Matthew

1


 


 

— ¡Apúrate Noah! No tengo todo tu tiempo — gritó Caleb.


 

— ¡Ya voy! — bajo la última maleta de mi cama. Tomo las otras dos maletas con mis cosas y tomo camino a la entrada del departamento.


 

Han pasado ya casi tres años desde el incendio. Tenía 15 en ese entonces. Nunca encontraron la razón por la que todo inició. La casa se perdió toda. Después del accidente y que me internarán en el hospital durante ocho meses de mi vida debido a las quemaduras en mi piel, donde recibí un tratamiento de piel de Tilapia que me ayudo a las cicatrices y a aliviar el dolor. Pero aún se ven.


 

Caleb lucho por mi custodia. No se la pusieron fácil debido a no ser familiar mío de sangre.


 

Bajo del departamento con mis cosas y está el Civic deportivo azul del ya antes mencionado con la cajuela abierta en espera de mis cosas.


 

Me voy a mudar de la ciudad de Minnesota a San Francisco.


 

¿La razón? Ni siquiera yo la sé.


 

Lo que si se es que podría ayudarme esto a iniciar de nuevo. En la ciudad después de todo lo ocurrido la gente en general, mis compañeros, mis amigas, docentes de la escuela, absolutamente todos me miraban con lastima.


 

Dejo las cosas perfectamente acomodadas y me monto en el asiento del copiloto a esperar a Caleb, quien dos minutos después se coloca en el lugar que ocupa el piloto.


 

Enciende el motor, nos colocamos cinturones y emprendemos el viaje en silencio.


 

Salimos de la ciudad y la carretera de volvió solitaria. Éramos los únicos a los alrededores y eso me causaba temor.


 

Recargo mi brazo en la puerta del auto, mientras que mi puño sostiene mi cara. Me observo a través de la ventana en el retrovisor y contemplo mis ojos grises.


 

Mi rostro se ve demacrado. Estoy repleta de ojeras, definitivamente voy a tardar mucho tiempo en intentar cubrirlas con el maquillaje.


 

— ¿No me vas a preguntar? — Habla Caleb.


 

— ¿Me vas a responder? — le respondo.


 

— Escucha, se que tú y yo no nos llevamos muy bien, pero- — le interrumpo.


 

— ¿Por qué será? — contestó con ironía. Como si fuera idiota y no supiera.


 

—Ves, es por eso que siempre soy así contigo.


 

— No. claro que no, yo no era así. Tu así me convertiste en esto con quien estás hablando.


 

— No. Yo no quería que cambiaras.


 

— Pero en base a tus acciones lo hiciste.


 


 

El auto quedó en silencio. Él sabía que yo tenía razón y eso no podía cambiar. Todo fue por él.


 

— ¿Por qué nos mudamos a San Francisco? — le pregunto rendida de sus miradas sobre mi y no sobre la carretera.


 

— Gracias — dice complacido — Nos vamos a San Francisco, por qué quiero que iniciemos todo desde cero. ¿Me oíste bien? Vamos a cambiar. A lo que me refiero es que quiero intentar ser una familia, me gustaría que me vieras como el padre que nunca tuviste.


 

— Lo veo muy complicado — le digo mi opinión con sinceridad.


 

— Con respecto a tus cicatrices que aún tienes, vamos a tratar de ocultarlas lo más que se pueda posible, no quiero que la gente te las vea — continuo sin prestar atención a mi comentario.


 

— ¿Y eso que tiene de malo? — aunque no lo querrá aceptar, tengo que aceptar mis cicatrices.


 

— Nos estableceremos en otro departamento, este va a ser un poco mejor. Es un penthouse...


 

Deje de prestarle atención para concentrarme en algo mejor. Como el bosque que rodea la carretera.


 

— Así que, ¿Aceptas? — no escuché ni la mitad de lo que dijo.


 

La verdad es que a mi no me importaría nada de lo que vayamos a hacer en aquella ciudad. Lo que más deseo con esta mudanza y al menos con el principio de palabras que me dijo es que él cambie.


 


 

•••


 


 

— Noah... — siento que alguien me mueve de mi asiento y despierto quitándome los audífonos. Es Caleb.


 

— ¿Tan rápido? — pregunto desorientada.


 

— No, estamos en Billings, dormiremos una noche para volver a tomar carretera. Bájate.


 

Obedezco y bajo tomando mi mochila con a objetos personales. Y camino rumbo a la recepción siguiendo a Caleb.


 

Escucho como dice su nombre y le dicen acerca de la reservación.


 

— Vamos — salimos de recepción, nos volvimos a montar en el auto y nos estacionamos frente a las habitaciones que su puerta da hacia la calle.


 

Volvemos a bajar y Caleb abre la habitación.


 

Un cuarto pequeño, de dos camas con edredones guindos y sábanas blancas, entre los dos colchones se encuentra una mesa de noche con dos lamparas pegadas a la pared que dan hacia cada lado de la recámara.


 

Siento una mando posicionarse bruscamente sobre mi hombro.


 

— Ve por las maletas — me indica Caleb.


 

Y por más que quisiera decirle que no. Sin rechistar salgo de ahí y me ah cerco a la cajuela del auto donde tomo una maleta mía y la maleta del hombre que está adentro.


 

— Aquí está — dejó su maleta sobre una cama y de la mía comienzo a sacar algo cómodo para dormir.


 

Camino hacia el baño y me cambio por unos pantalones negros aguados, y una sudadera que me queda enorme del mismo color que dice "Go Vikings!" En blanco con contorno morado.


 

Claro que la sudadera ni siquiera es mía.


 

Me miro en el espejo y bajo la cabeza al lavabo. Abro el grifo y tomo el agua cristalina entre mis manos.




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