El sonido de un disparo retumba en mis oídos. Me hago chiquita intentando alejarme del blanco. Sentí algo caliente salpicarme y cuando abrí los ojos vi al tipo muerto detrás de mi.
Matthew corrió a mi y me ayudó a quitarle el cuchillo al cadaver para salir de ahí. Todo era un desastre allá afuera, hombres tirados, sangre por doquier, esto parecía zona de guerra.
Tomé un arma del suelo al igual de Coleman y corrimos por los pasillos buscando a los demás.
Vimos a Marcus y a Andrew — uno de los mejores amigos de Matt — pelear cuerpo a cuerpo con unos tipos. Vi como Antonio se acercó corriendo y les disparo dos tiros limpios a cada atacante haciéndolos caer al suelo.
—¡Tenemos que salir de aquí! — grito mi novio y con una mano dando la señal de que corrieran.
Seguimos el camino hasta que llegamos al área central del lugar y casi todos los investigadores estaban muertos el el suelo. Continuamos por todo el lugar hasta que nos topamos con Danny, Josh, Annie, Joe, Dean y Peter.
—¡Muévanse! Si ven algo sospechoso no duden en disparar — los miré y corrimos a la salida.
En la entrada de este había un señor con lentes peleándose con un hombre vestido de negro, como el que intento matarme hacía apenas unos minutos.
—¡Abajo! — gritó Matthew disputándole al de negro.
El señor volteo y sonrió.
—Ay que alivió verte, hijo, tengo mucho tiempo sin hacer estas cosas, creí que no podría — rió levemente y me miró — es un muy mal momento en el que nos conocemos de manera oficial, señorita Noah, soy el padre de Matthew.
—Un gusto señor, pero creo que es mejor dejar estas presentaciones para después, tenemos que salir de aquí — hable seria.
Afuera estaba todo rodeado, no podíamos salir como Juan por su cuadra.
—Ian, ¿las camionetas de afuera se registran en buenas condiciones? — preguntó Marcus y el mencionado asintió — vamos a movernos rápido y en grupo, Antonio, Annie, Peter, Joe, Josh y yo iremos juntos en una camioneta. Noah, en otra irán Matthew, Ian, Daniela, Dean, Andrew y tu. Nos montaremos y correremos todos hacia el lado oeste.
—¿Con Abigail?
—Ella podría salvarnos si los ataca — le respondió a Danny.
Todos nos formamos y comenzamos a salir en orden y en silencio para no llamar la atención. A cómo pudimos nos montamos en los autos y todos se alertaron cuando escucharon los sonidos del motor.
Las llantas rechinaron en el asfalto y nos abrimos paso entre toda esa gente, no nos importó llevarnos a uno que otro de encuentro.
Los disparos no tardaron en sonar detrás de nosotros. Matthew seguía la camioneta de Marcus. En la parte de atrás todos iban apretados y no era muy fácil agacharse para esquivarlos.
—Voy a responder — hable algo alto.
Sentía la sangre correr aceleradamente por mis venas, la adrenalina del momento estaba al mil por hora. De la parte de abajo saqué unas cuantas granadas y sentándome en el tablero de la camioneta, abrí el quemacocos. Calcule la salida y la dirección de adonde la mandaría. Le quite el seguro y la lancé.
A los pocos segundos de haberlo hecho una fuerte detonación se escuchó. La fuerza de la granada aceleró el vehículo y se descontrolo un poco.
Me acomode de regreso en el asiento y por el retrovisor vi como sus camionetas de combate se incendiaban.
Prepare otra y la lancé en otra dirección a la que venían, haciendo que otra explosión sonara.
—Tengo miedo.
—Yo también, pero no nos queda de otra — respondí a Dean.
Matthew continuo el Camino hasta que vimos que se estaba terminando.
—Marcus ¿ahora que? — habló a través de la radio.
—No lo se, se nos termina el camino.
—Desvíense, podemos confundirlos y perdernos entre los matorrales — reaccioné.
Las camionetas volvieron a rugir y levantaron la tierra seca del desierto. No se ni a cuántos kilómetros por hora íbamos pero estábamos muy lejos de los invasores.
Sin dejar de pisar el acelerador, pasamos unas casetas llevándonos de encuentro a las plumas de seguridad. Varios minutos después tuvimos que detenernos. Las camionetas estaban sin gasolina y ya no podían avanzar.
Por el retrovisor vi como una parvada de gente y camionetas negras se acercaban a nosotros y me alarmé.
Tomé unas granadas y bengalas de abajo de los asientos para lanzarlas.
—¡Cuidado! — escuché el grito de Ian y al segundo nos estábamos bajando de la camioneta.
Lanzaron una chispa y se comenzó a incendiar la cajuela. Y esa estaba llena de explosivos.
Bajé de la camioneta y abrí la puerta trasera para que pudieran bajar, la única que faltaba era Daniela.
—Vamos Danny, pon un poco más de fuerza — hablé un poco alto tomándola por el codo para jalarla, ella estaba lastimada de la pierna por lo ocurrido en Latinoamérica.
—¡No puedo! Estoy prendada de la pierna con la puerta — soltó unas cuantas lágrimas y me miró.
Editado: 28.10.2020