Matrimonio Infernal

Capítulo 34

–Hoy es su día libre así que no fue al trabajo, mi equipo dice que está caminando por aquí –explicó Mateo mientras caminábamos por aquel parque.

Apenas habíamos tenido tiempo de ir a un hotel y cambiarnos de ropa.

–¿Cuándo despertaste ayer creíste que estarías haciendo de detective en España? –pregunté mientras veía a todas las personas.

–No, en realidad estaba vigilando a la novia para que no sé corriera.

En ese momento su teléfono empezó a sonar y él contestó la llamada. Estábamos bajo la sombra de un árbol y teníamos la vista hermosa de un puente.

–¿Entrevistaste a su vecina? Supongo que fingiste ser su amigo –discutía Mateo por teléfono.

Metí la mano en los bolsillos de mi chaqueta y al voltear a ver vi pasar a Camilo en dirección al puente. Mi boca cayó abierta y me quedé inmóvil por un instante. No lo había visto en varios meses y se sentía como ver a un fantasma. Mateo aún no sé había dado cuenta.

–¿Estás seguro de lo que dices? –murmuraba Mateo en su llamada.

Lo dejé solo debajo del árbol y empecé a correr detrás de Camilo. Él estaba distraído apreciando la vista. Me detuve junto a él y lo abracé sin decir nada. Había ensayado un par de líneas y al final terminé olvidándolo todo. Me daba mucho gusto saber que estaba vivo.

–Camilo ¿Estás bien? –pregunté viéndolo a los ojos.

Él frunció el ceño.

–Perdón señorita me confundió con alguien más –expresando eso me dio la espalda y comenzó a alejarse de mí sin darme tiempo de responderle.

Mateo me alcanzó y puso una mano sobre mi hombro.

–Spencer siento mucho decirte esto, pero él perdió la memoria.

No supe que decir y ambos vimos en silencio como se encontraba con una chica del otro lado del parque. Ella lo recibió con un beso y comenzaron a caminar agarrados de las manos.

–Despertó en un hospital sin saber quién era, aceptó el hecho de que no tenía familiares y escogió el nombre que más fue de su agrado. Se enamoró de una enfermera y está rehaciendo su vida. Me lo acaban de informar –agregó Mateo.

Me quedé quieta y vi como desaparecía junto a la chica. Estaba desapareciendo también de mi vida.

–Podemos esperarlo en su casa y contarle la verdad –sugirió él.

–No, no tiene caso. Sus padres ya están muertos, es hijo único y Octavio quemó su casa. No tiene nada en México. Lo único que quedaba de su vida pasada era yo y ya encontró mi reemplazo así que no necesita saber nada. Me da gusto que esté bien.

–Ahora ya sabes que su intención nunca fue abandonarte.

–Sí, lo sé. Él jamás haría algo así, es demasiado leal.

–Hay algo que tengo que decirte –dijo con seriedad.

Miré a Mateo a los ojos y él me extendió un sobre.

–¿Qué es esto? –lo abrí y vi que estaba lleno de dinero.

–¿Hiciste un trato con Sandra Forrester?

Asentí con la cabeza.

–Liam me llevó a Italia para alejarme de ella.

–Lo que creí. Ella se puso en contacto conmigo porque era evidente que estaba dispuesto a todo para ayudarte y me habló del trato que hicieron. Ella contrató a un centenar de investigadores privados y me ayudó a dar con él. Tú le pediste que lo pusiera a salvo en una ubicación que Octavio desconociera así que ella me dio todo ese dinero para él. Es mucho más de lo que yo podría darle.

Miré el sobre lleno de dinero indecisa. Sandra estaba cumpliendo con su parte del trato y después me tocaría cumplir a mí.

–¿Qué vas a hacer? –me preguntó.

–No lo sé. Quiero ir a casa.

–Entiendo. Te llevaré de regreso.

Mateo y yo regresamos al hotel y él se fue a su habitación para contactar al aeropuerto. Me acosté en la cama pensando que podía descansar y me llevé la sorpresa de mi vida al leer las últimas noticias. Alguien había filtrado una foto de Mateo y yo besándonos en el baile.

–Tiene que ser una maldita broma –dije mientras me incorporaba.

La foto circulaba en todas las redes sociales, noticieros y portadas. Todos suponían que Mateo estaba soltero porque su relación con Valery era un secreto, así que solo me tachaban a mí de infiel y descarada.  La prensa rosa se burlaba de Liam y todos hacían apuestas sobre cuánto duraríamos.

Sabía que habría un escándalo después de lo que hicimos, pero alguien se encargó de hacerlo mucho más grande y ya sabía quién.

Abandoné mi habitación y entré al cuarto de Mateo sin tocar. Estaba a punto de prender su cigarrillo, pero no lo hizo debido a la impresión.

–¿Me quieres matar de un infarto?

–¿Ya viste esto? –dije mientras le pasaba mi teléfono.

Él leyó el encabezado y vi como pasaba del enojo a la sorpresa.

–Lo que me faltaba. Se supone que los teléfonos estaban prohibidos en el baile –recordó él.

–Pues pasaron por alto esa regla –empecé a caminar en círculos sin darme cuenta. No me importaba lo que hablaban de mí, pero me dolía lo que decían de Liam.




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