Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 7

El amanecer llegó pesado, con el silencio extraño que solía acompañar a la aldea. Me desperté con la sensación de que algo no encajaba, como si el aire mismo supiera que algo malo va a pasar.

Cuando me levanté de la cama Nick estaba sentado en el sofá de mi cuarto mirándome.

—Lo notas, ¿verdad? —me preguntó en voz baja, casi como un murmullo.

Me incorporé, mirando por la ventana. La niebla era más densa que nunca, cubriendo todo como una manta gris. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.

—Sí. Algo no está bien.

Nick se tensó, porque noté que yo estaba tensa también, aunque su cuerpo no pudiera reflejarlo del todo.

—Brooke. Hay algo… algo que no debería estar aquí.

Me giré hacia él, tragando saliva.

—¿El Guerrero oscuro?

Él no respondió, pero su silencio fue peor que cualquier confirmación.

—No lo sé, pero debemos estar atentos.

Sin una sola duda en mi cuerpo me vestí lo más rápido que pude y fui a coger todas mis armas, pero cuando abrí el cajón no quedaba ni una daga.

—¿Nick? —dije con más miedo que incertidumbre.

Me giré hacia él, buscando una respuesta, pero en su rostro había la misma confusión que en el mío.

—No he sido yo, Brooke… —su voz sonaba tensa, casi rota—. Yo no puedo tocar nada que no seas tú.

Un escalofrío me recorrió. El cajón vacío parecía gritarme que alguien había estado allí, en mi habitación, mientras dormíamos.

De pronto, un golpe seco resonó en la planta baja, como si una puerta se hubiera cerrado de golpe. Mi corazón se disparó y sentí la piel erizarse.

Sin pensarlo dos veces me arrodillé al lado de la cama y levanté el colchón y gracias a dios ahí seguía la única pistola que me quedaba y que guardaba únicamente para emergencias como esta.

—Joder Brooke estas bien armada—dijo Nick con la boca abierta.

—No puedo permitirme correr estos riesgos, y menos después de…de ti.

—Ruby y Jake —susurró, y sin esperar respuesta corrimos hacia el pasillo.

Bajé las escaleras de dos en dos, con la pistola en la mano.

La sala estaba desierta. El aire era denso, cargado de ese mismo olor metálico que tantas veces había acompañado a la guerra.

—¿Ruby? ¿Jake? —llamé, mi voz resonando demasiado fuerte en la penumbra.

No hubo respuesta. Solo un crujido lejano, como de pasos arrastrándose sobre el suelo de madera.

Nick se acercó a mí, su mirada fija en la oscuridad. —No estamos solos.

De entre la niebla que empezaba a colarse por las rendijas de la casa, una sombra tomó forma. Alta, distorsionada, con ojos brillando como brasas. El aire se volvió gélido, y cada aliento era una nube blanca que temblaba frente a mí.

—Mierda… —murmuré, apuntando con el arma.

La voz resonó grave y aterradora:

—Buscas venganza, pequeña… pero lo único que encontrarás será tu final.

Mis dedos se aferraron al gatillo con fuerza, y por un instante dudé. Podía sentir a Nick detrás de mí, como un calor extraño que intentaba sostenerme.

—Dispara, Brooke —me dijo, con urgencia en su voz—. No pienses, solo hazlo.

Tragué saliva, apreté los dientes y apunté directo al pecho de la sombra.

El disparo retumbó en toda la casa.

Pero la bala no atravesó nada. La sombra se desvaneció como humo, y un frío más intenso que nunca me envolvió la piel.

Nick me agarró del brazo, temblando. —Te cuidado por favor, no te puedes morir.

Un grito desgarrador resonó desde las habitaciones del piso superior. Ruby.

—¡Joder! —exclamé, subiendo por las escaleras lo más rápido que podía—. ¡Ruby!

Y entonces lo supe. El Guerrero oscuro no había venido a por mí esta vez. Había venido a por ellos.

Subí las escaleras a toda prisa, el corazón golpeando contra mi pecho como un martillo. Cada paso retumbaba en mis oídos más fuerte que el trueno. Nick iba delante de mí, aunque sabía que no podía abrir puertas ni mover nada, su voz me mantenía firme.

—¡Ruby! —grité con todas mis fuerzas, empujando la primera puerta. Vacía.

El eco del grito de Ruby resonó de nuevo, esta vez más cerca, más desgarrador. Corrí hasta su cuarto y abrí de golpe.

La habitación estaba destrozada. El colchón tirado en el suelo, los muebles volcados, las cortinas rasgadas. El aire era helado, tanto que me dolía respirar.

Y en el centro… solo quedaba la cadena de Ruby, en el suelo.

—No… no, no, no —murmuré, cayendo de rodillas para tomarla entre mis manos.

Nick apareció a mi lado, el rostro desencajado. —Se la han llevado.

Sentí cómo la rabia subía desde mi pecho hasta quemarme en la garganta. —¡Joder! —golpeé el suelo con el puño, los ojos me ardían—. ¡No me la van a quitar también!

Nick se arrodilló frente a mí, obligándome a mirarlo.
—Brooke, escucha. Esto es lo que quería el Guerrero oscuro: Que pierdas la calma, que pierdas la razón. No podemos darle eso.

Lo miré fijamente, apretando el collar con tanta fuerza que el borde me cortó la palma. —Entonces dime cómo coño la traigo de vuelta.

Antes de que respondiera, escuchamos un crujido detrás de nosotros. Jake estaba en la puerta, pálido, con el expresión descompuesta.

—¿Dónde está Ruby? —preguntó con la voz rota, aunque ya sabía la respuesta.

Me levanté, con los ojos ardiendo de furia. —El Guerrero oscuro. Se la ha llevado.

Jake dio un golpe contra la pared, gritando. —¡Joder! ¡Lo sabía, sabía que esa cosa volvería!

Corrí hacia él y lo sujeté de los hombros. —¡Jake, mírame! —ordené—. No podemos perder el control ahora. Ruby sigue viva, lo sé.

Él me miró con los ojos enrojecidos, temblando. —¿Y cómo lo sabes? ¿Eh? ¿Cómo?

Nick dio un paso hacia Jake —Porque Ruby es fuerte. Y porque ese cabrón no la quiere muerta, aun no.

Asentí. —Si hubiera querido matarla… lo habría hecho aquí mismo.

Jake se quedó en silencio, respirando agitado, pero poco a poco asintió. —Entonces… tenemos que encontrarla.




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