Me Arriesgué Demasiado

CAPITULO 20

La mañana siguiente amaneció clara y fría. Me desperté antes del alba, sintiéndome más descansada de lo que había estado en días. La resaca había desaparecido completamente, y por primera vez en mucho tiempo, mi mente se sentía clara y enfocada.

Nick seguía dormido a mi lado. Había una paz nueva entre nosotros, como si las confesiones del día anterior hubieran limpiado el aire de una tormenta que llevaba demasiado tiempo presente.

Me levanté cuidadosamente y me dirigí a la ventana. El sol apenas comenzaba a asomar por las montañas, pintando el cielo de tonos dorados y rosados. Era precios, pero no pude evitar pensar en lo que el día traería consigo.

La Hoja Esmeralda descansaba sobre la mesa de noche, sus runas pulsando suavemente con esa luz verdosa característica. La miré durante un largo rato, tratando de sentir cualquier tipo de conexión. Pero aún no había nada. Solo la misma resistencia fría que había experimentado con Josh.

"Hoy", pensé, "hoy vamos a resolver esto."

—¿Ya estas despiertan, guerrera? —la voz somnolienta de Nick me sacó de mis pensamientos.

Me giré hacia él con una sonrisa.

—Lo siento, no quería despertarte.

—No me has despertado —dijo, incorporándose y pasándose una mano por el pelo despeinado—. sabía que estabas despierta.

Se acercó a la ventana, rodeándome con sus brazos desde atrás. Su calor corporal era reconfortante contra la frescura de la mañana.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, besando mi cuello suavemente.

—Nerviosa —admití—. Ayer fue... necesario. Doloroso, pero necesario.

—¿Arrepentida?

—De emborracharme, sí —respondí con una sonrisa irónica—. De finalmente decir la verdad sobre mis miedos, no.

Nick me giró entre sus brazos para mirarme a los ojos.

—¿Estás lista para volver a ver a Josh?

—Creo que sí. Esta vez será diferente. No voy a tratar de ser perfecta. Voy a ser yo misma, miedos incluidos.

—Esa es mi chica —murmuró, besándome suavemente.

Una hora después, los cuatro estábamos desayunando y preparándonos para el viaje. Ruby había empacado un botiquín completo, Jake había revisado todo, y Nick había organizado nuestras armas. Era como prepararse para una misión, pero esta vez la batalla sería completamente interna.

—¿Crees que Josh se molestará porque vengamos todos? —preguntó Ruby mientras salíamos de casa.

—Probablemente —respondí—. Pero como dijo Nick ayer, que se joda Josh. Este es mi entrenamiento, mis reglas.

Jake se rio desde el porche.

—Me gusta esta nueva versión más directa de Brooke.

—No es nueva —corrigió Nick—. Siempre ha estado ahí. Solo que ahora no la está escondiendo.

El viaje a las montañas transcurrió en un ambiente más ligero que la vez anterior. Hablamos de todo y nada, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que realmente éramos solo cuatro amigos pasando tiempo juntos, sin el peso de salvar el mundo presionando sobre nosotros.

Cuando llegamos a la cabaña de Josh, la encontré exactamente como la habíamos dejado. Pero esta vez, mi perspectiva era completamente diferente. No estaba aquí para impresionar a nadie o para demostrar que era perfecta. Estaba aquí para aprender.

Josh salió a recibirnos con expresión sorprendida al ver que no había venido sola.

—¿Has traído público? —preguntó, mirando a Nick, Ruby y Jake con desaprobación.

—He traído a mi equipo —corregí, mi voz firme—. Mi familia. Van a quedarse.

Josh frunció el ceño.

—Esto es entrenamiento serio, no un espectáculo.

—No son espectadores —repliqué—. Son mi apoyo. Y si eso es un problema para ti, podemos irnos ahora mismo.

Hubo una pausa tensa. Josh me miró durante un largo momento, como si me estuviera viendo por primera vez.

—Interesante —murmuró finalmente—. Ayer llegaste aquí tratando desesperadamente de complacer a todos. Hoy llegas con actitud. ¿Qué ha cambiado?

—Me dejé de mentir a mí misma —respondí simplemente—. Sobre mis miedos, mis dudas, mis limitaciones. Todavía están ahí, pero ya no los estoy escondiendo.

Josh asintió lentamente.

—Bien. Eso es un progreso. Muy bien, tu equipo puede quedarse. Pero si interfieren, se van.

Nos dirigimos al área de entrenamiento detrás de la cabaña. Nick, Ruby y Jake se sentaron en un banco improvisado donde podían observar sin estorbar.

—Empezaremos diferente hoy —anunció Josh—. No quiero que uses la daga todavía. Primero quiero que me hables de tus miedos. En voz alta. Para todos.

Mi impulso inicial fue resistirme. Pero recordé la liberación que había sentido el día anterior al confesar todo.

—Tengo miedo de fallar —comencé —. Tengo miedo de que todos mueran por mi culpa. Tengo miedo de no ser lo suficientemente fuerte para enfrentar al Guerrero Oscuro.

Josh asintió.

—¿Más?

—Tengo miedo de derrumbarme otra vez como cuando Nick murió. Tengo miedo de que toda esta confianza que tenéis en mí esté mal puesta.

—¿Y? —insistió Josh.

Respiré profundamente.

—Tengo miedo de que mis padres murieron porque no estuve allí para salvarlos. Y tengo miedo de que la misma cosa que los mató, mi ausencia en el momento importante vuelva a pasar.

Josh me miró intensamente.

—¿Crees que esos miedos son racionales?

—Algunos sí, otros no —admití—. Es racional tener miedo de enfrentar un enemigo tan poderoso. No es racional culparme por la muerte de mis padres en un accidente de coche cuando yo tenía quince años.

—Pero los miedos irracionales siguen afectándote tanto como los racionales.

—Sí.

Josh se acercó y cogió la Hoja Esmeralda de donde yo la había dejado sobre la mesa.

—La daga no rechaza tus miedos, Brooke.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que has pasado tanto tiempo luchando contra tus emociones, especialmente las negativas, que te has desconectado de una parte fundamental de ti misma. La daga necesita a la Brooke completa. No solo a la guerrera valiente, sino también a la chica asustada que perdió a sus padres y al amor de su vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.