PARTE 1 Ominis Gaunt 1890
Capitulo 1
En los majestuosos pasillos de Hogwarts, Maxine Borage se deslizaba con la gracia de un cisne mágico. Su melena rubia resplandecía como un rayo de sol filtrándose por las vidrieras centenarias de la antigua escuela de magia. Las paredes rugosas, testigos mudos de siglos de hechicería, exhalaban un frescor ancestral que acariciaba cada paso de la joven. El eco susurrante de hechizos antiguos resonaba en el aire, entrelazándose con el sutil aroma a pergamino y polvo de libros mágicos que flotaba en cada rincón. A sus 15-16 años, perteneciente a la noble casa Slytherin, Maxine irradiaba un carisma que eclipsaba incluso a los retratos de antiguos magos en las paredes.
Bajo la sombra de su encantadora sonrisa, la joven ocultaba un misterioso secreto: descendiente del renombrado escritor de "Pociones Avanzadas", Libatius Borage, Maxine era la guardiana de la magia antigua en Hogwarts. Una responsabilidad ancestral que solo ella conocía, otorgándole un aire de sabiduría más allá de sus años.
Su capacidad para viajar en el tiempo la convertía en una especie de espectro atrapado entre las páginas del pasado y del presente de Hogwarts. Sus ojos, reflejos de una intrépida exploradora temporal, dejaban entrever la carga de los secretos que acarreaba.
A pesar de esta conexión con las eras pasadas, no era una solitaria en la vieja escuela de magia. En cada rincón, se tejían hilos de romance que la rodeaban como un hechizo inescapable. Alumnos de diferentes casas y épocas caían rendidos ante su encanto, creando un halo de amores cruzados que resonaba en los pasillos como un susurro mágico.
En su quinto año, la joven bruja se encontraba en la encrucijada entre el pasado y el futuro, entre los muros de piedra que habían visto siglos de magia. Sin embargo, Maxine Borage, con su juventud eterna y sus secretos bien guardados, se mantenía firme, guiando los destinos entrelazados de sus amigos y amantes en este cuadro en constante evolución.
En la penumbra de su habitación, Ominis Gaunt se sumía en la lectura de antiguos grimorios y el estudio de complejas artes mágicas. La luz tenue de las velas danzaba en las páginas amarillentas de los libros, proyectando sombras fantasmales que parecían susurrar conocimientos olvidados. Un día, mientras el aroma embriagador de las velas perfumadas flotaba en el aire, un susurro apenas perceptible se filtró a través de la puerta entreabierta, como si el propio Hogwarts intentara compartir sus secretos con el joven estudiante. Ominis alzó la mirada y, con sorpresa, contempló la figura de Maxine Borage.
—Hola, Maxine —saludó Ominis con una sonrisa amistosa, reconociendo en ella un conocimiento que trascendía el tiempo y las generaciones. Ella, sin embargo, parecía atrapada en la confusión de su viaje temporal, intentando asimilar la realidad de encontrarse con Ominis Gaunt, un joven cuyo nombre resonaba en los pasillos del castillo.
Aunque desconcertada, optó por disimular su perplejidad, deslizando una sonrisa forzada al responder al saludo de Ominis. Fingió ser solo otra estudiante del colegio, una más entre los numerosos rostros que habitaban los pasillos de la histórica escuela de magia. La habitación parecía cargada de una energía peculiar mientras ambos jóvenes se esforzaban por comprender el giro inesperado del destino. Ominis, rompiendo el silencio, ofreció una sonrisa más amable y, con delicadeza, propuso la idea de una conversación privada.
—Maxine, ¿podría hablar contigo unos minutos? Hay algo que necesito discutir contigo, si no te molesta —expresó Ominis, su mirada revelando la seriedad de la cuestión que pesaba en su mente. Ante la invitación, Maxine, con una mezcla de curiosidad y anticipación, respondió con un asentimiento.
—Oh, sí, Ominis. ¿Qué sucede? —inquirió Maxine, sus ojos reflejando la intriga de lo que estaba por desvelarse en ese encuentro inesperado entre dos almas que, de alguna manera, se reconocían más allá de las barreras del tiempo y la realidad aparente.
En el silencio tenso de la estancia, Ominis Gaunt tomó la palabra con una seriedad que reflejaba una carga emocional.
—Necesito hablar contigo de algo un poco más privado, pero no sé si quieras hacerlo aquí mismo —expresó Ominis, su mirada buscando las sombras como si temiera que algún indiscreto oído pudiera interceptar sus palabras.
Ella captó la urgencia en su gesto y asintió con discreción. Juntos se dirigieron hacia un rincón más apartado, donde la privacidad se convirtió en su cómplice. Ominis, mirando de manera furtiva a su alrededor, dejó escapar un suspiro antes de revelar sus pensamientos más íntimos.
—Gracias por venir, Maxine... ¿Te importa si te hablo de algo que me está molestando? —preguntó Ominis, sus ojos buscando en los de Maxine la comprensión que necesitaba. Con una expresión de curiosidad y solidaridad, respondió afirmativamente, dispuesta a escuchar lo que su compañero tenía que compartir.
Ominis, una vez asegurado de que estaban resguardados de oídos indeseados, comenzó a desentrañar las inquietudes que lo agobiaban.
—Quiero hablar contigo de mi familia y mi trabajo —confesó Ominis con un dejo de alteración en su tono. —Mi madre ha depositado grandes expectativas en mí para continuar con el trabajo familiar; sin embargo, yo solo quiero... —titubeó un momento, como si las palabras fueran un peso que le costara sostener. La pausa que siguió dejó entrever la complejidad de sus emociones y la lucha interna que enfrentaba en su intento por romper con las ataduras de las expectativas impuestas por su linaje.