Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 2

La mañana llegó demasiado rápido. La luz del amanecer apenas lograba pasar a través de las nubes densas y grises. Me sentía agotada, como si apenas hubiera dormido unos minutos, aunque en realidad no había dormido en absoluto. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Nick, con el estómago ensangrentado y jurándome que me amaba volvía a mi mente.

La conversación con Nick seguía resonando en mi cabeza a la mañana siguiente. Había que hacer algo más que esperar a que apareciera una señal en la niebla. Había que buscar respuestas. Y, por alguna razón que no alcanzaba a entender, la única persona que parecía saber qué estaba pasando era Anna.

Respiré hondo y me giré hacia Ruby. Me daba pena despertarla así que decidí ir yo sola a buscar a Anna. Me vestí, por primera vez desde la guerra, con el uniforme de cuero negro, recogiéndome el pelo en una trenza apretada. Cogí las dagas de mi cajón, incluida la de Nick, y las enfundé en mis costados y en mi muslo. Y antes de salir de casa coloqué mis dos pistolas en mi cintura. La pistola de Nick estaba guardada, pues usarla ya me parecía demasiado.

Salí de la casa siguiendo el sendero que se adentraba en el bosque, donde los árboles parecían escuchar mi respiración. El silencio no era paz; era un peso que apretaba la garganta y me decía que cada paso podía ser un paso en falso.

El camino se volvía más estrecho y oscuro a medida que me acercaba a la casa de Anna. La puerta estaba entreabierta y dejaba escapar un hilo de luz junto con el murmullo leve de un reproductor de música.

Si hay algo que Anna pueda decirnos, es mejor que lo sepa ahora, me dije a mi misma, apretando la daga que llevaba oculta en la cinturilla del pantalón.

Tal vez, solo tal vez, encontraría la verdad sobre lo que había sucedido con Nick y Anna. Y si era cierto que eran hermanos.

Empujé la puerta con cuidado y el crujido hizo temblar el aire. Dentro había una mesa desordenada y una estufa de hierro que parecía haber visto mejores días. Sentada junto a la chimenea estaba Anna. Sus manos sostenían una taza de metal que parecía más una reliquia que una bebida caliente.

—Ah, hola, Brooke, cuanto tiempo sin verte, ¿Qué te trae por aquí? —preguntó con una voz fina y dulce.

—Hola, quería ver que tal te iba la recuperación después de la guerra…y esperaba que pudiéramos hablar un rato como amigas. — Anna levantó la mirada.

—Ya estoy mucho mejor gracias, ven siéntate a mi lado. — di un par de pasos y me senté junto al fuego con ella.

—Dicen que la guerra terminó, pero a veces siento que sólo cambió de escenario. ¿Qué es lo que esperas escuchar?

—La verdad —dije, intentando sonar más firme de lo que se sentía por dentro—. Es sobre Nick. Sobre nosotros. Sobre lo que está pasando contigo, y por qué él…

Un silencio cortó el aire de la habitación. Anna me observó con una mezcla de tristeza y cansancio.

—Sabía que vendrías para esto —dijo. Su voz sonaba cansada.

Había tantas preguntas guardadas en mi garganta, pero no sabía por dónde empezar. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Anna habló primero.

—Has visto a mi hermano, ¿verdad? —sus ojos se clavaron en los míos, analizándome con una mezcla de miedo y sorpresa.

La forma en que lo dijo me heló la sangre. No preguntó si creía haberlo visto, ni si había sido una alucinación. Simplemente lo afirmó.

—Sí —admití, con un nudo en la garganta. — Y…creo que intenta decirme algo, pero no sé el que.

Anna asintió lentamente, como si ya esperara esa respuesta.

—No eres la única a la que le sucede —susurró—. Desde que Nick murió, yo también puedo verlo en mis sueños. No sabía si era real o simplemente mi mente jugándome una mala pasada, o tenía algo que ver con que fuéramos hermanos, pero... algo dentro de mí me decía que aún no se ha ido del todo.

—Anna... —tomé aire y finalmente solté la pregunta que me atormentaba—. ¿Tú y Nick sois hermanos de verdad?

Anna cerró los ojos por un instante y apoyó la cabeza en la pared que tenía detrás. Su expresión se endureció.

—Eso creo —susurró—. No puedo probarlo con certeza, pero que su muerte me afectara directamente apunta a que sí. Y si lo somos... entonces he perdido la única familia que me quedaba.

No sabía que hacer o que decir así que me incline y la abracé un buen rato. Luego la miré a los ojos y las dudas crecían a cada segundo que pasaba con Anna.

—¿Y por qué crees que Nick y tu erais hermanos?

—Cuando os atacaron en el bosque, una flecha atravesó el hombro de Nick, eso fue más o menos una semana antes de que llegarais a la aldea. Bien. Pues yo sentí el dolor de la flecha, no tan intenso ni en el mismo sitio, pero algo pasó. Al principio pensé que me había roto un hueso en la clase de lucha, pero cuando Nick llegó con el hombro así empecé a sospechar. — un suspiro largo y tendido salió de sus labios.

El silencio se hizo pesado entre nosotras. Lo que Anna decía confirmaba lo que temía: esto no había terminado. Y Nick, de alguna forma, seguía con nosotros.

— Le pregunté a Zakar. Y me dijo que hace unos cuantos años existió una pareja de gemelos que les sucedía lo mismo, pero ellos sentían el dolor del otro exactamente al momento y con la misma magnitud. Yo no sentía lo mismo que Nick, lo mío era más leve y menos concentrado— hizo una pausa breve— Un día uno de los gemelos murió, arrastrando al otro consigo. — eso me dejo sin palabras, aunque también aliviada de que a Anna no le sucediera lo mismo.

—Entonces, ¿por dónde empezamos? —pregunté, con determinación.

Anna tomó aire y me miró con una expresión de preocupación en su mirada.

—Necesitamos respuestas. Primero iremos a hablar con Zakar a ver que nos puede decir.

—Claro, pero primero vamos a avisar a los demás. — dije pensando en Ruby y Jake.

Salimos de casa de Anna con mucha confianza, decididas a encontrar respuestas, ella asintió lentamente, la expresión de su rostro se oscureció al recordar lo que había pasado.




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