"... ¿Me podrías... compartir tu comida?" La petición inesperada dejó una sombra de sorpresa en la expresión de Maxine, quien, entre la preocupación y la ternura, se preguntó por qué él elegiría algo tan específico.
"¿Por qué mi comida? Hay mucha comida en la mesa", expresó con una preocupación genuina, como si temiera que Ominis intentara robarle algo más que sus simples bocados. Su voz resonó con una dulzura inadvertida.
Ominis, avergonzado pero decidido, trató de explicar su solicitud. "Solo... porque la verdad, no tengo... Nada", admitió con sinceridad, como si desentrañara sus pensamientos. La pausa que siguió permitió que sus palabras se asentaran en el aire, antes de añadir con un dejo de súplica, "Y mi estómago se pone muy molesto cuando no le doy nada. ...Te lo suplico." La vulnerabilidad desnuda de Ominis dejó un eco en el espacio entre ellos, un momento que podría cambiar el rumbo de su relación.
En la atmósfera acogedora del comedor de Hogwarts, Maxine Borage, con un trozo de pan en la boca, observó la cercanía de Ominis Gaunt. Su invitación para que él se sirviera revelaba una proximidad que trascendía las formalidades cotidianas.
"Puedes servirte, ahí hay, en verdad estás a solo 50 centímetros", mencionó Maxine con la naturalidad que solo el romance y la camaradería pueden permitirse. La escena, impregnada de gestos cotidianos, cobraba vida en la penumbra del comedor.
Ominis, consciente de su propia falta de percepción, parecía avergonzado ante la obviedad de la situación. "Ah, sí, es verdad. Gracias", respondió con gratitud, dejando que la pausa posterior añadiera un matiz de disculpa. La expresión de Maxine se tornó curiosa y algo suspicaz, su mente tejiendo interpretaciones en las sombras.
"Perdón por la torpeza", se disculpó Ominis, sirviéndose un poco de pan antes de retomar su lugar. "Muchísimas gracias, Maxine", expresó con sinceridad, mientras la paleta de emociones danzaba en su rostro. La conexión entre ellos era como una partitura que comenzaba a tomar forma.
La pausa que siguió dejó espacio para la sugerencia no expresada. "Si quieres...", titubeó Ominis, desafiando un umbral invisible. Maxine, observándolo con aguda sospecha, detectó algo inusual. La verdad flotaba en el aire, pero no de la manera esperada.
Es entonces cuando el narrador, como un susurro, revela la verdad oculta. Ominis, ciego para el mundo pero capaz de ver con magia cuando le conviene, se convierte en un enigma ante los ojos de Maxine. Una chispa de sospecha ilumina su mirada, y en sus pensamientos, se teje la idea de que Ominis podría estar desempeñando un papel.
Ominis, notando la mirada escrutadora de Maxine, se da cuenta de la necesidad de aclarar su situación. "Oh... es que, como es bastante difícil para mí ver dónde están las cosas, a veces... puedo perderme, ya que es algo parecido a mirar las cosas a través de un filtro gris... pero no lo hago con la intención de molestar o aprovecharme...", explicó, revelando una vulnerabilidad que había permanecido oculta bajo su aparente seguridad.
La pausa se llenó de significado mientras Maxine absorbía la revelación. "¿Tienes alguna pregunta más...?", preguntó Ominis, buscando disipar cualquier duda. Maxine, ahora comprendiendo, respondió con una disculpa genuina y una percepción aguda.
"Bueno, perdón, Ominis. Nunca te quise preguntar cómo veías, porque parece que te guiabas por Hogwarts bastante bien."
En la penumbra de un rincón del castillo de Hogwarts, la conversación entre Ominis Gaunt y Maxine Borage adquirió matices de intriga y emoción, reflejando la complejidad de las relaciones. La atmósfera se llenó de pausas, como los compases de una melodía que buscaba encontrar su armonía.
Ominis, con una sonrisa que destilaba calidez, compartió la complejidad de su mundo sin la luz de la visión. "Ah, no te preocupes, Maxine, yo entiendo. Y sí, es verdad, me fijo mucho en los sonidos de los otros, y las cosas que me dicen y todo eso. Es un poco complicado, pero me doy a la habilidad de ir por el mundo sin poder ver." En sus palabras resonaba una aceptación serena de su realidad, una adaptación a un mundo que presentaba desafíos únicos.
Maxine, aunque sonreía, guardaba en su mirada la sombra de un enojo persistente. La tensión entre ellos se tejía en cada pausa. Ominis, sintiendo la persistencia del descontento, decidió abordar directamente el núcleo del conflicto. "Maxine, sé que no me perdonas... y te comprendo, pero... creo que, antes de seguir... no te enojes conmigo, por favor, y dime... ¿qué te enojó tanto conmigo?" La vulnerabilidad en su voz revelaba la importancia que asignaba a la amistad que compartían.
La respuesta de Maxine fue un susurro de incertidumbre, "Umm no se...". En el silencio que siguió, la distancia emocional entre ellos parecía extenderse, como una brecha que esperaba ser cerrada.
Ominis, detectando la persistencia del enojo en el rostro de Maxine, mostró una sonrisa suave, pero esta vez cargada de preocupación. "No te preocupes, Maxine, y perdona mi insistencia, pero... la verdad, sí me preocupa." En su voz resonaba una autenticidad que buscaba atravesar las barreras emocionales.
"No quiero perderte como amiga, Maxine. No quiero que... que nuestra amistad acabe por mi culpa." La confesión de Ominis era como una melodía melancólica, una nota que vibraba con la sinceridad de sus sentimientos.
Maxine, en un giro inesperado de compasión, comenzó a percibir la realidad detrás de la sonrisa de Ominis. Ahora, su preocupación iba más allá del enojo inicial. "Me preocupa cómo puedes ir por el castillo, y si ¿Y si un día te caes?" pensó Maxine, la chispa de la compasión iluminando su rostro.
"No te preocupes, Ominis. Seguimos siendo amigos", pronunció finalmente Maxine, sellando con esas palabras una reconciliación que iba más allá de la superficie, como la promesa de cuidado mutuo en un vínculo que superaba las sombras de la confusión inicial.