Matthew

22

Terminamos de hacer unas maletas con mudas y otras cosas más dentro. Las echamos a la camioneta y tomamos carretera.


 


 

Son las 7 de la mañana de un sábado y vamos camino al terreno que visité para investigar unas últimas cosas e iniciar el viaje oficial al Área 51.


 


 

Saco una pastilla de mi bolso de mi mochila de mano y tomando un trago de agua me la paso.


 


 

— ¿Qué es eso? — pregunta mi acompañante.


 


 

— Se llaman pastillas anticonceptivas. Noche no usamos condón genio — río levemente al darme cuenta que él también se olvido por completo de ese detalle.


 


 

— ¿Y como es que la sacaste tan rápido? ¿De dónde salió?


 


 

— Estas pastillas no solo sirven para prevenir embarazos, también regulan la regla y hacen los periodos más limpios — le expliqué.


 


 

— ¿Qué? — toma la caja que aún seguía en mis manos y le da una leída rápida — Preciosa según la caja ese no es el propósito exacto.


 


 

Le quito la caja de las manos y la guardo en la mochila sin decir nada.


 


 

— Noah... — dice en tono regañador.


 


 

— Voy a terminar en Minnesota en la tumba de mi difunta madre cantándole la canción Criminal de Britney Spears — bromeo.


 


 

Matthew solo toma un suspiro frustrado e inmediatamente se me ocurre cambiar de tema de conversación. 


 


 

A las pocas horas de carretera diviso la casa del terreno al que me trajo Caleb. Se lo señalo y poco a poco va bajando la velocidad hasta estacionarnos. 


 


 

Bajamos del vehículo y un escalofrío me recorre la espina dorsal al recordar todo lo qué hay ahí dentro.


 


 

— Espero que no seas muy sensible a los cuerpos muertos — salto la barra que indica el terreno.


 


 

Matthew sigue mis pasos. Le enseño todo lo que vi aquel día y al final lo llevo a la habitación donde encontré el diario.


 


 

Inspeccionamos las habitaciones que faltaron llevándonos una grata sorpresa.


 


 

Voltea a verme cómplice. Nos acercamos y empezamos a contar todos los montones de billetes que había.


 

Eran fácil más del millón de dólares y eso que no habíamos terminado y de contarlo todo.


 


 

— Bien. Este es el plan... — mi habla se vio interrumpida por un ruido dentro de la casa. Volteo a ver a Matt con los ojos alarmados — Imposible — murmuro.


 


 

Me levanto del suelo dejando todo de lado y saliendo a paso presuroso de la habitación. Comienzo a explorar la caza en busca de donde haya provenido aquel sonido.


 


 

Camino entre los pasillos y me adentro en todas y cada una de las habitaciones. Bajo a la primera planta buscando aún. Siento que alguien me observa desde la escalera y se que es Matthew. Me meto en una de los cuartos y hay uno que me llama la atención. Al intentar entrar la puerta está cerrada bajo seguro.


 


 

Checo los bolsillos de mis jeans con la esperanza de encontrar el típico pasador escondido que te salva. Y como si esto fuera una historia de Wattpad tengo la ventaja de tener uno ahí de la última vez que usé.


 


 

Meto el incaible y empiezo a forcejear la cerradura hasta que finalmente la puedo abrir. Observó con detalle cada cosa que se encuentra en la habitación. Es una muy parecida a la de arriba, donde encontré el cadaver y el diario. La única diferencia es que solo hay un estante con unos cuantos libros con título sobre la genética, y maletines mal armados.


 


 

Tomo varias hojas que estaba tiradas en el piso frente al estante.


 


 

Doy una leída rápida y doblo parte de ellas ósea leerlas después. Mi mirada viaja por todas las paredes llenas de manchas por la humedad. Me acerco a la ventana que da vista hacia la pila de cadaveres en el hoyo del patio.


 


 

Fijo mis ojos en un relieve sobre el papel de la pared. Tanteó la figura para darme cuenta que es una especie de puerta, como la de la película de Coraline, solo que esta es de tamaño más grande.


 


 

— Matt, ¿tienes una navaja? — le hablo desde el piso de abajo.


 


 

— Si ¿por qué? — lo veo salir del pasillo con varios montones de billetes en las manos y una de mis maletas negras en la mano, al verlo salir así y vestido de negro realmente parece un criminal. Solo nos falta el pasamontañas y estamos listos para hacer una masacre.


 


 

Aquel pensamiento me hace querer reír levemente, pero me contengo y me centro en lo principal


 


 

— Creo que encontré algo.


 


 

No hizo falta decir más. Bajó las escaleras y dejando las cosas en el mismo lugar se encaminó hacia mi. De sus bolsillos delanteros sacó las llaves del jeep revelando junto con ellas una diminuta navaja.


 


 

La tomó entre mis manos y abriendo la cuchilla me volví a acercar a la puerta y enterré el filo en un globo que se hacía en la pared.


 


 

Con algo de dificultad logré hacer la primera línea y con eso pude arrancar el papel. Una puerta de madera color caoba viejo se mostraba frente a nosotros. Se veía que solo se habría con una llave especial. Esto no podría abrirlo con el incaible.


 


 

Mi cuerpo se movió solo por toda la habitación, tanteando entre los libros para ver si alguien había escondido ahí la llave y no se la habían llevado.


 




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