Capítulo 1: Inexperiencia
¿Cuáles son las personas más fáciles de matar? Es una pregunta que podría hacerse cualquiera, pero Ignis empezaba a plantearse seriamente, ya han pasado dos años desde que decidió aceptar que debía matar, si quería superar su miedo, su habitación estaba repleta de fotos forenses, recortes de periódicos, testimonios policiales, si este quería hacerlo bien tenía que planearlo con delicadeza.
4
Examinó por varias días e inclusive meses a quienes podría asesinar, su agenda y su memoria estaban perfectamente sincronizadas, primero descarto a las personas cercanas a este, entendió que es muy arriesgado por si lo llegaban a descubrir, así que daba paseos diurnos y nocturnos con el fin de conocer a los pobladores más vulnerables, si de cuenta de un patrón y de una lógica urbana, se trataba de aquellos rechazados por la sociedad: los vagabundos.
Al determinar que su primera víctima sería uno, este empezaba a estudiarlos, dibujarlos en su cuadernos y recordar sus hábitos, el lugar donde más habitaban eran en el terminal de transportes de la ciudad, en las noches estos se amotinaron en los asientos, eran bastante famosos por ello tanto así que la mayoría de gente en el transcurso del día se negaban firmemente a usarlos.
Ignis se mostraba agotado físicamente, su trabajo como personal de ayuda tenía un horario contraproducente a su nueva meta, él pensó en retirarse muchas veces, pero también al llegar a casa y ver toda la información que compiló lo hacía querer seguir esforzándose, a disfrutar todo este proceso, a deleitar la cacería.
Aunque estas sensaciones lo hacía sentir incómodo, él no hacía esto por placer, todo lo contrario lo hacía para someter su oscuridad, dedujo que como ser humano vicioso y corrompible este tenía una debilidad astillada en su espíritu, pero al desapropiarse de todo logra estudiar sus emociones y pensamientos.
Este ejercicio lo mantenía cuerdo, ignis inició otra noche de investigación, se camuflaba con los viajeros de la mañana y los nocturnos a esas altas horas de la noche, eran escasas personas, pero este lograba hacer las filas fingiendo ser un cliente, este ya lo había repetido por una semana y estaba muy atemorizado con que descubrieran que no era un cliente, tenía que tomar la iniciativa, logró ver como un hombre de la calle salía del terminal paro fumar un cigarro
Ignis conocía su comportamiento, era un drogadicto, algo famoso por tener la costumbre de fingir sus artes marciales en pleno sol del mediodía, era como una especie de bufón citadino, ya había tenido problemas con la policía por situaciones sanitarias, Ignis sale de la fila a paso normal para no levantar la atención, no sería raro que dejara alguna mochila dentro, eso pensaran todos.
El siguiente paso es muy importante, el arma homicida, ¿qué debía de usar para matar? Existen muchos objetos para matar a un humano, pero la pregunta real que se hacía Ignis era ¿Qué arma me haría sentir más la muerte? Es una cuestión ya rozando límites estéticos, así como al pintor le preguntas sobre colores, así como al escultor le preguntan de materiales, al asesino le preguntan de armas, por lo que debía ser algo íntimo.
Pero este joven y aun inocente ser no lo interpretaba para nada como un arte, más bien lo vería como una terapia, como una filosofía de vida casi religiosa que lo haría madurar, que lo haría ascender, este se prometió nunca ver estos actos como si se tratasen de algo hermoso, era horrible y este lo sabía, por pura nostalgia y recordatorio utilizará la misma arma que una vez este vio que usaron, sentía un peso mayor a su filo y una practicidad que evocaba emociones, utilizara en su primer asesinato un puñal de campamento que se guardaba en el bolsillo interior de su saco.
A paso torpe este logra salir del terminal de pasajeros por la puerta principal, su andén estaba algo sucio, el mayor problema sería la pregunta número tres ¿dónde debería matar? Esa situación es la que más limita y ya no se basa en cosas intrínsecas de Ignis, tenía que ahora evocar a la inteligencia y creatividad para la resolución de estos problemas, las cámaras de seguridad apuntaban directamente hacia la puerta del terminal, pero tenían un punto ciego a una cuadra siguiente en la cual había un profundo callejón oscuro al cual todos recurrían de día, pero temían de noche.
Guiado por el olor a nicotina y la pobre luz que guiaba la flama del cigarro, era como una especie de fuego espectral que flotaba y bailaba en la oscuridad nocturna, Ignis respiraba hondo, pensaba con delicadeza lo que pasaría, sus sentidos estaban teniendo su potencialización más fuerte en su vida, usaba su mirada periférica para guiarse, pero cuando ya estaba a unos escasos metros de ese vagabundo, se da cuenta de que había otro tirado en el suelo hablando con él, al parecer estaba traspasando una droga o algo así, estos al percatarse de ignis empezaron a gritarle para intimidar y decidieron acercarse.
Ignis camino unos metros más para atrás, su mente le fabricó la idea de que esto era una locura, vio como ellos dos sacaban una navaja y lo amenazaron con ello, ese miedo, ese miedo a morir, volvió a encarnarlo y lo paralizó, solo respiraba fuerte y miraba a todas las dirección , por un momento pensó que estos dos años donde su mente de forma ininterrumpida con la idea de matar se había escondido justo cuando más la necesitaba.