Capítulo 2: Aprendizaje
La acumulación es de las grandes desdichas modernas, en ellas el pecado de la avaricia se cultiva y se manifiesta en el desorden y el caos, la vida de estas personas suelen ser muy solitarias y miserables, víctima perfecta para las investigaciones del asesino serial naciente de la ciudad, el sol empieza a sentarse en su trono celestial tiñendo de rojo hasta las esponjosas y vertiginosas nubes.
La carretera que guiaba a las afueras de la ciudad estaba rodeaba de grandes bosques y pastizales, la gente que suele vivir ahí es aquella que ya se jubiló de sus intensos años de trabajo, buscan una vida menos atareada o sencillamente por una renta más asequible, este es el caso de Ronald el cual el famoso “acumulador” ninguno de sus vecinos lo apreciaba mucho, él vivía muy apartado de todo y de todos.
Él vivía más alejado del resto de casas, en el lugar era una especie de tráiler oxidado y despellejado por las eras donde los únicos que vivirían cómodos ahí serían las plagas y las enfermedades, ese funesto lugar en la mañana se escuchaba una radio desgasta que se ubicaba en una, mesa de madera estilo pícnic, al lado de esta una multitud de botellas de alcohol vacías, tanto de pie como acostadas en el verde suelo.
La luz del astro rey aún no era suficiente para exiliar la oscuridad de la superficie, por lo que a una buena distancia se ve una bombilla de color amarillo encendida, la cual proyectaba su energía, penetraba una de las ventanas, la música de despecho típica indicaba que su habitante seguía despierto, esto lo sabía Ignis el cual se ocultaba a una buena distancia detrás de los troncos rasposos de los árboles del bosque cercano, investigo mucho sobre él.
Para obtener toda la información del este interrogó una de las ancianas que antes vivían en la zona, esta terminó separando el asilo y una conversación amiguera con otra semejante a esta lo menciono a él, explicó que después del divorcio de Ronald este había perdido todo, su locura fue tal que decidió aislarse de todo, Ignis visitó el lugar periódicamente aprovechando que había un cementerio local su entrenamiento no estaría tan perturbado.
De la moribunda oscuridad nocturna sale Ignis caminando, a un paso muy silencioso, ya cuando se había puesto en la parte delantera del tráiler espero unos minutos por si salía su víctima, ante la negativa este se acerca más y más a la puerta de hojalata, intenta abrirla, pero es denegado por la cerradura, su impresión era enorme, colocó su oreja contra la puerta para verificar si su víctima aún se encontraba despierta.
Ignis se acerca la ventana que iluminaba, se encaramó sobre esta y miro hacia dentro, vio un hombre parcialmente calvo, aún conservaba una diadema de cabello era obeso y robusto al punto de la morbilidad, su franela blanca y apretada habia perdido su sacro color siendo remplazada por manchas rojas de las salsas de sus alimentos, un jean azul y una correa de cuero, una barba mal afeitada y una expresión sollozante, Ignis vio la decadencia humana tanto fue así que hasta pensó que matarlo le haría un favor, le daba curiosidad sobre el verdadero dolor, todo lo opuesto al ex mafioso, la muerte más terrible que exista.
El joven empieza acomodar toda la basura exterior del lugar en la puerta, tanto llantas como trozos grandes de madera y concreto, era exageradamente difícil y pesados algunas cosas, pero el tiempo era suficiente, Ignis no solo había entrenado su mente, sino también su cuerpo, el mismo se estaba afilando para transformarse en el arma más letal, en el propio avatar de la muerte, esto con el fin de interrogarla y desentrañar sus misterios.
Ya cuando parecía que no habría salida, Ignis corre cerca de unos de los árboles y saca tres contenedores que tenían un galón de gasolina cada uno, estos los había comprado con el tiempo, no sabía qué víctima, pero sabía como matar y esta era la oportunidad perfecta, empieza a rociar toda la madera y altamente inflamable del lugar cercano a la casa, ya cuando agotó todo el combustible se acercó a la radio y la apago presionando su botón.
Ronald, a pesar de su estado mental, apreciaba mucho la música de tristeza que sonaba de fondo, y como guardia de seguridad enervado empuja la puerta para salir, pero se le complica, esto sucedía a la vez que Ignis sacaba un cerillo y le prendía fuego con su encendedor rojo, lo arroja al líquido espeso y las ascuas empezaron a nacer junto con el sol, el flamígero flagelo de las llamas empezó a consumir todo a su paso.
El calor dentro de la casa era insoportable, el asesino solo espero a una distancia segura observando cómo todo era destruido, como si observada el poder mismo de la causa y efecto de un sistema mecánico, el dueño de la casa empezó a ahogarse con el humo, la temperatura solo aumentaba más y más, este empujaba con fuerza la puerta, pero está solo le respondió con una abrumadora quemadura en su brazo, el fuego empezó a infiltrarse en su hogar, y con la cantidad de objetos desperdigados solo aumentaba la gula ígnea.
Los sentidos del hombre se reincorporaron, a pesar de estar aun confundido, sabía que morirá y estaba intentando haya una solución, el techo empezó a caerse a pedazos y lo impacta con severidad, el hombre se subió a una silla ardiente lastimándose de gravedad, pero gracias a ello se escabulle por la escotilla del techo del tráiler, esto le pareció interesante al asesino, subestimó la mentalidad de alguien así, pensó que morirá ardiendo con facilidad dentro de su casa, pero sigue luchando por vivir, incluso aquel que desperdicia su vida cuando de verdad está a punto de dejarla, la empieza a apreciar, Ignis solo sentía temor indescriptible al ver cómo el hombre solloza y gime al colocarse sobre el techo y no ver sus escaleras de como bajar, las cosas afuera eran hasta peores por todas las cosas que había acumulado.