Matthew

30

Volvimos a correr por los túneles del lugar, se hacían cada vez más y más estrechos.


 


 

Metros más adelante vimos una puerta y esa fue nuestra única salida. La luz del sol nos dio de golpe, comencé a buscar por los alrededores para saber donde estábamos y hablé por el micrófono.


 


 

— Marcus ya salimos ¿dónde están?


 


 

— Ian los está ubicando. Iremos por ustedes, las cosas se están poniendo feas acá arriba — la señal se corto en ese momento y volteé a ver a Matt.


 


 

— ¿Escuchaste eso?


 


 

— La señal se cortó, jamás nos van a encontrar aquí. Tenemos nosotros que encontrar una salida — me tomó de la mano y comenzamos a caminar entre los laberintos semi-hundidos.


 


 

Estuvimos así por algunos minutos hasta que encontramos unas escaleras llenas de hierba. Subimos con cuidado y vimos al grupo corriendo hacia nuestra dirección.


 


 

—¡Corran! — el grito agudo de Becky nos alertó y vimos detrás de ellos. Gente de seguridad los venía persiguiendo.


 


 

Me volteé con Matt y volvimos a correr tomando una dirección diferente. Caímos unos cuantos semi-niveles y llegamos a un punto en el que no encontramos salida.


 


 

La respiración de todos — a excepción de una persona llamada Matthew — se encontraba agitada.


 


 

Unos barullos se escucharon llegar y cuando menos nos dimos cuenta estábamos rodeados. Gente vestida como en la cultura Inca con apuntaba con lanzas puntiagudas. Sus rostros reflejaban ira y sus ropas coloridas llamaban la atención.


 


 

—¿No estaban extintas estas cosas?


 


 

—Cállate Peter — lo regañé.


 


 

—No podemos dejarlos ir con el mapa — habló uno de ellos con dificultad de lengua.


 


 

—No tenemos ningún mapa — defendió Hank simple.


 


 

—Causaron escándalo en tierra sagrada. De paz. Y eso ¡no se perdona! ¡Se castiga!


 


 

—Serán la ofrenda a nuestros Dioses.


 


 

Bien. Esto ya me estaba asustando, ellos piensan que seguimos en los años 1200.


 


 

—¿Quieren esto? — hable y de mi mochila saqué un papel —. Se los daré si nos dejan salir de aquí y nadie saldrá lastimado — hablé seria — sin más escándalos para este, su lugar sagrado — conecté mirada con uno de ellos y lo vi asentir.


 


 

—El papel...— lo señaló diciéndome que lo quería.


 


 

—La salida. Guíenos a la salida y les entregaré el papel — negocie.


 


 

Aceptaron algo inseguros y así rodeados nos comenzaron a escolar por todo el lugar hacia la salida. Realmente era un enredo.


 


 

—¿Por qué lo quieren? — me pregunto el que pienso es el líder des tribu.


 


 

—Porque creemos que es hora de que la humanidad avance.


 


 

—El hombre avanzará y alcanzará la prosperidad el día en que dejen de causar guerras y desastres por el mundo. Solo ese día, obtendrán la conexión espiritual que necesitan y todas sus riquezas se multiplicarán, solo así el mundo cambiará y evolucionará como los otros...


 


 

En ese momento llegamos a la salida, los demás comenzaron a pasar los límites del lugar sagrado y yo me quedé para darle al inca el papel.


 


 

—Guárdelo — se lo entregue y sin más camine intentando un paso tranquilo.


 


 

Matthew me estaba esperando a unos cuantos metros con la cara seria, lo tomé de la mano y a paso presuroso nos alejamos.


 


 

—¿Qué estás haciendo? — me pregunto casi en un murmuro.


 


 

—Tu sigue caminando antes de que se den cuenta — volteé a ver a los demás de reojo. Ya estábamos llegando a las camionetas que Ian acercó mientras estábamos de camino.


 


 

Nos faltaba una nada para llegar a ellas cuando los incas volvieron a perseguirnos.


 


 

—¡Corran a las camionetas! — me solté de la mano de Matthew y corrimos individualmente.


 


 

Comenzaron a lanzarnos piedras y sus lanzas. Un quejido llamó mi atención, era Daniela. Me desvíe de mi camino y fui hacia ella.


 


 

—Vamos amiga, levántate — la cargué en mis hombros para continuar. Finalmente entre quejidos y lloriqueos, logre abrir la puerta de una camioneta y la dejé sentada para poderse subir.


 


 

Acomode a Daniela en los asientos traseros y cerré su puerta para correr a mi camioneta. Todavía tenía tiempo, se les terminaban las municiones.


 


 

El rugido de unos motores volvieron a distraerme. Volteé hacia atrás y camionetas que no había visto se acercaron y nos rodearon. Esto estaba mal.


 

Los refuerzos del patrocinador de este viaje comenzaron a salir. Sus armas apuntaron a las camionetas y los disparos me ensordecieron; ellos de igual manera comenzaron a defenderse y sentía como alguna bala podría rozarme en cualquier momento.


 


 

Una mano me tomo del brazo y me jalo. Encontrándome con Caleb y un arma en mano.


 

—¡Caleb este no eres tú! ¡Suelta el arma y vámonos!


 

—No. Estoy harto de todo esto. Todo es mentiras, secretos, nadie aquí habla con la verdad. El mundo se pone en un gran peligro... prométeme que encontrarás los diarios y evitarás a toda costa que ellos dos logren su objetivo. Todas las naciones se destruirán, lo se...


 

—Caleb, vámonos — hablé intentando jalarlo.




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