Matthew

20

Me quedo parada, sin moverme y sin cerrar la puerta. De inmediato reaccionó y me hago la desinteresada.


 


 

— No lo se. No se ni qué es — le contesto — ¿De dónde lo sacaste tu?


 


 

Frunzo el ceño para complementar la actuación.


 


 

— Lo encontré, simplemente lo encontré — su voz es sarcástica.


 


 

— Volviste a husmear entre mis cosas...


 


 

— Así que sí es tuyo — mierda — Si, lo encontré entre tus cosas — afirma — sabes, me parece muy interesante, porque yo se a quien le pertenece este diario — lo agita entre sus manos — y lo más interesante es que no se cómo lo encontraste, porque no sabes de esa persona. Así que te lo voy a volver a preguntar — comienza a caminar hasta donde estoy. Mi instinto me dice que retroceda, sin embargo no lo hago, le demostraría que aún temo de él — ¿De donde lo sacaste?


 


 

— De la biblioteca...


 


 

— No... — termina de plantarse frente a mi — No me quieras ver la cara de estúpido.


 


 

Pues técnicamente no es mentira, lo encontré el la biblioteca del terreno al que me llevó. Pero si, básicamente le quiero ver también la cara de estúpido. No le dire donde encontré el diario. O al menos no la verdad.


 


 

Me siento ofendida al saber que volvió a estar husmeando entre mis cosas. Cuando estábamos en Minnesota hacia lo mismo. Hurgaba en mis cajones, bajo de mi cama, en el baño, mis estanterías. Todo. Decía que era por seguridad mía y que quería estar seguro de que no estaba metida en cosas como la droga. Desde qué pasó todo antes de venir a San Francisco dejé de creer en esas palabras. Después de un tiempo dejo de hacerlo cuando le dije que parecía no tenerme confianza, de esa manera cedió. Pero estamos aquí, hablando sobre el Diario que había prometido que nadie sabría, porque él lo encontró entre mis cosas.


 


 

Rayos.


 

¿Cómo mierdas se lo quitaré ahora?


 

¿Dónde lo esconderé?


 


 

Es algo demasiado valioso y no puede estar en manos de cualquiera. Y considero que Caleb es ese cual quiera.


 


 

— ¿Me lo das? Lo voy a necesitar para unas tarea de la universidad. Me lo prestó un profesor — sigo insistiendo.


 


 

— Luego hablaremos de esto.


 


 

Le arrebató el diario de las manos y corro escaleras arriba. Esta vez ando con cuidado de no cometer la última vez que cometí la estupidez de correr por las escaleras y tropezarme. Me encierro con llave en mi habitación y verifico el diario. No falta nada. Ni una sola página fue arrancada.


 


 

Pienso en llamar a Matthew y decirle que no iré a verlo correr por estar buscando dónde más puedo esconder el artefacto. Pero no, no puedo hacerle esto, él quería que fuera y así va a ser.


 


 

Me meto en el armario donde tenía escondido el diario. Esta todo fuera de los cajones, todo esta desacomodado y regado en el suelo. Suelto un sonoro suspiro de cansancio y comienzo a recoger todo el desastre. Pienso en dónde pueda volver a esconderlo, conociendo a Caleb cuando me vaya volverá a venir a meterse en mi cuarto y volverá a buscarlo, pero...


 

¿Cómo es que sabe de él?


 

¿Por qué sabe a quién le pertenecía?


 

¿Para qué lo quiere?


 


 

Guardo todo lo que puedo en su lugar y me doy cuenta de que tengo que apurarme para poder estar lista. Tomo unos jeans de mezclilla negros y high waisted, una blusa gris de manga corta y una chaqueta delgada de cuero encima. Después de darme una ducha rápida y secar mi cabello, estoy lista, solo falta una cosa.


 


 

Esconder el diario.


 


 

Oh por Dios, ¡ya sé! Soy una genio.


 


 

Camino hasta mi cama, tomo una de las almohadas y en la funda de las sábanas de esta lo meto. Vuelvo a colocarla normal y confirmo que no se ve nada. Es como si no estuviera ahí.


 


 

Tiene que estar seguro ahí.


 


 

Tomo mi celular y por si las moscas agarro algo de dinero también. Salgo de la habitación cerrando la puerta con llave y bajo hasta la planta baja. Me despido de Dean al salir del edificio y un auto se planta frente a mi. Es el mismo Bugatti de la vez pasada. Matthew baja del lado del conductor y me dedica una sonrisa.


 


 

— ¿Lista preciosa? — Volteo a verlo inclinando levemente mi cabeza con una sonrisa divertida.


 


 

— Luces más feliz que de costumbre.


 


 

— ¿Cómo no estarlo? Acabo de firmar mi propio terreno y la chica que me gusta va a ir a verme correr.


 


 

— ¿Ah si? — le sigo el juego — pues que afortunada chica al tener la oportunidad de ir a verte. ¿Quien es?


 


 

Se acerca más a mi y rodea mi cintura con sus brazos. Me encanta que haga eso.


 


 

— Oh si, vaya que es afortunada — su sonrisa se ensancha más y termina estampando su labios contra los míos.


 


 


 

• • •


 


 

La última vez que pisé este lugar estaba infestado de gente drogada, mujeres con cuerpos plásticos, esculturales y provocativos para los hombres. Y esta vez no es la excepción.


 


 

A veces me deprimo de ver a aquellas mujeres tan voluptuosas,  y una aquí sin nada que ofrecer. Soy flaca como un palo y plana de enfrente. No tengo nada que los hombres puedan voltear a ver. Muchas voltean a ver a Matthew con cara de deseo, queriendo estar en su cama  y aún sigo sin comprender cómo es que alguien como él me pudo voltear a ver. Aún estando rota y llena de cicatrices que nunca sanan. Soy horrible a comparación de todas estas mujeres.




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