Matthew

19

Camino a paso apresurado por los pasillos de la facultad. Hago una parada rápida en mi casillero dejando los libros que no ocuparé y tomando otros que saqué de la biblioteca hace unas horas. Meto todo a mi bolso y tomo una pequeña bolsa donde tengo todo lo que encontré en el terreno.


 


 

Vamos a analizar todos los frascos para poder saber que contienen. Y hay la posibilidad de saber quien escribió el Diario. A Matt se le ocurrió que al ser mayor de edad podía pedir prestado por unas horas el laboratorio de la USF.


 


 

Han pasado dos semanas desde la apuesta que hice con Caleb. Mi vida mejoró notoriamente. No me reprocha nada, no me pregunta a dónde voy y casi no lo veo en el departamento; también no se ha quejado o puesto peros por empezar una relación con Matthew — con quien por cierto, las cosas van excelente —. Cumplió su palabra.


 


 

Suelto un suspiro de cansancio cuando finalmente llego al laboratorio. Veo a Coleman al fondo de este con su bata puesta.


 


 

Se ve tan guapo y tan inteligente. ¿Qué no lo hace perfecto? Es un ángel.

Mí ángel.


 


 

— Ya llegue — le aviso a la vez que comienzo a caminar hacia él. Levanta la vista del celular y me sonríe.


 


 

Caminan en mi dirección y ayudándome con las cosas me da un pequeño beso.


 


 

— Bien. Vamos a ver que contienen.


 


 

Dejamos las cosas en la barra del laboratorio. Saco mi bata y alzando mi cabello en una coleta comenzamos a destapar los frascos. Sacamos unas pegatinas donde podemos escribir y se las pegamos a los frascos enumerándolos. Tomo un cuaderno para ir haciendo las anotaciones sobre lo que es cada cosa.


 


 

Matthew toma el frasco número uno. Primero veo cómo lo pases entre sus dedos y lo acerca a una distancia considerable de la nariz. Con la mano intenta atraer un poco el olor hacia él y después pone una gota en un microscopio.


 


 

— ¿Por qué en un microscopio? — pregunto confundida — ¿Podrás encontrar algo por ese medio?


 


 

— Es que no se como hacer esto — se ríe contagiándome a mi también — ¿qué propones?


 


 

— Busquemos un mechero. Podemos quemar tantita sustancia para saber su Ph. ¿No? — la verdad es que yo tampoco estoy segura de lo que estoy haciendo.


 


 

— Pero después ¿cómo le haremos? Para saber con más precisión que es. Digo, muchas sustancias comparten el mismo nivel de... — guarda silencio — estamos perdidos — dice riendo — investigaré una forma de como saber que son.


 


 

— Iré leyendo el diario.


 


 

— Alto ¿Y si tus huellas se mezclan con las del propietario original?


 


 

— Matt, este diario lleva años ahí adentro, décadas diría yo. Y aparte, aunque tuviéramos ninhidirina* para sacar las huellas y tampoco tenemos una base de datos como el FBI para saber de quién es la huella — digo yo — no sabemos ni de qué año es el diario, en esas épocas ni siquiera registraban las huellas de la gente.


 


 

— Bien, hay que empezar a leer, tal vez podríamos encontrar algo ahí...


 


 

Tomo asiento en uno de los taburetes del laboratorio, Matthew se sienta a mi lado y juntos abrimos aquel diario. Siento su textura otra vez al tocarlo. Es de tapa dura y color verde oscuro. Las hojas se sienten duras y rasposas por lo viejas. Su antigüedad se destaca más por el tono amarillento de ellas y el olor a humedad que desprende.


 


 

Comienzo a leer poco a poco y cada vez encuentro más extraña y espeluznante la situación.


 


 


 

"Octubre, 1943.


 

Por mi seguridad no puedo revelar mi identidad en este diario.


 

Si te encuentras leyendo esto, significa que cometí el grave error de perderlo o finalmente está en las manos de la persona correcta y puedes ayudarnos. Tu sabrás si eres esa persona.


 

Me encuentro actualmente en el "Campo Auxiliar Aeródromo*". En plena Segunda Guerra Mundial el gobierno de este país logró capturar a varios de los soldados Nazis, los mandaron como reos al laboratorio y nos permitieron experimentar con ellos. Finalmente se podrá realizar el esperado "Experimento del Sueño". Utilizaré este diario para hacer anotaciones sobre los avances de todos y cada uno de los experimentos que realice o sea participe.


 


 

Bien, acabo de jugar con los reos un poco, les hice la falsa promesa de que si no se resistían en el experimento los dejaríamos libres y borraríamos todo su historia criminal. Cuatro de los cinco que eran aceptaron. Matamos al otro.


 


 

Diciembre, 1943.


 

Iniciamos con el proceso hace una semana. Los encerramos a los cuatro en un cuarto de piedra, les hemos estado administrando un gas estimulante cada dos horas para lograr mantenerlos despiertos.


 


 

No les hemos dado nada de comer durante todo este tiempo. Queremos saber su limite. Con este experimento se podrá comprobar que el sueño es algo totalmente innecesario para el humano y que las horas de supuesto descanso podrían utilizarse para realizar cosas productivas y mejorar al mundo, actualizarlo.


 


 

Enero 1944.


 


 

Después de dos semanas desde la última vez que escribí tuve la oportunidad de entrar a ver a los reos. Uno de ellos falleció, dos de arrancaron los párpados y el último comenzó a hacerse heridas muy profundas en el abdomen. Intentamos ayudarlos pero se negaron siquiera a que sacáramos el cadaver de su compañero.




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