Me desperté lentamente, sintiendo el peso cálido del brazo de Nick alrededor de mi cintura. La luz del sol se filtraba suavemente por las cortinas, creando patrones dorados en las sábanas revueltas.
Nick seguía durmiendo, su respiración lenta y rítmica contra mi nuca. Su pelo estaba despeinado y tenía esa expresión relajada que solo aparecía cuando dormía profundamente. Me giré cuidadosamente para no despertarlo, estudiando su rostro a la luz de la mañana.
La noche anterior había sido... Interesante. A pesar de mis heridas, a pesar de todo lo que habíamos pasado, habíamos encontrado un momento de pura felicidad juntos.
Mis dedos trazaron suavemente la línea de su mandíbula. Sus ojos se abrieron lentamente, y cuando me miró, una sonrisa perezosa se extendió por su rostro.
—Buenos días, aceitunita —murmuró, su voz ronca por el sueño.
—Buenos días —respondí, acurrucándome contra su pecho—. ¿Cómo has dormido?
—Mejor que en años —dijo, besando mi frente—. ¿Tú cómo te sientes? ¿Las heridas están bien?
Hice un inventario mental de mi cuerpo. El costado dolía, pero era un dolor manejable. El brazo solo me molestaba.
—Bien —respondí honestamente—. Mejor de lo que esperaba.
—Me alegro —Nick me abrazó más fuerte, pero con cuidado—. Anoche fue...
—Increíble —terminé por él.
—Iba a decir perfecto, pero increíble vale también.
Nos quedamos allí unos minutos más, simplemente disfrutando del contacto y la proximidad.
El sonido de voces desde la planta baja finalmente nos sacó de nuestra burbuja de felicidad.
—Parece que Ruby y Jake ya están despiertos —observé.
—Y probablemente preguntándose dónde estamos —añadió Nick con una sonrisa traviesa.
—Deberíamos bajar.
—Probablemente.
Ninguno de los dos se movió.
—En cinco minutos—decidí, acurrucándome más contra él.
—En cinco minutos—confirmó, cerrando los ojos de nuevo.
***
Cuando finalmente bajamos, una hora después de esos "cinco minutos más", Ruby y Jake ya estaban desayunando en la cocina con Anna. Ruby levantó la vista cuando entramos, una sonrisa cómplice jugando en sus labios.
—Buenos días —saludó—. ¿Cómo dormisteis?
—Muy bien, gracias —respondí, sintiendo cómo me sonrojaba ligeramente.
Jake se rio. —Por lo menos vosotros pudisteis porque, con los gritos que se oían salir de esa habitación Ruby y yo no pegamos ojo.
—Como si vosotros no hubierais follado, no te jode—soltó Nick de repente.
Porque hablaban como si Ruby y yo no estuviéramos completamente rojas y delante suyo.
Anna apareció desde la terraza, con una taza de café en la mano y vestida con un elegante conjunto de mañana.
—¡Ah, los dormilones por fin se levantan! —exclamó—. Espero que hayáis descansado bien después de vuestra... salida temprana de anoche.
El rubor se intensificó en mis mejillas. Si es que era posible.
—La fiesta estuvo genial, Anna. Gracias por organizarla.
—Fue un placer —dijo, guiñándome el ojo—. Y por lo que veo, cumplió su propósito perfectamente.
Nick se aclaró la garganta, sonriendo por la atención.
—¿Hay café? —preguntó, cambiando de tema.
—Por supuesto. Y también gofres, si tenéis hambre.
Mientras desayunábamos, Anna nos puso al día sobre algunos rumores que había escuchado. Nada específico sobre el Guerrero Oscuro, pero sí movimientos extraños en algunas de las avanzadillas cercanas.
—No es nada concreto —explicó—, pero mis contactos han notado una actividad inusual. Gente desapareciendo, informes de criaturas extrañas cerca de los bosques. Podría ser coincidencia, pero...
—Pero probablemente no lo sea —terminé.
—Exacto.
Un silencio pensativo se instaló sobre la mesa. La realidad de nuestra situación volvía a asentarse sobre nosotros como una manta pesada.
—¿Cuánto tiempo crees que tenemos? —preguntó Jake finalmente.
Anna negó con la cabeza.
—No lo sé. Podríamos tener días, semanas... o él podría aparecer mañana. Los patrones no son claros todavía.
Miré la Hoja Esmeralda, que descansaba sobre la mesa entre nosotros. Había algo reconfortante en su presencia, pero también recordatorio constante de lo que estaba por venir.
—Necesitamos entrenamiento —dije finalmente—. Tengo la daga, pero no sé cómo usarla correctamente. Si va a ser nuestra ventaja contra el Guerrero Oscuro, necesito aprender todo lo que pueda sobre ella.
Anna asintió.
—Conozco a alguien que podría ayudar. Una mujer llamada Josh. Es... experta en armas antiguas y magia práctica. Vive retirada en las montañas del este, pero creo que aceptaría entrenarte si le explico la situación.
—¿Es de confianza? —preguntó Nick.
—Tanto como cualquiera en estos tiempos —respondió Anna—. Y francamente, no tenemos muchas otras opciones.
Ruby se inclinó hacia adelante.
—¿Cuándo podríamos ir a verla?
—Yo podría contactarla hoy, reservar una reunión para mañana si está disponible.
Intercambié miradas con Nick, Jake y Ruby. Todos parecían estar de acuerdo.
—Hazlo —decidí—. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
Esa tarde, Anna hacía sus contactos. Había algo diferente en la dinámica del grupo ahora. Ruby y Jake ya no escondían su relación, y Nick y yo... bueno, tampoco éramos exactamente discretos.
Me encontré revisando mis armas en el salón, comprobando que todo estuviera en perfecto estado. Las pistolas estaban limpias y cargadas, las dagas afiladas. La rutina era reconfortante, algo familiar en un mundo que cambiaba constantemente.
Nick se sentó a mi lado, observándome trabajar.
—¿Nerviosa? —preguntó.
—Un poco —admití—. Es extraño tener esperanza después de tanto tiempo sin ella.
—¿Esperanza?
—En que realmente podamos ganar esto. La daga, el entrenamiento con Josh... se siente como si finalmente tuviéramos una oportunidad real.
Nick tomó mi mano, interrumpiendo mi limpieza de armas.