Capítulo 18

Capítulo 18

Aurora Flecher

Alexander siguió su camino, dejándome totalmente confusa. «Siempre sucede algo, que no te lo diga es otra cosa». ¿Qué me querrá decir con eso?

El día había sido bastante interesante, no podía decir que no. Pude apreciar la hermosa vista de París que brindaba la altura en Sacré Cœur, la cual era increíblemente bella. También Alexander y yo pudimos disfrutar de una visita a una cripta que se encontraba en la basílica, la cual es una de las grandes curiosidades del lugar. Terminé dándome cuenta de que para acceder al ya dicho lugar se puede tomar lo que es el funicular de Montmartre, un pequeño tren, funicular, que te lleva directamente a la basílica. Créanme que, si hubiera sabido eso en un principio, no hubiera subido todos esos peldaños. ¡Maldito seas, Alexander Walton! Él lo sabía y aun así me hizo hacer el esfuerzo. ¡Inhumano!

Tras apreciar todas aquellas hermosuras, decidimos devolvernos al hotel. Nunca imaginé que un día con Alexander Walton sería tan divertido, pero ya veo que me equivoqué.

Llegamos al hotel aproximadamente a las 4:22 p. m. Una vez nos encontrábamos en nuestra habitación, fui a darme una ducha. Estuve en la ducha un largo tiempo y en ese tiempo no supe de Alexander, solo sé que se había ido con las palabras «Vuelvo en unos minutos».

Luego de salir de la ducha, ponerme ropa acogedora, buscar algún refrigerio, subí a la bella cama blanca, después busqué el control remoto y me dispuse a ver alguna película.

Las largas actividades del día fueron cobrándome factura. Cuando empecé a sentir los párpados un tanto pesados, le eché un vistazo a la hora y el reloj marcaba 7:40 p. m.; no le di más largas al asunto, apagué la televisión y me dispuse a dormir. Mi cuerpo necesitaba el descanso, pero me enferma que solo dormí unas cuantas horas debido a una maldita pesadilla. Tenté el lado izquierdo de la cama en busca del fornido cuerpo de Alexander, pero no, no estaba. Salí de la cama para ir a la sala, pero lo que me encontré me dejó de piedra.

¿Qué diablos? ¿Qué es esto? Me quedé a medio camino al ver semejante escena.

Tenía claro que Alexander era un hombre que había estado con muchas mujeres, ¡un sinfín! Pero creí que por lo menos respetaría lo que teníamos. Me equivocaba. Nosotros nunca tuvimos algo, simplemente era un contrato; firmé un estúpido y tonto documento que para mí probablemente tenga alguna importancia, pero que para él no significa ¡nada!

Solo me preguntaba, ¿no podía llevar a esa mujer a otro lado?, ¿tenía que traerla aquí?, ¿a este lugar exactamente? ¿Y con la mujer que contrató para que me ayudara a integrarme en mi nueva vida junto a él?, ¿con Sanya?

Inconscientemente recordé el momento en el que Alexander me presentó a Sanya Acevedo.

Acabábamos de llegar al hotel y solo me moría por darme una ducha con agua tibia y ya, por fin, relajarme.

Alexander había ido a buscar no sé qué a no sé dónde y me había dicho que lo esperara. Me quedé sentada en uno de los muebles que se encontraban en el lobby del hotel. Creo que ya me estaba volviendo anciana cuando apareció Alexander con una mujer de ojos café, piel morena, cabello negro y con ropa un tanto reveladora.

—Aurora, te presento a Sanya Acevedo. Ella será tu asesora, amor.

¿Mi asesora? ¿De qué o qué?

La chica, que aparentaba unos veintiséis años, decidió hablar:

—Es un gusto, señora Walton.

Ese apellido...

—El gusto es mío, Sanya. —No sabía qué decir o hacer.

—Mañana se pondrán de acuerdo con el horario en el que podrán hablar —explicó Alexander observándome.

—Siendo así, hablaremos mañana cuando estén más descansados. Como dije antes, es un gusto, señores Walton —dijo la chica para luego retirarse.

—¿En qué me ayudará ella? —pregunté confusa.

—Te ayudará a integrarte mejor en tu nueva vida —respondió mirándome a los ojos

Tras unos minutos, nos dirigimos a nuestra habitación. Al llegar, Alexander se desapareció y yo fui a darme la ducha que tanto anhelaba.

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