Matrimonio Infernal

Capítulo 35

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Me senté sobre la arena y me puse a apreciar las olas del mar. Traía puesto un vestido blanco holgado y tenía el cabello suelto. Mateo y Valery estaban haciendo un asado detrás de mí y se encontraban muy felices a pesar de que estaba saliendo muy mal. Verlos juntos me traía recuerdos de Liam y de mí.

Ya había pasado una semana desde que regresamos a Estados Unidos y no había visto a Liam desde entonces. Sandra me contactó para saber si iba a cumplir con mi parte del trato y le dije que sí. Corté toda comunicación con él y me mudé a uno de los hoteles de Mateo. Los paparazzis nos acosaban a todas horas y no tardaron en escribir historias tontas de nuestra fuga. Deseaba ser invisible, pero lo único que podía hacer era mantenerme encerrada.

La boda fue un evento muy íntimo y todo salió bien. Los padres de Valery hicieron presencia a pesar de todo lo que pensaban de Mateo y al final del día terminaron reconciliándose con él. Mateo prometió amarla y protegerla y ellos volvieron a México con la tranquilidad que les daba su promesa.

Los chicos no querían dejarme sola e insistieron en llevarme a su luna de miel. Me sentía rara al estar en medio de ambos, pero lo positivo era que la isla era un lugar hermoso y pacífico. Y lo mejor de todo era que los paparazzis tenían prohibida la entrada.

Valery se sentó a mi lado y me extendió una botella de agua. El viento movía ligeramente su cabello negro.

–¿Cuándo vas a reconocer que lo extrañas? –preguntó ella.

–Nunca dije que no lo extrañara.

Era imposible ocultar mis sentimientos, había perdido la práctica.

–¿Entonces cuándo vas a reconocer que cometiste un error al abandonarlo?

–Solo porque yo esté sufriendo no significa que haya sido una mala decisión.

–¿Sigues pensando que fue lo mejor para él? ‒volvió a preguntar.

Miré el océano y mi corazón se encogió al recordar que fue fotografiado junto a Alexa en Nueva York.  Esa era la oportunidad que ella estaba esperando. A estas alturas ya debían haberse reconciliado.

–Él regresó a la ciudad y no fue a buscarme. Es obvio que ya está rehaciendo su vida –respondí con tristeza.

–La foto que viste no prueba nada. Alexa pudo haberlo orquestado todo. ¿De verdad crees que ella lo haría feliz?

–Él la escogió desde un inicio y yo entré a su vida por un error. Es obvio que siente algo por ella.

–Estás muy equivocada, él te ama y tú lo hacías feliz.

–¿Y por qué estás tan segura? –pregunté confundida.

–Porque él me lo dijo. Está loco por ti y no tiene ni idea de cómo seguir adelante sin ti.

La miré boquiabierta.

–¿Hablaste con él?

Ella se puso a reír.

–Pensó que Mateo se iba a casar contigo y lo llamó  para amenazarlo. Dijo que eso era imposible porque ustedes ya estaban casados. Mateo le explicó la situación y Liam no podía creerlo. Simplemente no entendía por qué lo dejaste.

Las ganas de llorar me invadieron. Tal vez no fue la mejor decisión.

–¿Debería llamarlo? –susurré emocionada.

–No hace falta –Valery señaló hacia atrás con su cabeza.

Me puse de pies y vi a Liam hablando con Mateo junto a la parrilla como si fueran mejores amigos. Traía puesta una camisa blanca con jeans azules y estaba descalzo al igual que yo. Valery se acercó a ellos y se llevó a Mateo dentro de la casa con una sonrisa.

Me acerqué a Liam y no supe qué decir. De repente me sentí como una tonta por haberlo dejado sin explicación alguna.

–¿Qué pecado estaré pagando contigo? –meditó él.

–¿Estás enojado?

–Enojado es poco. ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando supe que me abandonaste? Pensé que te habías quedado con Camilo.

Mi corazón se encogió al oírlo. Tal vez no me iba a perdonar y venía a exigirme el divorcio.

–Él y yo no estábamos destinos a estar juntos. Ni siquiera lo amaba, estaba con él porque sabía que representaba todo lo que Octavio no quería para mi vida.

–Pero yo no lo sabía. Viajé hasta España para buscarte y me di cuenta de que Camilo ya se había marchado con otra. Al principio me sentí aliviado, pero mi sufrimiento estaba lejos de terminar porque la prensa empezó a subir fotos de Mateo y tú juntos en Nueva York. Perdí la cabeza cuando empezaron a hablar de una posible boda. Ni siquiera estábamos divorciados, por un momento creí que estabas tan enamorada que pensabas saltarte todos los protocolos.

–¿Llegaste a España a buscarme?

Mi cerebro solo se quedó con eso. Debí haberlo esperado allí.

–Y a muchos lugares más. ¿Era tan difícil contestar el teléfono?

–Creí que ibas a estar mejor sin mí –reconocí.




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