Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 18

El viaje de regreso fue tenso. Nick intentó varias veces iniciar conversación, pero yo respondía con monosílabos. A través del vínculo, podía sentir su preocupación creciente, pero no quería hablar de ello.

—¿Cómo fue? —preguntó Ruby cuando llegamos a casa—. ¿Josh pudo ayudarte?

—Bien —mentí, forzando una sonrisa—. Necesito practicar más, pero fue útil. Creo que estoy empezando a entender cómo funciona la daga.

Jake sonrió aliviado.

—Genial. ¿Quieres venir a entrenar esta tarde? Pensábamos trabajar en combate de grupo.

—Estoy agotada —respondí, tocándome el costado para dar credibilidad a mi mentira—. Creo que voy a descansar un poco.

Nick me miró con suspicacia, pero no dijo nada delante de los otros.

—¿Seguro que estás bien? —me susurró mientras los demás se dirigían hacia el patio trasero.

—Perfecta —insistí—. Solo cansada. Ve a entrenar, yo estaré bien.

Lo besé rápidamente y me dirigí hacia nuestra habitación antes de que pudiera hacer más preguntas.

Una vez sola, me dejé caer en la cama y miré la Hoja Esmeralda, que descansaba sobre la mesa de noche. Incluso ahora, parecía burlarse de mí.

"Tienes que ganarte su respeto", había dicho Josh. "El arma puede sentir tus dudas, tus miedos, tus inseguridades."

¿Qué dudas? ¿Qué miedos? Había arriesgado todo para conseguir esta daga. Había luchado contra las sombras del Guerrero Oscuro, había sobrevivido a heridas que podrían haberme matado. ¿Cómo podía la daga no respetarme después de eso?

Pero incluso mientras me hacía esas preguntas, sabía las respuestas. Las dudas estaban ahí, siempre habían estado ahí, acechando en los rincones de mi mente.

Duda sobre si realmente era lo suficientemente fuerte para enfrentar al Guerrero Oscuro. Duda sobre si merecía ser la elegida para salvar a todos. Duda sobre si no iba a fallar cuando más me necesitaran.

Y luego estaban los miedos más profundos, los que intentaba no pensar nunca.

El miedo de que todo esto fuera mi culpa. Que, de alguna manera, yo había traído a mis amigos hasta aquí. Que las personas que había perdido, las personas que había herido habían pagado el precio de mi existencia.

El miedo de que no era una heroína, sino una catástrofe caminante.

Me levanté de la cama y fui hasta el armario, donde sabía que Jake había escondido una botella de whisky que había comprado la semana anterior, prometimos bebérnosla juntos sin que nadie se enterara, pero bueno, él lo entenderá. La encontré detrás de algunas chaquetas, sin abrir.

"Solo un trago", me dije. " Para calmar los nervios."

Pero un trago se convirtió en dos, luego en tres. Antes de darme cuenta, había bebido casi un tercio de la botella y estaba sentada en el suelo del porche delantero con la espalda apoyada en la fachada de la casa.

La Hoja Esmeralda seguía delante de mí, sus runas pulsando débilmente. La odiaba. Odiaba la forma en que me hacía sentir incompetente. Odiaba cómo me recordaba constantemente que no era lo suficientemente buena.

—¿Sabes qué? — le dije al arma, mi voz ligeramente pastosa por el alcohol. —Fui yo quien arriesgó todo para conseguirte. Fui yo quien luchó contra esas sombras. Fui yo quien casi murió por ti. Y ahora actúas como si yo no fuera digna de empuñarte.

La daga no respondió, por supuesto. Pero las runas parecían pulsar con más intensidad, como si estuviera reaccionando a mis palabras.

Tome otro trago de la botella, el vaso no sabía ni donde lo había dejado, sintiendo cómo el whisky quemaba mi garganta.

—Todo el mundo espera que los salve—, continué, hablando al aire. —Nick, Ruby, Jake, Anna... todos miran hacia mí como si tuviera todas las respuestas. Como si no fuera solo una chica de dieciocho años que no tiene ni idea de lo que está haciendo. —

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, mezclándose con el alcohol.

—Y lo peor es que... lo peor es que sé que voy a fallarles. Igual que fallé a mis padres y a mis abuelos. —

La mención de mis padres abrió las compuertas que había mantenido cerradas durante años. Todo el dolor, toda la culpa que había estado enterrando salió de golpe.

—Debería haber estado en el coche con ellos— susurré, venciendo otro largo trago de la botella. —Si hubiera estado allí, tal vez podría haberlos salvado. Tal vez podría haber hecho algo, cualquier cosa... —

Otro largo trago de la botella.

—Pero no. Tuve que quedarme en casa estudiando. Deberes estúpidos que no importaban nada. Y mientras yo estaba allí, preocupándome por un examen de matemáticas, ellos estaban muriendo en la carretera—.

El alcohol había aflojado completamente mi autocontrol. Las lágrimas alían descontroladamente de mis ojos, años de dolor reprimido emergiendo finalmente.

—¿Y si es mi culpa? — pregunte voz alta. —¿Y si de alguna manera atraje toda esta oscuridad? ¿Y si el Guerrero Oscuro está aquí por mi culpa, igual que mis padres murieron porque yo no estaba allí para protegerlos? — Bebí otra vez.

El porche comenzó a girar ligeramente, y me di cuenta de que había bebido mucho más de lo que pretendía. Pero no me importaba. El alcohol ayudaba con el dolor, silenciaba las voces en mi cabeza que me decían constantemente que no era lo suficientemente buena.

—Debería rendirme— murmuré, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás contra la pared —Debería decirles a todos que no puedo hacerlo. Que encontraron a la persona equivocada. Que su preciosa elegida no es más que una fracasada que ni siquiera puede usar la daga que se suponía que los salaria—

Todos estaban trabajando duro, preparándose para la batalla que sabían que se acercaba. Y yo estaba aquí débil y sintiendo lástima de mí misma.

La ironía no se me escapaba. La supuesta salvadora del mundo, destruyéndose con una botella de alcohol porque no podía enfrentar sus propios miedos.

Mientras tomaba otro trago, una oleada súbita de preocupación que no era mía. A través del vínculo, Nick había sentido mi angustia emocional. Podía sentir su confusión, luego su alarma creciente mientras percibía la intensidad de mi dolor.




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