Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 14

El interior del templo era un laberinto de pasillos serpenteantes iluminados por antorchas que ardían con una llama verde extraña. El aire era denso, cargado de una energía que hacía que cada respiración fuera un esfuerzo. Nuestros pasos resonaban en el silencio, creando ecos que parecían susurrar advertencias.

—Por aquí —murmuré, siguiendo las marcas en el mapa que, milagrosamente, aún coincidían con los símbolos grabados en las paredes.

Avanzamos en formación, Jake al frente con sus espadas desenfundadas, Ruby en el centro con sus dagas, Nick y yo cerrando la marcha. La tensión era palpable, como un cable a punto de romperse. Y la cicatriz de mi espalda empezaba a arder.

Llegamos a una gran cámara circular. En el centro, sobre un pedestal de mármol negro, brillaba la Hoja Esmeralda. Era exactamente como la había descrito el libro: una daga de esmeralda pura, con runas antiguas grabadas en su empuñadura que pulsaban con una luz verdosa.

—Ahí está —susurró Ruby, maravillada.

Pero algo estaba mal. Era demasiado fácil.

—Es una trampa —murmuró Nick, confirmando mis sospechas.

Como si hubiera escuchado sus palabras, una risa grave y familiar resonó por toda la cámara.

—Por supuesto que es una trampa —la voz del Guerrero Oscuro pareció brotar de las propias piedras—. Pero una trampa que debo permitir que juguéis. Después de todo, necesitáis una oportunidad de luchar antes de morir.

Las antorchas se apagaron de golpe, sumiendo la cámara en una oscuridad casi absoluta. Solo la luz verdosa de la daga proporcionaba una iluminación tenue.

Me concentre y de mi mano surgió una pequeña llama verde que iluminaba lo mínimo.

De las sombras emergieron figuras. No eran como los espíritus del bosque; estas eran diferentes. Más sólidas, más peligrosas. Guerreros hechos de sombra pura, con ojos rojos brillantes y armas que parecían forjadas de pesadillas.

—¡Sombras! —gritó Jake, alzando sus espadas—. ¡Son reales, podemos vencerlas!

La primera oleada se lanzó sobre nosotros como una marea negra. Jake se movió con sus espadas cortando a través de las sombras con destellos de acero. Ruby lanzaba sus dagas, cada una encontrando su objetivo.

Yo desenfundé mis pistolas, disparando contra las sombras que se acercaban demasiado. Cada bala se hundía en la oscuridad con un sonido húmedo y desagradable, disolviendo temporalmente a las criaturas antes de que reaparecieran.

Nick estaba a mi lado, mi corazón se aceleraba tanto por admiración como por preocupación. Su condición de espíritu le daba ciertas ventajas: las armas de las sombras lo atravesaban sin hacerle daño, pero, aun así, cada vez que yo recibía un golpe, él se tambaleaba.

—¡La daga! —gritó por encima del estruendo del combate—. ¡Tienes que llegar a la daga!

Tenía razón. Esta pelea podía durar para siempre si no conseguíamos el arma. Me abrí paso a través del caos, esquivando garras y espadas de sombra, pero cada vez que me acercaba al pedestal, más enemigos aparecían para bloquearme el camino.

Una garra me alcanzó en el brazo, abriéndome un corte profundo. El dolor me atravesó, y sentí cómo Nick gritó al sentir mi herida como propia.

—¡Brooke! —Ruby intentó cubrirme, pero estaba rodeada por tres guerreros sombra.

Jake apareció a mi lado como un huracán, cortando a las criaturas que me bloqueaban el paso.

—¡Ve! —rugió—. ¡Nosotros los contendremos!

Corrí hacia el pedestal. La Hoja Esmeralda pulsaba más intensamente con cada paso que daba. Podía sentir su poder llamándome, atrayéndome como un imán.

Cuando conseguí tenerla entre mis dedos hice señas a los demás y salimos corriendo.

Afortunadamente ninguna sombra nos persiguió durante demasiado tiempo.

***

El regreso a casa fue un viaje silencioso, cargado de un peso que ninguno de nosotros había anticipado. La euforia de la victoria se desvaneció tan pronto como traspasamos el umbral de nuestra cabaña, reemplazada por la cruda realidad de nuestro estado. La adrenalina que nos había sostenido durante la batalla y el largo camino de regreso se esfumó, dejando al descubierto el verdadero costo de nuestra hazaña.

La herida en mi costado y el profundo corte en mi brazo derecho, ignorados durante la lucha final y el viaje, comenzaron a latir con una intensidad insoportable. Un dolor punzante y profundo que me recordaba cada movimiento, cada respiración. Noté cómo Nick, ahora sólido y real a mi lado, palidecía y llevaba una mano a su propio costado, un eco perfecto de mi agonía. Nuestro vínculo, que había sido nuestra mayor fortaleza, ahora era un canal abierto para compartir el dolor.

—Brooke... — Su voz era un hilo de aire, tenso por el esfuerzo de mantenerse en pie. —Tus heridas... están mucho peor de lo que pensaba. —

No pude negarlo. La mancha oscura de sangre se había expandido considerablemente sobre mi camiseta, y un hilillo de sangre bajaba por todo mi brazo hasta mi muñeca con una sensación de calor y humedad. Las piernas empezaron a flaquearme. Nick, a pesar de su propio dolor, reaccionó al instante. Su brazo, ahora firme y tangible, me rodeó la cintura evitando cuidadosamente la zona lesionada, sosteniéndome contra él.

—Jake, Ruby, ¡ayudadme! — La voz de Nick sonó áspera, llena de una urgencia que hizo que nuestros amigos se movieran de inmediato.

Entre los tres, me llevaron casi en volandas hasta el sofá del salón. El mundo giraba a mi alrededor, una mezcla nauseabunda de dolor y agotamiento. Nick se arrodilló a mi lado, sus manos, ahora cálidas y reales, temblaban ligeramente mientras levantaba con cuidado el borde de mi camiseta empapada.

El aire se le cortó al ver la herida. Un corte profundo y sucio, los bordes enrojecidos e inflamados. Un moretón espectacular, de un púrpura casi negro, se extendía alrededor, testimonio del golpe contra la roca durante la caída del puente.

—Joder, Brooke— murmuró Jake, apartando la mirada por un segundo antes de enderezarse, adoptando su actitud práctica. —Ruby, necesito agua hirviendo, vendas limpias y el antiséptico fuerte. Nick, ayúdame a mantenerla quieta. —




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