El sol de la mañana se filtraba a través de los árboles del claro. Después de días de encierro y recuperación, el aire fresco era una bendición. El entrenamiento de hoy no era solo para mí, era para todos. La amenaza del Guerrero Oscuro nos envolvía a todos, y la debilidad de uno era la debilidad del grupo.
Ruby esquivaba los golpes de entrenamiento de Jake con su agilidad característica, mientras yo trabajaba con Nick en ejercicios de reflejos, usando mis dagas. Aunque ya no me dolía tanto, una punzada me recorría de vez en cuando cada vez que me movía con demasiada brusquedad.
—Más rápido, aceitunita —me provocó Nick, esquivando mi ataque con una sonrisa—. Parece que te has vuelto blandita.
—Habla por ti, Walker —repliqué, girando sobre mis talones para intentar alcanzarlo por la espalda—. Aún me duele.
—Ya lo sé, lo siento.
Su sonrisa se desvaneció un segundo. Nuestro vínculo era un arma de doble filo, una ventaja y una carga constante.
Fue en ese momento de distracción, cuando el aire se cortó.
Una nube de niebla antinatural barrió el claro, haciendo que los pájaros enmudecieran de golpe. Jake detuvo su ataque contra Ruby, frunciendo el ceño al notar el cambio. Ruby se puso instintivamente alerta.
—¿Habéis sentido eso? —preguntó Jake, la voz grave.
Nick se tensó a mi lado. Su mano voló instintivamente hacia su costado. —Sí. Él está...
No pudo terminarlo.
Una risa áspera, que no provenía de ningún punto en concreto sino de todas partes a la vez, resonó en el claro. Era el Guerrero Oscuro, pero su voz sonaba más cercana, más personal, como si hablara justo detrás de nosotros.
—¿Practicando para vuestra muerte? Que conmovedor.
De la nada, una sombra más densa que la noche se materializó en el centro del claro. No se dirigió a mí. Se quedo quieta mirando a Nick.
De pronto Nick gritó, un sonido de puro dolor que no era solo suyo, sino que sentí en cada parte de mi cuerpo. Cayó de rodillas, agarrando su abdomen con ambas manos. No había sangre, no había herida, pero su cuerpo se retorcía de dolor. Acto seguido sentí una agonía indescriptible. Era su dolor, pero se había convertido en el mío. Jadeé, cayendo también de espaldas, la visión nublada por una oleada de náuseas y un dolor que no tenía un origen físico en mí.
—¡Nick! —gritó Ruby, horrorizada, corriendo hacia él.
—¡No lo toques! —rugió Jake, agarrándola del brazo. Sabía que no era un ataque que pudiera detenerse con una espada.
La voz del Guerrero resonó de nuevo, llena de un regodeo sádico.
—¡Observad! Él siente mi magia hiriéndolo... y ella, la fuerte Brooke, cae con él. Patético.
Nick se retorcía en el suelo, ahogándose en un dolor que solo yo podía sentir con él. Cada gemido suyo era una puñalada en mis propios pulmones. Yo apenas podía mantenerme consciente, la frente apoyada en la tierra fría, luchando por no vomitar, por no rendirme. Era una tortura para los dos, una demostración de poder cruel y humillante.
—¡Déjalo! —logré escupir entre jadeos, dirigiendo mi rabia hacia la sombra—. ¡Es a mí a quien quieres!
La sombra se agitó alrededor de Nick.
—Tu fortaleza es tu mayor debilidad, niña. Este lazo... este amor... os hará caer a los dos.
Con un esfuerzo sobrehumano, Nick alzó la mirada hacia mí. Su rostro estaba desencajado por el dolor, pero en sus ojos había una furia helada que igualaba a la mía. —No... no le escuches, Brooke... —su voz era un susurro.
La sombra se condensó de repente y luego se desvaneció, como si se la hubiera tragado la tierra. La presión en el aire cesó. El dolor agonizante que compartíamos se atenuó de golpe, dejando una sensación de vacío y un dolor punzante, como una resaca.
Nick se desplomó sobre el costado, jadeando, cubierto de un sudor frío. Yo me incorporé temblorosa, arrastrándome hacia él. Le toqué la cara; estaba pálido y helado. Mis propias manos todavía temblaban.
Ruby y Jake corrieron hacia nosotros, arrodillándose a nuestro lado con caras de pánico.
—¿Qué ha sido eso? ¿Qué os ha hecho? —preguntó Ruby, su voz temblorosa.
—No... no nos ha hecho nada... físico —logré decir, con la voz ronca—. Nos ha mostrado... que puede llegar a nosotros... cuando quiera. Esto ya me lo hizo a mí.
Nick se incorporó con dificultad, apoyándose en Jake. Su respiración aún era entrecortada, pero su mirada ardía con una determinación renovada. —Nos ha mostrado que debemos temerle.
La voz del Guerrero Oscuro volvió a sonar, pero ahora débil, como un eco que se desvanecía, llegando directamente a nuestras mentes.
—La Hoja Esmeralda es una fantasía para tontos. No perderé el tiempo esperando a que juguéis a ser héroes. Os aguardo en el corazón de las Montañas del Norte. Venid a terminar esto. Si es que podéis.
Y luego, silencio. Solo el sonido de nuestra respiración entrecortada y el viento susurrando entre los árboles, como si nada hubiera pasado.
Me puse de pie, ayudando a Nick a hacer lo mismo. Nos apoyamos el uno en el otro. El mensaje estaba claro. Era una trampa, una invitación a la muerta. Pero también era un reconocimiento. Nos temía.
Miré a Ruby y a Jake, y luego a Nick. En sus ojos vi reflejada la misma fría resolución que ardía en mis entrañas. El miedo se había quemado en la hoguera de ese dolor compartido.
—No vamos porque nos lo pida —dije, y mi voz ya no temblaba—. Vamos porque es hora de dejar de esperar. —Apreté el brazo de Nick—. Vamos a acabar con esto.
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Claro, aquí tienes la continuación del Capítulo 10 con los elementos que solicitaste.
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Los días siguientes se convirtieron en una rutina de levantarse, entrenar y dormir. Las dos semanas que teníamos por delante se llenaron de un propósito feroz.
Zackar, el veterano de mil batallas arrugado como una pasa, se convirtió en nuestro maestro de armas. El claro se transformó en un campo de tiro improvisado.