caballero y no sé merecía que lo comparara con semejante monstruo. Nadie en el mundo se merecía tal comparación.

Liam no volvió a tocar el tema en ese momento y me ofreció su brazo para ayudarme a bajar del avión. Rubí ignoraba por completo nuestra discusión y estaba muy emocionada tomando fotos de la ciudad. Ojalá me pudiera sentir igual.

Llegamos a un hotel de lujo y fuimos recibidos por una docena de empleados que fueron muy atentos con nosotros. Incluso intercambiaron bromas con Liam. Él era más relajado de lo que yo creía.

Pensé que tendría una tregua, pero no fue así. Rubí fue guiada a su propia habitación y ambos nos quedamos solos nuevamente. El universo parecía conspirar en mi contra. Liam puso una mano en la parte baja de mi espalda y me guio hacia el último piso. No era una habitación cualquiera para pasar la noche se trataba de un departamento lleno de lujos, sin mencionar que la vista que teníamos era impresionante.

Liam despidió a los chicos que subieron nuestras maletas y el silencio se apoderó de toda la habitación. Me sentía muy nerviosa y no quería hablar de las cosas que dije. Me senté sobre la cama y me limité a observarlo. Él se deshizo de su saco y prosiguió a sentarse junto a mí.

“No otra vez por favor. No hablemos de Octavio” pensé en mi mente.

–¿Por qué no me lo dijiste? –preguntó con una expresión de dolor en su rostro.

–¿Decir qué?

–Rubí me lo contó todo.

–¿Contarte qué?

–¿Por qué no me dijiste que Octavio te golpeaba? ¿No confías en mí?

Me puse de pies y me acerqué a la ventana.

–No quiero tener esta conversación.

Él se acercó a mí y supe que no me iba a dar una tregua.

–Dijiste que soy igual que él. ¿Te das cuenta de lo mucho que me lastima oír eso?

–Me trajiste hasta aquí sin preguntarme mi opinión –le recordé.

–Ibas a hacer un trato con mi madre.

–Por supuesto –lo confronté– Ya no me apetece embarrar el nombre de tu familia. Aliarme con ella parecía una mejor opción.

–De modo que no has cambiado de opinión. Sigues deseando irte.

–No tengo futuro a tu lado. Me darías la espalda en cuanto te aburrieras de mí.

–¿Me consideras tan poco hombre como para hacer eso? Mis sentimientos por ti son sinceros jamás te propondría un matrimonio real si no creyera que puedo hacerte feliz.

Mi corazón frío poco a poco se fue derritiendo con sus palabras dulces.

–Somos muy diferentes –afirmé.

–¿Y eso que tiene?

–Nunca funcionaría. No nos podríamos poner de acuerdo en nada.

–Ya no me portaré como un imbécil contigo. Haré lo que tú digas.

Octavio jamás diría algo así.

 –Hay mucho resentimiento entre nosotros. Tú lo dijiste, seré tachada por siempre por besar a otro.

–Solo respóndeme algo. ¿Qué sientes por él? –indagó con cuidado.

–Es solo mi amigo. La idea fue mía y él solo accedió a ayudarme.

–Entonces no tengo ningún problema con eso. Yo no guardo rencor por nada. ¿Y tú? ¿Me odias por ser como soy?

–No te odio y no creo que seas como Octavio. Fue solo un decir. Lo dije sin pensar.

–¿Confías en mí? –preguntó él mientras apretaba mi mano.

Dudé un momento, pero al final asentí con la cabeza.

–¿Por qué no me dijiste que Octavio te golpeaba? –volvió a preguntar.

–No quería que lo supieras.

–¿Por qué?

–No quería que me vieras con lástima –reconocí al fin.

–No querías mostrarte débil –concluyó él– ¿Qué más te hacía?

Suspiré y removí un mechón de cabello de mi rostro.

–Me gritaba, me humillaba y me golpeaba si demostraba mis sentimientos. Odiaba que perdiera los estribos y odiaba especialmente las lágrimas. Tal vez por eso soy como soy.

–Lo siento mucho Spencer –él me abrazó y acarició mi espalda– Ojalá hubiera estado allí para defenderte.

Guardé silencio y dejé escapar un par de lágrimas. Era muy difícil para mí hablar del tema porque mi mente se inundaba de dolor y de recuerdos oscuros.

Liam retrocedió un poco para verme de nuevo a los ojos. No me veía con lástima, me veía con dulzura. ¿Siempre me vio así y no me di cuenta? Él limpió mis lágrimas con las yemas de sus dedos y me dio un beso suave y delicado.

–Dime qué es lo que te molesta y lo solucionaré –dijo decidido.

–No me gusta que me digan qué hacer.

–Lo entiendo perfectamente. Es un error que no volveré a cometer.

–Odio que me culpen por algo que no hice y no soporto que me llamen interesada.




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