Capítulo 7
Aurora Flecher
Aproveché el silencio y solo le dije al chofer:
—¿Puedo preguntarle algo?
—Claro que sí, señorita —respondió el señor.
—¿El señor Walton siempre ha sido así cómo es? —pregunté con el ceño fruncido.
—He trabajado por mucho tiempo con el joven Walton y sí, él siempre ha tenido esa figura de hombre duro y que no se derrumba, pero créame, detrás de toda esa muralla hay muchas cosas dolorosas y secretos ignotos —dijo dejándome como cuando el coco cae de la palmera, ¡desgranada mentalmente!
—¿A qué se refiere? —indagué.
—No me corresponde decirle esto —dijo con los ojos aún en la carretera.
Como dicen por ahí, ya que inicio el chisme, acábelo.
—Pero aun así me lo dirá —susurré—, ¿verdad? —Enarqué una ceja.
—El señor Alexander y su familia son personas muy extrañas, y créame si alguien sabe de extrañezas soy yo. —¿A qué se refería este hombre? —. Hace unos años, hubo un caso sobre una señora que trabajaba con ellos desde hace tiempo, ocurrió un incidente y los acusó y denunció.
¿Qué carajo?
—¿De qué los acusó? —pregunté.
—Los acuso de asesinos.
¿Asesinos? ¿Qué?
—¿Y usted cree que ellos lo sean?
¡No me quiero imaginar la respuesta!
—No lo creo —respondió—. Esa familia es muy poderosa y tiene incontable dinero. Pero de ahí a ser unos asesinos, no lo creo.
¡Oh, Dios! Aunque tal vez sea eso. Cuando la gente es famosa, se le inventan muchas cosas.
—¿En qué quedó el caso? —pregunté.
—A la señora la tomaron por una persona con problemas mentales, después de hacerle unos estudios y salir con mitomanía.
¿Qué?
—¡Oh, por Dios! —exclamé, poniéndome las manos en la boca.
El camino continuó completamente en silencio, mientras yo mantenía una crisis de creencias. ¿Qué era lo que acaba de escuchar?
Al llegar a casa mis padres no se encontraban ahí, como siempre. Decidí ir a mi habitación, darme una larga ducha y ponerme únicamente unos shorts y una franelilla. Me subí a mi cama, encendí el televisor y sencillamente dejé que las películas me distrajeran. Tras unas horas de tranquilidad total, sin nadie que perturbara ni molestara, mi celular vibró:
De: Alexander Walton
Para: Aurora Flecher
Fecha: 20 de julio. 8:25 p. m.
Asunto: Alicia siguió al conejo de la curiosidad
—Permítame preguntarle, señorita Flecher, ¿cómo ha ido su llegada? Según supe, sus labios no pudieron mantenerse sellados y, como siempre, su lengua no pudo mantenerse tranquila. Sí, ya me han informado sobre el interrogatorio que llevó a cabo de camino a su casa, señorita.
¡Carajo! ¡Trágame Tierra y escúpeme en Urano! ¡Anthony era un traidor, le fue con el chisme a su maravilloso y apuesto jefe! ¡Maldición! Bueno, no tengo culpa de querer conocer más de lo que ya sabía sobre el hombre que sería mi esposo y compañero durante toda mi vida.
De: Aurora Flecher
Para: Alexander Walton
Fecha: 20 de julio. 8:30 p. m.
Asunto: No veo el problema
—La llegada a mi casa ha sido exquisita, tanto que, apenas llegué, me despojé de mi vestimenta y me adentré en la ducha. Gracias por preguntar. NO veo el problema en que quiera conocer más al respecto de la vida de mi futuro esposo. Por ahí dicen que el que nada debe, nada teme, señor Walton.
Con el corazón vuelto nada, presioné «Enviar» y solo rezaba por no haberme equivocado con lo que había escrito.
De: Alexander Walton
Para: Aurora Flecher
Fecha: 20 de julio. 8:32 p. m.
Asunto: Qué mal
—Me hace feliz que haya podido llegar a su casa, señorita. Pero es deplorable que yo no haya estado ahí en el momento de su larga ducha. Yo tampoco veo problema en que quiera conocer más de mí, pero no me molestaría que me preguntara a mí, personalmente, en vez de estar averiguando y chismoseando junto a mis alcahuetas empleados.
Pero es deplorable que yo no haya estado ahí, en el momento de su larga ducha... ¿Y este qué se cree? Alcé una ceja mientras leía su respuesta. ¡Maldito pervertido!
—Pero qué hombre más maleducado —pensé en voz alta. No pensaba quedarme callada, así que rápidamente tecleé lo que pensaba.
De: Aurora Flecher
Para: Alexander Walton
Fecha: 20 de julio. 8:35 p. m.
Asunto: ¡Pervertido y maleducado!
—Déjeme decirle que es usted un pervertido, ególatra, egoísta y enojón. Pervertido: por la primera línea de su respuesta. Ególatra: deje de admirarse tanto (no es la gran cosa). Egoísta: tengo derecho a averiguar sobre su persona con y donde quiera y con quien desee (déjese de idioteces).
¡Bum! ¡Bum! Directito al ego. Pensé que su respuesta llegaría de inmediato, pero no, los minutos, incluso las horas trascurrieron y él y su respuesta no aparecían. Tanto esperé que me cansé, de modo que me dispuse a ir a la cocina y hacerme un chocolate. Cuando el reloj marcó las diez en punto de la noche, el timbre de mi casa hizo acto de presencia. Salí de la cocina, atravesé la sala de estar y tranquilamente abrí la puerta. Llevándome así el susto de mi vida. Alexander entró en mi casa sin permiso ni invitación. Se acercó a mí peligrosamente, concentrándose en mi cuello.
Editado: 04.08.2023