Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 9

Me desperté sintiendo el peso del brazo de Nick sobre mi cintura, cuidadosamente colocado para no tocar mis vendajes. Por un momento, pude fingir que todo era normal, que él nunca había muerto y que estábamos a salvo.

—Buenos días, aceitunita —murmuró Nick contra mi cuello.

—Buenos días —respondí, girándome lentamente hacia él.

Sus ojos me estudiaron con esa intensidad que siempre lograba que me olvidara del resto del mundo. Podía sentir su preocupación como si fuera mía propia, mezclándose con el dolor sordo de mi costado.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor —mentí, aunque ambos sabíamos que no era completamente cierto.

Un golpe suave en la puerta interrumpió nuestro momento. Ruby asomó la cabeza, con una sonrisa cautelosa.

—¿Puedo pasar? Tengo noticias.

Asentí, incorporándome con cuidado mientras Nick se sentaba a mi lado, su mano encontrando la mía instintivamente.

Ruby entró seguida de Jake, ambos con expresiones serias que me pusieron en alerta inmediatamente.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Jake se aclaró la garganta. —Hemos estado investigando sobre el Guerrero Oscuro. Encontramos algunos libros antiguos en la biblioteca del pueblo que hablan de seres como él.

Ruby se sentó en la silla frente a la cama, con un libro grueso y polvoriento en sus manos.

—Según esto, las criaturas como el Guerrero Oscuro no pueden ser destruidas completamente de manera sencilla. Se necesita una especie de arma muy concreta.

—¿Un arma? —preguntó Nick, su voz era tensa.

Jake intercambió una mirada incómoda con Ruby antes de responder.

—Sí, hay un arma —dijo Jake, aliviado de poder dar una noticia menos terrible—. Pero no es convencional. Y no será fácil de conseguir.

Un suspiro de alivio, tenso pero real, escapó de mis labios. Nick sintió lo mismo, y su mano se relajó ligeramente sobre la mía.
—¿Y cuál es? —pregunté, mi voz recuperando un ápice de su firmeza habitual.

Ruby abrió el libro por una página marcada con una cinta negra. En ella había un dibujo de una daga de aspecto antiguo. Su empuñadura estaba tallada con runas, y la hoja parecía hecha de cristal.

—Se llama Hoja Esmeralda—leyó Ruby, su voz un susurro—. Según esto, no está hecha de metal, sino de la piedra preciosa que la nombra, esmeralda pura. No puede dañar a un ser vivo... pero para una entidad como el Guerrero Oscuro... es mortal. Ataca directamente a su sangre, disolviéndolo para siempre.

La esperanza, una sensación que casi había olvidado, comenzó a brotar en mi pecho como una flor en un campo de batalla.
—¿Dónde está? —pregunté, incorporándome sin importarme el dolor.

Jake frunció el ceño.
—Ahí está el problema. El libro dice que fue forjada en una época de gran conflicto social, y para evitar que cayera en manos equivocadas, fue escondida. Aquí. —Señaló el libro—. En las montañas del Norte.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Las Montañas del Norte no eran un lugar, eran una leyenda. Un bosque infinito del que nadie que hubiera entrado había salido para contarlo. Se decía que estaba habitado por los espíritus de aquellos que habían muerto con sus penas a cuestas, condenados a vagar eternamente.

—Nadie ha vuelto de allí —murmuró Nick, y su preocupación se convirtió en una losa en mi propio estómago.

—Alguien tuvo que volver para escribir esto —señalé, tocando la página del libro con determinación—. O al menos, alguien logró sacar la información. Si existe una posibilidad, por remota que sea, tenemos que intentarlo. No es una opción, es la única opción.

Nick me miró, y en sus ojos vi la misma batalla que libraba yo: el miedo a que nos perdiéramos en ese lugar.

—Es demasiado peligroso, Brooke. Tu herida... el Guerrero Oscuro... él sabrá adónde vamos. Verá nuestra intención.

—Entonces tenemos tres semanas para prepararnos y recuperarnos —dije, apartando las mantas y poniendo los pies en el suelo. Un dolor punzante me recordó mi estado y solté un quejido— Vamos a entrenar.

—¡¿Que dices?!—La voz de Nick fue un latigazo, tan firme que hasta Ruby y Jake se sobresaltaron—. Brooke, mírate. Apenas puedes ponerte de pie. ¿Entrenar? ¿Estás loca?

—No estoy loca—repliqué, apretando los dientes mientras una punzada de dolor me recorría el costado—. Tres semanas no son nada. No voy a llegar a esas montañas sin estar preparada.

Nick insistió poniéndose frente a mí. Su mirada era una tormenta de preocupación y frustración—. Forzarte ahora solo empeorará las cosas. Lo sientes tú y lo siento yo.

—¡Justo por eso! —exploté, señalándolo a él y luego a mí—. Porque lo sientes tú. Si yo estoy débil, tú también lo estarás. Si no puedo luchar, tampoco podrás ayudarme. Tenemos que estar fuertes. Los dos.

El silencio que siguió fue pesado. Ruby y Jake miraban al suelo, incómodos. Nick no apartaba la vista de mí, y a través de nuestro vínculo sentía el tira y afloja dentro de él: su instinto de protegerme chocando con la lógica cruda de mis palabras. Sabía que tenía razón.

Finalmente, cerró los ojos y soltó un suspiro profundo y rendido.

—Está bien. —La palabra sonó como una derrota—. Pero con límites. Yo marco el ritmo. Si digo que paras, paras. Si digo que es suficiente, es suficiente. No me importa cómo me sienta yo. ¿Entendido?

Una sonrisa triunfal y dolorosa se dibujó en mis labios.

—Entendido, sargento.

Jake y Ruby se relajaron visiblemente.

—Nosotros prepararemos el equipo y provisiones —dijo Jake—. Vosotros… intentad no mataros en el intento.

***

El campo de entrenamiento estaba bañado por una luz grisácea. El aire era frío y cada respiración se convertía en un pequeño fantasma de vapor. Nick estaba frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión que prometía dolor.

—Calentamiento. Solo estiramientos. Nada más —ordenó, su voz era la de un extraño, la del soldado que había sido, no el chico que me susurraba "aceitunita" por las mañanas.




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