Me amo en Navidad

Un año atrás

Un año atrás…

No hay época que me guste más que las fiestas y en una familia italoamericana como la mía es motivo de encuentros, abundante comida y bebida.

Desde que me fui a la universidad era poco el tiempo que pasaba con ellos, extrañaba tanto mi hogar, lo único bueno de estar a casi seis horas de distancia era la compañía de mi hermana melliza.

Además, este sería especial llevaría a mi novio a conocer mi familia, hacía un año que salíamos. El tiempo vuela tan rápido cuando sos feliz y estás enamorado, aunque debo admitir que esto se lo debía a Emily fue quien lo conoció primero…

—Me está yendo demasiado mal en Derecho penal, estoy a un paso de reprobar, me tuvieron que asignar un tutor o puedo perder mi beca. —Su cara denotaba preocupación y la entendía nuestros padres no tenían dinero para costearnos la universidad, más la suya abogacía era sumamente costosa.

—Todo irá bien, tienes que confiar en ti ten fe.

Con ayuda sus notas despuntaron otra vez, se la veía más contenta y alegre, tanto que en nuestro cumpleaños accedió a ir a un local bailable y yo no podía estar más feliz, la danza era mi pasión desde que tenía memoria y estaba convirtiéndose en mi profesión.

Pero había un pequeño detalle que ni casi veinte años de danza podían combatir mi torpeza, sin música mis pies eran un desastre solía causar los accidente más disparatados, así que no fue de asombrar cuando caminando hacía la pista me llevé por delante a un chico y no solo eso le tiré toda una copa de margarita.

—Lo siento tanto, malditos pies. —Intente ayudarlo con una servilleta, pero olvide que me quité el labial con ella, odiaba marcar los vasos.

—Mejor déjalo así, solo lo estas empeorando —dijo molesto.

Recuerdo que cuando miré sus ojos me di cuenta quién era, Bruce el tutor de mi hermana y como, además, de torpe soy impulsiva no pude evitar abrazarlo ella era la persona más importante en mi vida y él logro que resplandeciera otra vez.

—Rose, ¿qué haces? —murmuro avergonzada Emily.

—Es mi torpeza natural lo juro, solo le agradecía lo que hizo por ti.

—Ella es así naturalmente, Bruce. Debí advertirte para que vinieras preparado.

—Creo que ya quedamos a mano —me señalo divertido, ahora mi blusa estaba manchada.

Así empezó nuestra historia, éramos totalmente opuestos en muchas cosas, pero eran justamente esas las que nos unían más, por eso creía que ya era tiempo de presentarle a mi familia y no solo eso, que era hora de decirle que lo amaba.

Hicimos el trayecto en auto, Emily iba más callada de lo normal y a decir verdad la veía apagada desde hacía unos meses al cuestionarla me dijo algo de unos exámenes, pero yo sentía que era algo más, conexión de mellizas tal vez.

Al llegar al vecindario me llene de alegría, mi vieja secundaria, la iglesia, los vecinos haciendo sus compras y todo eso paso a segundo plano al ver a mis mejores amigos Amy y Thomas, no pude evitar saltar del auto, cosa que hizo a Bruce frenar de golpe.

—No cambias más sos una suicida, pero sí que te extrañe —dijo Thomas abrazándome.

—Yo patenté la palabra torpe y Amy, ¿mi abrazo o ya me cambiaste? —No pude evitar hacer un puchero ella odiaba los sentimentalismos.

—Estoy enojada contigo no me dijiste que tenías novio, me enteré por mi madre ¿sabes lo qué es eso? Ahora me hace la vida imposible con que soy la última en todo.

Mi amiga siguió los pasos de su progenitora en el diario local y digamos que tenían una fiera competencia por quién era la primera en tener primicias.

—Lo siento, mira allí está —al señalarlo me percate que estaba discutiendo con mi hermana me extraño, pero no le di mayor importancia—. Supongo que sus clases irán mal, mejor nos vemos esta noche, los quiero chicos.

Al entrar se callaron enseguida y Bruce me dijo que Emily no quería seguir con las tutorías cosa que le podía perjudicar, decidí que más tarde hablaría con ella definitivamente algo le sucedía y no me gustaba verla mal.

Cuando llegamos fue todo un revuelo mis nonni1 abarcaron a mi novio contándoles viejas historias, mis tías me alagaron por lo guapo que era, mi babbo2 lo miraba desconfiado desde su sofá preferido y la mamma3 estaba muy sonriente desde la cocina mientras amasaba esa pasta que tanto me encantaba.

Subí a mi antigua pieza donde todo seguía igual los posters, mi garabateado ropero y mi vieja alfombra de baile que era mi mayor reliquia, por esta comencé mis primeros pasos en la danza.

—¿Dónde me instalo, Rose? —Era tan lindo con sus ojos celestes, pelo dorado desordenado y esa sonrisa amable siempre bailando en sus labios—. Llamando a tierra, Rose, Rose.

—Oh, si —dije frotando mis manos nerviosa—. En la habitación de invitados, te diría que te quedes aquí, pero babbo tiene una escopeta en el ático.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.