Capítulo 3: Maduración.
Citarón en un día a Ignis para ir a un centro médico infantil, su jefe lo mando allí por su gran carisma y debido al éxito de su unificación de los ancianos y niños fue el favorito para una misión: animar a los niños con enfermedades terminales, para ignis no podía ver mayor ironía en esto, no quería ver a gente morir tan seguido, pues estos cristalizaban su miedo, pero también lo vio como una oportunidad para saber como la gente joven se enfrenta a ese cruel destino.
Ignis se baja del transporte público y se para en la entrada del recinto al cual debía visitar, respira hondo y se posa frente al guardia, el cual lo interroga y al saber quien era lo deja pasar alegremente, la gente percibía una excelente aura de un asesino serial, pero supuso que se trataba por su maduración, mientras más madura sea una persona más felicidad desprende al resto.
El recinto medicó tenía una fragancia encantadora a limpieza, había niños con batas médicas jugando por algunos pasillos y el personal del lugar los intentaban entretener y redirigir sus habitaciones, la infancia es bella a los ojos ajenos, pero fugaz a los propios, Ignis se dirigió a la secretaria principal y ahí le hablo una chica alegre al verlo sacando un tiquete.
Ignis se despidió de la forma más cordial posible, aun avergonzado, le pareció sumamente simpática, quizás intentaría algo con ella, pero no quiere distraerse, tiene una meta, este una vez haya superado su miedo podrá ser el mejor ser humano de todos y podrá vivir una vida normal como el resto, el joven sigue las indicaciones estando frente a frente al consultorio nueve, toca la puerta suavemente y no recibe respuesta, lo vuelve a ser con más fuerza y se escucha una voz de fondo algo irritada que le abre la puerta, se trataba de un doctor, en su vestimenta decía que se llamaba Raí, era de piel morena cabello rizado y expresión somnolienta.
Ignis sigue Raí en el ascensor, el piso destinado era el de más arriba, el piso doce, al parecer había muchos niños con diferentes síndromes y trastornos, una vez que otra el transcurso era interrumpido por médicos que llevaban niños, otros llorando y algunos riendo, muchas preguntas florecían en la mente del asesino.
¿Acaso estos niños eran más consientes de la muerte que el resto de personas que él conocía? Pero al escuchar breves conversaciones entre los que los cuidaban y ellos siempre les prometían que saldrían adelante y que todo estaría bien, ¿qué necesidad hay de mentirles? Quizás si lo hubieran instruido correctamente, él no tendría que estar en esa situación.
Desde pequeños nos hacen creer en lo larga y valioso de la vida, lo cual no está mal, pero los hace inútiles ante la nefasta entropía de existir de los que se van, si comprendieran el valor de la muerte, comprenderían el de la vida, tendrían el poder de superar sus miedos, algunos pensarían que es mucho para unos niños pequeños, pero el concepto de niño pequeño es algo que dan los adultos, son criaturas increíbles por lo moldeables que son.
En los últimos tres pisos Raí e Ignis se quedan a solas, el doctor estaba prácticamente dormido apoyando su hombro en la pared de acero, Ignis al verlo tan inofensivo hizo que su sed de sangre brotara, imagino un montón de formas de como asesinarlo, de como hacer que se extinga su vida, en un enfrentamiento directo él tendría todas las de ganar, debido a lo cansado que estaba.
Ignis se acerca rápidamente como un vampiro a su cuello, sus ojos estaban focalizados en acabar con él, pero el timbre del ascensor al llegar al último piso no salva a Raí de perder la vida, salva al joven asesino de cometer una imprudencia, al parecer este ha engendrado dentro de sí una gula por matar bastante formidable y temible.
Raí se despierta y sale a duras penas por la incomodidad de tener a Ignis tan cerca invadiendo su espacio personal, pensó por un momento que le intento robar un beso o algo así, pero no le presto mucha importancia, su autoestima lo hacía creer lo suficientemente atractivo como para un escenario así.
Mientras cruzaban el frío pasillo, las luces se encendían y apagaban a su paso, hasta llegar a una sala médica que tenía decorado una infinidad de jirafas caricaturescas e infantiles, al posarse frente a la puerta, Ignis ve por la ventana a un niño postrado en la cama, su cabellera ya no existía, pero parecía reflexionar en su cama mientras que acaricia un ¿Gato?