Después de la batalla y la evacuación, Rey contempló los destrozos que dejó la guerra a su paso. La devastación era evidente en cada rincón del lugar que una vez había sido un hogar para muchas personas. Los edificios estaban reducidos a escombros, las calles estaban llenas de escombros y las vidas de las personas habían sido trastocadas para siempre.
Rey caminó por las calles desoladas, sintiendo el peso de la pérdida en su corazón. No podía evitar sentirse culpable por la destrucción que había presenciado y la vida que se había perdido en medio del conflicto. Se preguntaba si la lucha por la libertad y la justicia valía la pena, si el costo de la guerra era demasiado alto.
"Todo esto... ¿por qué? ¿Por qué tantas personas inocentes tienen que sufrir por la ambición y la crueldad de unos pocos? No puedo entenderlo", murmuró con tristeza.
A medida que avanzaba por las calles destrozadas, se encontró con personas desplazadas, buscando refugio y consuelo después de haber perdido sus hogares. Los rostros cansados y desesperados de aquellos a quienes había ayudado a evacuar la persiguieron en sus pensamientos.
"Lo siento... Lo siento mucho", les dijo en voz baja, sabiendo que sus palabras no podían borrar el dolor que sentían.
Rey se detuvo frente a lo que una vez había sido un edificio lleno de vida y alegría. Ahora solo quedaban escombros y cenizas. La tristeza y la impotencia la abrumaron mientras pensaba en todas las vidas que habían sido destrozadas en medio del conflicto.
"No puedo dejar que esto continúe. Tenemos que encontrar una forma de poner fin a la guerra y detener la Primera Orden. No puedo permitir que más personas sufran", se prometió a sí misma con determinación.
La noche caía y Rey sabía que debía partir. A pesar de la devastación que había presenciado, tenía que continuar luchando. Había personas que necesitaban su ayuda y protección, y ella estaba dispuesta a darlo todo para defender a aquellos que no podían defenderse por sí mismos.